martes, 9 de octubre de 2012

En tierra quemada: Cap. 6


6
Algo terrible se acerca…

    Miro a mí alrededor pero no consigo ver donde estoy. Enormes lenguas de fuego me lo impiden. Me muevo en círculos intentando buscar la salida de este cerco de llamas, pero estoy atrapada.
    Sin embargo, las llamas no me queman. Danzan sin para delante de mis ojos, distrayéndome. Las miro y siento que los parpados comienzan a cerrarse. El cansancio comienza a apoderarse de mí hasta que escucho algo que consigue despejarme.
    Me doy la vuelta e intento vislumbrar una figura a través del fuego. De pronto, escucho que alguien me llama y me acerco a las llamas. Doy un respingo al ver que dos personas atraviesan las lenguas sin que el calor abrase sus carnes. Me alejo de ellos, asustada, pero me quedo paralizada al descubrir quienes son.  
    -Alice…-vuelen a decir mientras se acercan a mí.
    -Papá… mamá…-cientos de lágrimas se desbordan por mis mejillas. Intento clamarme y coger aire, pero antes de queme diera cuenta, me había abalanzado sobre ellos para abrazarlos.-Os echo de menos… ¿Por qué tuvisteis que dejarnos?
    -Cariño, nosotros nunca os dejamos. Siempre estaremos con vosotros.-dice mi madre, acariciándome la cabeza.
    -¡Pero eso no me sirve!-grito casi enfadada.-No es lo mismo…-me llevo las manos a la cara y me enjugo las lágrimas. No debo volver a llorar la muerte de mis padres. Si lo hago, abriré una herida que ya había cicatrizado.- ¿Qué hacéis aquí?
    -Hemos venido para avisarte.-masculla mi padre, mirándome fijamente.
    -¿Avisarme? ¿De qué?
    -Cosas horribles van a ocurrir. Se acerca algo terrible. Y no estaréis preparados…
    -¿Qué cosas horribles? Me estas asustando.-comienzo a separarme de ellos, intentando ingerir lo que me acababa de decir.- ¿Y qué debo hacer?  ¿Cuándo va a pasar?
    -Cuando llegue el momento, lo sabrás.-de pronto, se escucha un estruendo a través de las flamas.-Ahora debemos marcharnos.
    -Prométenos que protegerás a tu hermano, Alice.-mi madre se acerca a mí, y me besa en la mejilla. Yo asiento y la vuelvo a abrazar.-Hasta siempre, cariño.
    Segundos más tarde, desaparecen entre el fuego, dejándome sola. Las llamas comienzan a extinguirse y una brisa congelada me recorre el cuerpo. Miro alrededor y descubro que el fuego ha desparecido, mostrándome un paraje helado. Fuertes corrientes de aire me sacuden, erizándome la piel. ¿Dónde estoy? No hay nada ni nadie a kilómetros a la redonda. Avanzo como puedo sobre el hielo y la nieve, pero me quedo quieta cuando llego a una enorme grieta que se abre bajo mis pies. Miro el fondo, pero no consigo disipar nada, excepto una tenue luz azul intermitente que surge entre las tinieblas.
    Me alejo del resquicio, andando hacia atrás, pero choco contra algo. Me doy la vuelta y descubro un hombre con el cabello oscuro canoso y de rostro familiar. Lo observo con detenimiento y descubro que en su cuello cuelga una cadena con forma de orquídea. Entonces descubro quien es. Tullio.
    -¿Qué haces tú aquí?-gruño, alejándome de él.
    -De donde yo vengo, la gente suele saludarse antes de preguntar nada.-el viento le revuelve el cabello, despeinándoselo.
    -¿Qué es lo que quieres?
    -Solo quiero que veas lo mucho que te aprecio y hacerte una proposición.-yo no respondo y me acerco a él, intrigada.-Quiero que te unas a nosotros.-sus palabras me golpean el pecho con fuerza, provocando que pierda el equilibrio.
    -Jamás me aliaré con un asesino.-cierro los puños con tanta fuerza que me corto la palma de las manos.
    -Yo no soy el único asesino que hay aquí. ¿Verdad, Alice?-las sienes comienzan a temblarme y me acuerdo de los agentes ardiendo entre las llamas. Llamas que yo provoqué.-Al fin y al cabo, no somos tan diferentes…

    Me levanto de la cama de golpe, empapada de sudor. Todo había sido un sueño. Las sienes me arden y la garganta me escuece. Creo que tengo fiebre.
    <<No somos tan diferentes…>> Esas palabras resuenan en mi cabeza a lo largo de la mañana. Y lo peor de todo, es que tenía razón. Nosotros matamos a los agentes la noche pasada. No. Yo los maté.
    Después de desayunar, subo con Marion a la plataforma de entrenamiento, y me enseña varias técnicas de lucha. Sin embargo, yo no puedo quitarme de la cabeza lo que mis padres me habían dicho en el sueño.
    Aprendo rápido, y al cabo de varias horas ya he aprendido a dar patadas y a defenderme. Cuando Marion se marcha, yo me quedo practicando las patadas contra un enorme saco lleno de arena. Necesito distraerme. Más tarde, cuando el sudor se desliza por todo mi cuerpo y mis músculos se lamentan, me detengo. Cojo el elevador y bajo a la plataforma inferior. Entro en el vestuario, el cual está completamente desierto, y me meto en una de las duchas. Dejo que el agua recorra todos los rincones de mi cuerpo, relajándome. Cierro los ojos e intento despejar la mente, pero me es imposible. <<Cosas horribles van a ocurrir. Se acerca algo terrible. Y no estaréis preparados…>> ¿Qué quería decir con eso? La verdad es que estoy realmente asustada.
    Salgo de la ducha y me cubro con una toalla. Me visto con unos cómodos pantalones grises y una chaqueta roja. Agarro la tela de felpa y me seco el cabello. Me dispongo a salir cuando escucho que alguien esta llorando. Dejo la ropa sudada y la toalla sobre un banquito y busco de donde procede el llanto. Atravieso los pequeños cortos pasillos hasta que descubro quien está sollozando.
    -¿Estás bien, Eva?-mi presencia parece asustarla, y se enjuga las lágrimas todo lo rápido que puede.
    -Sí… no pasa nada.-su voz suena ronca y sus ojos están enrojecidos y húmedos.-Estoy bien…
    -La gente no suele llorar por nada.-me acero a ella y apoyo mi mano sobre su hombro.- ¿Qué te ocurre?-y tras eso, rompe a llorar. La abrazo con fuerza y le beso en la cabeza, intentando calmarla.
    -Es por mi hermana, Sofía.
    -No sabía que tenías una hermana.-Eva se separa de mí y me aparta la mirada.
    -No suelo hablar mucho de ella. Cuando éramos pequeñas-Eva se aclara la voz y cierra los ojos con fuerza para no llorar.-mi hermana y yo vivíamos en España con nuestros padres. Cuando la influencia del poder del Gobierno llego a España, decidimos emigrar y alejarnos de allí. Sin embargo, mientras nosotras y nuestros padres nos disponíamos a marcharnos a Sud-América en barco, las tropas del Gobierno atracaron el puerto. Cientos de personas murieron y, entre el gentío, nos separamos de nuestros padres. Ella me agarró de la mano e intentamos llegar al barco, que a pesar de todo, estaba a punto de zarpar. Pero fue en vano. Varios agentes nos atraparon y nos arrastraron hasta un gran camión lleno de niños que acababan de perder a sus padres. Sofía forcejeó con unos de ellos y consiguió soltarse. Vino a por mí, y arremetió contra el agente que me tenía entre los brazos. Me tiré al suelo y me escondí detrás de mi hermana. Hubo una explosión que agitó el suelo. Los gritos de la gente ahogaban mis pensamientos. Mi hermana se acercó a mí y me dijo al oído que escapara mientras ella los entretenía. Yo la obedecí y conseguí llegar al barco. La última vez que la vi, fue desde la borda y unos agentes la habían metido en el camión. Se la llevaron de mi lado…
    Intento calmarla cuando se pone a llorar de nuevo, y la abrazo con fuerza para que pueda calmarse. De pronto, escucho un molesto barullo fuera del vestuario.
    Agarro a Eva de la mano y salimos fuera. Todo el mundo se dirige a las habitaciones de forma desordenada y hablando fuertemente. Bajamos a la planta baja y vemos a Finn, Jayden y al resto reunidos alrededor de una mesa redonda. Finn debe haber hecho que todos se fueran a las habitaciones.
    -¿Qué está ocurriendo?-pregunto mirando a Jayden.
    -Solo es una reunión.-contesta Finn, levantándose de la mesa.
    -¿Una reunión? ¿Para qué? ¿Ha ocurrido algo?
    -No, no te preocupes. Está todo bien.-Finn se acerca unos pasos a mí.-Nos hemos reunido porque nos marchamos de este lugar.
    -¿Qué? ¿Por qué?-me acerco a Eva y ella me coge la mano.
    -Por qué debemos reunirnos con los nuestros. Con los demás rebeldes.
    -Pero, ¿adonde vamos a ir?
    -Iremos a una isla cercana a aquí. Ahora que estás tú, debemos pensar en como atacar al Gobierno. Y esta claro que nosotros solos no haremos nada.
    -¿Y cuándo nos marchamos?
    -Esta noche zarparemos de aquí.
    -¡Está noche!-mi grito hace que las personas que están en las habitaciones se asomen  a ver que ocurre.
    -Por eso tenemos que acostarnos pronto, para poder descansar. Marcharemos de madrugada y no se hable más.-Finn se marcha en el elevador y sube a una de las habitaciones.
    Todos suben para irse a dormir, y al cabo de unos segundos, me quedo sola. La verdad, que nos marchemos no me parece demasiado grave, pero la idea de alejarme de mi tierra me asusta. Nunca he salido de Australia y no se nada acerca de los lugares que nos rodean.
    Subo a las habitaciones y me siento en mi cama, intentando imaginarme como serán mis próximos días.   
    -¿Qué pasa, Alice?-Luca se sienta a mi lada y me mira fijamente, extrayéndome de mis pensamientos.
    -Finn me ha dicho que debemos marcharnos de Australia.-agarro la almohada y la pongo en mi regazo.
    -¿Y cuándo nos vamos?-esa pregunta me hace reflexionar. “Nos”
    -Luca, tú no puedes venir.
    -¡¿Por qué no?!
    -Sería demasiado peligroso. Y no puedo permitir que te ocurra nada, Luca.
    -¡Siempre estás igual! Ya soy mayorcito para cuidar de mi mismo.
    -Puedes gritar todo lo que quieras, que no pienso dejarte que vengas conmigo.-me levanto del catre y le miro fijamente a los ojos. Luca me imita y seguidamente se marcha sin dirigirme la palabra. Yo me acueste en la cama, intentando calmarme y poder conciliar el sueño. Estoy confusa y asustada, y eso hace que quedarme dormida sea una tarea muy difícil. Y por si fuera poco, una horrible pesadilla me despierta a mitad de la noche. Había soñado que Tullio capturaba a Luca y lo torturaba hasta la muerte.
    Me levanto de la cama y me dirijo a Luca, que duerme entre mantas. Le miro fijamente y le quito un mechón de pelo de la frente; le beso delicadamente en la sien para que no se despierte. Me cojo una de las mantas y me tapo para resguardarme del frio.
    Bajo con el ascensor a la última planta y me dirijo a la puerta de entrada. Salgo fuero y dejo que al frio aire me revuelva el cabello. Cientos de copos de nieve caen sobre el suelo y sobre mi rostro. Miro la luna que se deja ver entre las nubes. ¿Qué será de mí cuando me marche de Australia? Eso me recuerda el sueño que tuve ayer por la noche. <<Se acercan cosa horribles. Y no estaréis preparados…>> Yo no estoy preparada.

    Una fina franja de luz solar asoma a lo lejos, en el horizonte cuando Jayden me avisa para que salgamos al exterior. Me visto con la chaqueta roja y me amarro a la espalda con todo lo fundamental para el viaje. Nos despedimos de los presentes y Finn pone al mando a un chico para que se encargue de la situación por si las cosas se ponen feas. Caz se despide de una chica y le dice que es la nueva doctora, y por lo que parece, a ella le gusta mucho esa idea. Doy vueltas por la habitación, intentando buscar a mi hermano, pero no aparece. Quizás quiera ver como me marcho.
    Segundos más tarde, salimos al exterior y bajamos la montaña. El suelo esta nevado y eso hace que tropiece varias veces y me caiga al suelo. Llegamos a la orilla una minutos más tarde, pues la playa está en la falda de la montaña. A pesar de que la luz es casi inexistente, puedo ver una gran sombra flotando bajo las olas del mar.
    Finn se aleja de nosotros y desaparece entre las sombras. La oscuridad se apodera de mi visión y solo puedo escuchar el sonido del oleaje. Segundos después, una fuerte luz me ciega durante unos instantes.
    Una especie de gran lancha motora crece ante mis ojos, anclada en una puerto de hormigón, balanceándose levemente bajo las olas. Sin embargo, aparto la vista del él y presto atención al horizonte y a la delicada franja de luz que emerge sobre él, y siento que una gran puerta se abre delante de mí, una puerta que dirige hacia lo desconocido.
    -Alice, debemos darnos prisa.-la voz de Marion me extrae de mis pensamientos. Arrastro los pies sobre la fría arena hasta que llego al puerto. Jayden me coge la mochila y me tiende una mano para ayudarme a subir al barco. La acepto con una sonrisa pero la suelto al escuchar una voz que proviene de la playa. ¿Luca?
    -Hola Alice.-en cuanto me acerco, descubro que no es mi hermano quien ha venido a despedirse de mí.
    -¿Narel?-allí estaba, de pie bajo la arena, vestida con un gran abrigo azul oscuro. Hacía días que no la veía y ni siquiera me había acordado de ella. Sin pensármelo dos veces, me abalanzo sobre ella y la abrazo con todas mis fuerzas. Esta me imita y me rodea con sus brazos.
    -Te voy a echar mucho de menos. Te quiero mucho, Alice.-sus ojos se humedecen y las lágrimas resbalan sobre sus mejillas.
    -Y yo, Narel.-yo la copio, y rompo a llorar, amarrada a ella.-Pase lo que pase, nosotras siempre seremos amigas.-esta asiente en silencio, mas sobran las palabras.-Por cierto, ¿has visto a mi hermano?
    -No lo he visto. Lo siento.-me separo de ella, molesta. No me puedo creer que no haya venido a despedirse. Pero no lo culpo. Probablemente yo también me habría enfadado. Prefiero que me odie a que este muerto.
    Me separo de Narel lentamente, pero esta me agarra de nuevo y se acerca a mi oído.
    -Ten mucho cuidado, Alice. Debes saber distinguir entre las personas en las que puedes confiar y en las que no. No lo olvides.-luego me suelta y yo, confusa por sus palabras me dirijo al navío.
    Subo a él y escucho como el motor arranca bajo el agua.
    -¿De quién es el barco?-le pregunto a Eva, que se sienta a mí lado en uno de los bancos de la proa.
    -Era del señor Brown, el profesor de matemáticas.-tras decir eso, Eva agacha la cabeza, evitando mirarme.
    -Un momento, ¿era?-entonces recuerdo lo que ocurrió el día de mi cumpleaños, cuando dos agentes del Gobierno lo acompañaban armados hasta las orejas. Ahora lo entiendo todo. La forma en la que hablaba era muy extraña, por no hablar de que se “había olvidado” de mi acto de rebelión del día anterior. Él también formaba parte de los rebeldes, y, seguramente, lo descubrieron.-Entonces, está… muerto…-Eva asiente y, tras eso, ocurre algo que me pone la piel de gallina.
    Todas las luces de la ciudad se apagan de golpe, enterrando la playa en una oscuridad tenebrosa. Luego, el sonido de una sirena de emergencia nos deja aturdidos. Ese sonido se repite varias veces, pero a la quinta vez, se detiene. Y seguidamente, una enorme columna de luz proveniente del pueblo, ilumina toda la zona y desvaneciendo las sombras.
    -¡Nos han descubierto!-la voz de Finn se introduce en mi cabeza, pero es ahogado cuando el motor vuelve a arrancar. La lancha comienza a moverse a gran velocidad, revolviendo el agua.- ¡Caz, escóndete con Alice en la habitación de abajo! Esta me agarra de la mano y, tras abrir una trampilla, entramos en la parte interior del barco. Es una pequeña estancia de madera con varias camas y literas.
    -No puedo quedarme aquí sin hacer nada, Caz.-me suelto de ella, y aunque esta intenta volver a agarrarme, yo la esquivo y subo a la quilla.
    Me sujeto a la barandilla para no caerme, pues se desplaza a gran velocidad. Miro a mi alrededor, pero no veo más que el agua del océano Pacifico extendiéndose ante mis ojos. Miro hacia la playa y hacia el monte Ebany, que se aleja de nosotros a gran velocidad. Sin embargo, hay algo que me llama la atención. Varias sombras se dirigen hacia el barco. Entrecierro los ojos para poder vislumbrar de que se trata.
    Finalmente, me quedo sin habla al ver que docenas de lanchas de la guardia se acercan a nosotros a gran velocidad. Vuelvo a mirar, sin poder pronunciar palabra y descubro a uno de los agentes apuntando con un rifle al cuerpo de Eva, que esta sentada en la popa, inconsciente de lo que está ocurriendo.
    Me acerco a ella todo lo rápido que puedo, pero para cuando llego ya es demasiado tarde. La bala sale disparada del arma y atraviesa el cuerpo de Eva.  


miércoles, 29 de agosto de 2012

En tierra quemada. Cap. 5


5
La trampa

    Todos los presentes se revolucionan al enterarse de que en el exterior les esperan cientos de agentes. Comienzan a gritar y a correr, sin saber donde esconderse. Pero Finn les ordena que se callen subido en una especie de pedestal.
    -¡Guarden silencio y cálmense!-alza la voz. Una vez ha llamado la atención de todos, continúa hablando.-Diríjanse a sus habitaciones y quédense ahí. Nosotros nos ocuparemos de todo.
    Y tras decir eso, el gentío desaparece de la sala. Todos suben a las plataformas excepto yo, Luca, que se queda agarrado de mi mano, Finn, Eva, Caz, Jayden, los hermanos Pelletier y un hombre con rasgos asiáticos al cual nunca había visto.
    -¿Qué vamos a hacer?-pregunta Eva, dirigiéndose a Finn. Este se cruza de brazos y baja la cabeza. Entonces me lanza una furiosa mirada al percatarse de mi presencia.
    -¿Qué haces aún aquí?-me pregunta levantando la voz.-He dicho que os marcharais a vuestras habitaciones.
    -Pero… yo…-me atasco con las palabras sin saber que contestar.
    -No hay peros que valgan. Si quieres ganarte mi confianza debes obedecerme.-Finn se gira y mira a Caz, que juguetea con sus dedos, incomoda por la conversación.-Czarina, llévala a la sala de entrenamiento.-esta me mira con una mueca de lástima, y nos acompaña al gimnasio. No obstante, Luca se queda en el dormitorio, donde se resguardan docenas de personas.
    Me asomo por la barandilla y les observo. Hablan entre ellos, andando en círculos, intentando pensar. Miro a Finn, que es el único que está quieto. La verdad, es que comienza a ser muy molesto. Continúo ojeando y descubro que Jayden sigue allí.
    -¿Por qué Finn permite a Jayden quedarse?-le pregunto a Caz, que mira por la barandilla justo a mi lado.
    -Cuando Jayden llegó aquí…-Caz carraspea, intentando aclararse la voz.-Finn se interesó por él. Ya sabes, los hombres se apoyan entre ellos. Además, Jayden mostró tener ciertas cualidades a la hora de luchar. Siempre a sido muy protector con las mujeres. Incluso a Eva le costó conseguir que le dejara participar. Sobre todo después del incendio…-agacho la cabeza y me alejo de la barandilla. Me siento en un enorme taburete y agarro una pequeña pesa que hay al lado de esta.-Pero no te sientas mal, Alice. Si Finn no te deja luchar con ellos es porque se preocupa por ti y sabe lo importante que eres para los rebeldes.
    -Pero no es justo. ¿Se cree qué no puedo luchar por qué soy una mujer? ¿Qué no se cuidarme yo solita?
    -Pues entonces debes demostrarle que eres una mujer muy fuerte, Alice. De esa forma conseguirás que confíe en ti.-tras eso me abraza y se marcha de mi lado, dejándome sola en la estancia.
    Seguidamente, aparece Luca por el ascensor. Lleva el saquito que me regaló mi padre antes de que muriera. Se acerca a mí y se sienta a mi lado.
    -Me parece injusto que no te deje luchar con ellos. Seguro que si lucharas, los ganarías a todos.-Luca y yo sonreímos y, tras dejar la pesa, nos abrazamos con fuerza. Luego, levanta el saquito de cuero violeta y lo deja en la palma de mis manos.- ¿Era de papá, verdad?-yo asiento y lo aprieto entre mis manos.-Háblame de ellos, Alice.
    -Nuestro padre, Dainan, era muy bueno y fuerte.-la verdad, es que no recuerdo muchas cosas sobre mis padres, y cada día me acuerdo menos. Pero, a pesar de que los recuerdos de mis padres espiran de mi mente poco a poco, estoy segura de que ellos son tal como los describo.-Siempre ayudaba a los demás y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por nosotros. Y mamá, Kylie, era muy guapa y su sonrisa podía hacerte sentir muy bien y…-pero no puedo continuar. Una pequeña lágrima se desliza por mi mejilla y cae sobre el saquito. Lo miro con detenimiento y siento que algo dentro de mí me dice que debo abrirlo. Siempre había estado cerrado, pues para mí, abrirlo es como abrir una puerta del pasado que con tanto esfuerzo había intentado que se quedara cerrada. Sin embargo, me armo de valor, y lo abro. Introduzco la mano en el interior y saco su contenido: dos piedrecitas ovaladas rugosas recubiertas de una especie de tierra negra. Miro a Luca, que parece igual de decepcionado como yo. Segundos más tarde, Luca y yo nos despedimos y me vuelvo a quedar sola en la estancia.
    Observo las piedras con detenimiento en la palma de mi mano, pero, a simple vista, no son más que dos sucias piedras. Aprieto el puño, un tanto enfadada, y las oprimo. Entonces, mi mano comienza a temblar cada vez más rápido. Abro la mano y descubro que lo que vibra no es mi mano, sino las piedras. Están pegadas una junto la otra y la capa de tierra negra comienza a quebrarse. Finalmente, las separo y me percato de que el rugoso y oscuro manto ha desaparecido, mostrando así el azul de la superficie de la roca. Las estudio con detenimiento y las comienzo a acercar. A medida que se aproximan, tiemblan con más fuerza. Dejo de juntarlas cuando la distancia que las separa es de un dedo. Me acerco y me percato que entre ellas, ha surgido una corriente de aire muy caliente. La aproximo aún más. Necesito agarrarlas con fuerza ya que se agitan descontroladamente. Esta vez, el halo de aire caliente es más grande y comienza a hacerse visible. Las arrimo más, y esta vez, solo las separa unos cuantos milímetros. Entre ellas, surgen pequeñas chispas que saltan desbocadamente. Y finalmente, las acerco hasta que se rozan y una enorme llama de fuego surge en medio de estas. Me echo hacia atrás y me toco la cara para comprobar que el fuego no ha quemado mis cejas. Inmediatamente, las alejo una de la otra. Alzo la vista y descubro que la pesa que había dejado delante está ardiendo. Entonces, en mi mente flota una idea una delicada sonrisa se plasme en mi rostro.

    Eva se asoma por la puerta del piso inferior y descubre que los agentes todavía siguen buscándonos, aunque están bastante lejos del Oxigenador. Todos se sientan formando un círculo y comienzan a plantear ideas para deshacerse de los guardias, pero ninguna es buena. Finn se cruza de brazos y agacha la cabeza, mientras que los hermanos Pelletier se muerden las uñas, intentando llegar a un plan.
    -Creo que sé como podemos acabar con ellos.-digo mientras me acerco a ellos. Todos se dan la vuelta para mirarme y descubro la mueca de enfado en la cara de Finn. Justo como me temía.
    -Te dije que te fueras, y me has obedecido. ¿A sí es cómo quieres ganarte mi confianza?-Finn me lanza una mirada asesina, pero yo se la devuelvo.
    -¡Te voy ha decir una cosa, imbécil resentido! ¿¡A caso tienes un palo metido por el culo?! ¡Porque no paras de comportarte como un completo idiota! ¡Si tan importante soy para los rebeldes, creo que debo un cierto respeto! ¡A si que cállate, siéntate y escúchame!-tras eso el silencio es absoluto. Alzo la vista y descubro que todos están mirando a través de la barandilla de las plataformas. Vuelvo a mirar al corrillo, que se han quedado boquiabiertos, excepto Finn, que me mira con una pequeña sonrisa en el rostro.

    -Este es el plan.-nos sentamos en una mesa circular, y yo me alzo, acercándome más a la mesa.-Colocamos en un lugar alejado de la montaña material inflamable. Lo esparcimos por el suelo y formamos un círculo de ese material. Tras eso, les atraeremos hasta esa zona y cuando estén allí, yo les prenderé fuego. No acabaremos con todos, pero sí con la mayoría. Los que queden podréis eliminarlos vosotros.-todos me miran alzando una ceja y frunciendo los labios. Yo me incorporo y me levanto.-Sé que es una idea un tanto descabellada, pero no nos queda tiempo.
    -¿Y se puede saber cómo encenderás el fuego?-me pregunta Lilian, apoyando el codo en la mesa.
    -Tú déjame eso a mí.-luego me giro y les miro a la cara, que muestran una mueca de intranquilidad.-No os preocupéis. Todo saldrá bien. El único problema es… ¿quién se encargará de atraerlos hasta la zona inflamable?-al escuchar la pregunta, todos sonríen y miran a Marion. Segundos después, el silencio es absoluto y yo necesito romperlo y preguntar el motivo de su reacción.- ¿Qué ocurre? ¿Por qué no paráis de mirarla?
    -Sin duda, Marion es quien debe hacerlo.-pronuncia Eva, pasando de mí pregunta. Pero no solo ella pasa de mí. Al parecer, nadie ha prestado atención a mi pregunta. Inmediatamente, todos se levantan de la mesa y se dispersan por la habitación a gran velocidad. Más tarde, aparece Jayden, que lleva una bolsa transparente llena de un extraño papel grisáceo. Tras él, aparece Caz con dos bolsas más y, más tarde, forman una pila de sacos de plástico de esas hojas. Entonces, un fuerte pudor me llega a la nariz, y necesito tapármela para no respirarla.
    -¿Qué es esto?-le pregunto a Lilian mientras me acerco a la bolsa para mirarla mejor.
    -Es papel combustible. Está recubierto de un aceite altamente incendiable. Perfecto para acabar con los agentes.-dice mientras se ríe entre dientes.
    Agarramos las bolsas y, tras comprobar que los agentes todavía no han llegado, salimos al exterior. Avanzamos sigilosamente entre las tinieblas montaña abajo. Andamos casi a tientas hasta que Finn nos indica el lugar para esparcir el papel. Abrimos los sacos y repartimos el material por el suelo, formando un círculo de unos cinco metros de radio. Alzo la vista y descubro con dificultad que la noche está nublada. Perfecto para encender una hoguera.
    Finn, Eva, Lilian, Jayden y el hombre asiático se ocultan entre las máquinas a varios metros del cerco incendiable, mientras que Marion, Caz y yo subimos hasta nuestro Oxigenador, escondiéndonos detrás.
    Pasan los minutos y comenzamos a desesperarnos, pues los agentes no aparecen. Pongo las piedras de fuego (así es como las he bautizado) en cada palma de mi manos, evitando que se acerquen y que provoquen un altercado. Entonces, escuchamos voces a varios metros de nosotras. Marion se gira y me mira fijamente, apoyando su mano sobre mi hombro; las dos asentimos al mismo tiempo sin pronunciar palabra. Luego, sale disparada hacia las tinieblas. Y ahí comprendo porque Marion es la más apropiada para hacer de cebo.  La velocidad a la que corre me deja pasmada. Aunque más que correr, se desplaza por el aire. Los agentes la descubren pero tardan en reaccionar. Más tarde, trotan hacia ella, intentando alcanzarla. Pero son mucho más lentos que Marion. Esta avanza en zigzag dando enormes zancadas y esquivando las balas que les disparan. Los policías recorren el bosque mecánico gritando que se detenga. Pero eso no frena los pies de Marion.
    Una vez los agentes se alejan de nosotras, salgo de nuestro escondite y miro ladera abajo. La silueta de los guardias comienza a difuminarse entre la oscuridad, y sé que en cualquier momento tendré que actuar. Pero,  ¿y si fallo? ¿Y si no estoy preparada para enfrentarme a esto? El miedo se apodera de mí y provoca que comiencen a temblarme las manos. Trago saliva e intento calmarme. Me pongo en posición, con las piedras fuego en las manos, y el corazón se me acelera. Cierro los ojos y respiro profundamente hasta que escucho un grito.
    -¡Hazlo ahora, Alice!
    Automáticamente, deslizo las piedras una con la otra. Varios brazos de un extraño fuego azul surgen de ellas y cuando las separo saltan millones de chispas. De inmediato, las chispas se convierten en una llama que crece y crece y finalmente, sale disparada, transformada en una enorme lengua de fuego que ilumina todo a su paso.
    A lo lejos, veo como el cerco combustible prende, y una enorme llama se alza anta mis ojos. Bajo corriendo para comprobar que todo ha ido como planeábamos.
    Casi todos los agentes perecen bajo las llamas, quejándose de dolor. Miro alrededor y veo que Marion ha conseguido huir del fuego. Solo una docena ha conseguido escapar, pero el resto pelea contra ellos.
    Veo a Jayden luchar contra un guardia, y en pocos segundos, termina con él. Parece como si llevara peleando toda su vida. Pero quien más me sorprende es Finn. Es una autentica máquina de combatir. Uno de ellos se acerca y este arremete un puñetazo contra su mandíbula, rompiéndosela. Me giro y veo a Eva, que derriba a uno de los agentes dándole una fuerte patada en el estómago. De pronto, otro se acerca a ella por sus espaldas y la agarra del cuello. Echa su cuerpo sobre el suyo, impidiéndole que pueda soltarse. Entonces, saca una navaja y se la pone en cuello de esta. Yo me quedo paralizada sin saber que hacer. Pero si no actuó pronto, la matarán. Y no estoy dispuesta a perder a alguien. Ahora no.
    Como un acto reflejo, me acerco rápidamente hacia ellos y golpeo con mi puño la nariz de él, que cae al suelo. El cuchillo sale disparado y el agente se lleva las manos a su nariz, ahora rota y ensangrentada. Me acerco a él y le miro. Dentro de mí, siento remordimientos por lo que estamos haciendo. Pero ese sentimiento desparece al instante. Ellos me arrebataron a mi familia. Levanto la pierna y la dejo caer con rabia sobre su pecho. Bajo mi pie, noto como varias de sus costillas se quiebran. Esta agoniza hasta que, finalmente, deja de respirar.
    Miro a mí alrededor. Hemos acabado con todos. Quizá haya esperanza y podamos derrotar al Gobierno.
    El fuego comienza a crecer gracias al viento, pero Caz aparece con varias personas a sus espaldas, dispuestos a extinguirlo.
    Cuando se apaga y lo único que quedan son las cenizas y los cuerpos calcinados de los guardias, Finn me mira fijamente y se acerca a mí. Bajo la cabeza y aprieto los puños, esperando recibir una reprimenda por haberme inmiscuido en la lucha. Pero no es así. Me pone la mano en el hombro y me levanta la cabeza con delicadeza.
    -Bienvenido a los rebeldes, Alice. 

sábado, 11 de agosto de 2012

En tierra quemada: Cap. 4


4
El bosque mecánico

    Eva me extrae de mis pensamientos tirando de mí brazo. Cojo la mano de Luca con fuerza y nos alejamos de mi casa. Mientras avanzamos, me giro y veo una silueta que se asoma por la ventana de mi casa. Es el agente que había intentado violarme en los servicios. Entrecierro los ojos para observarle mejor y descubro que, plasmada en su rostro, yace una siniestra sonrisa que me eriza el vello. Bajo la cabeza y miro a Luca. Sus ojos están hinchados y enrojecidos de tanto llorar pero su rostro no muestra ningún tipo de sentimiento; únicamente observa el suelo mientras corremos. Marchamos entre las estrechas calles hasta que, al llegar a la desembocadura de una, Eva se para de improvisto, tirándome al suelo. Seguidamente, me levanta con fuerza y tira de mí hasta el interior del paseo. Nos agazapamos detrás de un enorme y mugriento contenedor de basura y Eva agarra una de las armas entre las manos. Tres agentes acaban de entrar en la calle en nuestra búsqueda. Aprieto con fuerza la mano de Luca y le abrazo, pero él sigue sin inmutarse. A pesar de que quiero ser fuerte, cuando le miro a los ojos lo único que veo es miedo y tristeza; y eso me corrompe por dentro. Miro hacia otra dirección y observo a Eva, que parece estar pensando en sus cosas. Segundos más tarde, cuando los agentes están a punto de descubrirnos, ella me vuelve ha agarrar de la mano y tira de mí con todas su fuerzas, delatándonos. Corremos y corremos, intentando huir de la policía. Entonces comienzo a escuchar como nos disparan y el corazón se me acelera. Empujo a Luca delante de mí para que no reciba ninguna bala y me suelto de la mano de Eva. Rápidamente, asgo la pistola que tengo enganchada en el cinturón y, cerrando los ojos con fuerza, disparo descontroladamente hasta que el cartucho de balas se agota. Abro los párpados y descubro que no he dado en ninguno de los agentes. Es más, ni siquiera se han acercado. Los guardias miran a su alrededor, atónitos, y segundos después se preparan para volver a atacarnos. Entonces, los brazos de Eva se enlazan en mis hombros y alza el arma. Tres disparos limpios y certeros atraviesan la frente de los agentes. Luego me suelta y me mira fijamente. Yo espero a que me grite o, incluso, a que me pegue, pero no lo hace. Simplemente mira a mis ojos y yo miro los suyos. Y entiendo lo que significa: ahora mismo somos lo más buscado, y si no nos damos prisa, nos encontrarán.
    Corremos y corremos hasta llegar a las afueras de la ciudad. Sinceramente, no sé cuanto tiempo hemos estado corriendo, pero ha sido bastante. Nos sentamos en el suelo, ocultándonos detrás de la última casa de la ciudad, para coger aire y descansar. Alzo la vista hacia lo que tenemos delante. Las montañas Ebany se abren ante nuestros ojos. Un monte de varios metros de altura sin vegetación alguna crece bajo nuestros pies. El sol comienza a ocultarse detrás de la montaña y la sombra que produce sepulta varios metros a su alrededor. De pronto, alguien me empieza a hablarme y me extrae de mis pensamientos.
    -¿Estás bien, Alice?-Eva se sienta junto a mí y se apoya en mi hombro. Yo asiento, intentando sonreír. Entonces me derrumbo. Comienzo a llorar descontroladamente y no puedo parar. Siento que la muerte de mis tíos me supera y que me impide que siga adelante. Ésta me abraza con fuerza, tratando de calmarme y de consolarme. Abro la boca para gritar, pero no puedo. Lo único que sale de mi boca que un grito ahogado. Intento moverme y responder a su abrazo, pero me he quedado paralizada por la pena que siento. Me cuesta respirar y algo en mi interior me produce un insoportable dolor. Luego, noto que algo coge mi mano con delicadeza. Giro la cabeza y miro entre lágrimas a Luca, que se había agarrado en mi mano. Por fin, veo en sus ojos un sentimiento de tristeza. Pero a pesar de eso, me muestra una gran sonrisa. Eso hace que me calme por fuera, peo no por dentro.
    Eva me tiende la mano y, después de enjugarme las lágrimas, la acepta y nos ponemos en marcha de nuevo. El sol se ha ocultado completamente tras la montaña y la oscuridad comienza a ser casi absoluta. Nos dirigimos a uno de los caminos que tiene el monte y subimos la pendiente todo lo rápido que podemos. No paramos a descansar en ningún momento, pues como no hay vegetación, seríamos un blanco fácil. Un par de horas más tarde conseguimos llegar a la parte más elevada de la montaña. Comienzo a jadear, fatigada, y necesito hacer pequeñas paradas para descansar. Sin embargo, Eva no se detiene en ningún momento. Me incorporo y, tras agarrar a Luca de la mano, continuamos avanzando. Esta vez el camino es completamente horizontal; y eso me gusta, ya que empezaba a estar harta de subir cuestas. El frío en lo alto de la montaña es insoportable. Mi piel está congelada y el aire que se respira está tan gélido que, cada vez que doy una bocanada, se me hielan las vías respiratorias. Luca me abraza con fuerza y yo le rodeo con los brazos para que podamos entrar en calor, pero la diferencia de temperatura es casi nula. Segundos más tarde, miro a Eva, que parece no importarle que estemos a bajo cero. En todo el trayecto no ha abierto la boca en ningún momento. La observo con detenimiento y  me doy cuenta de que parece que está buscando algo en el suelo.  Yo la imito y clavo la vista en la superficie. La estudio con detenimiento, y me percato de que andamos sobre tierra quemada. El color del suelo es mucho más oscuro que la de la tierra por la que andábamos anteriormente. Entonces recuerdo que, hace unos días, el día de mi cumpleaños, cuando llegué al colegio me di cuenta de que estaban quemando algo en lo alto de las montañas Ebany. Alzo la vista del suelo y me asombro al ver lo que tengo delante. Delante de mí crece un enorme Oxigenador. Nunca había visto uno de cerca. Mide unos 48 metros de alto y es de un color verde oscuro. La forma que tiene de faro de impresiona bastante, y me alejo para observarlo mejor. Agacho la cabeza y miro el suelo. Alrededor de éste se abre un enorme cerco de tierra oscura. Me agacho y rozo la yema de mis dedos por la superficie. Observo con detenimiento la mancha negra que se ha quedado plasmada en los dedos y me doy cuenta que aquí la tierra también está quemada. Además, por lo que parece, las paredes del Oxigenador también están calcinadas. Me doy la vuelta para preguntarle a Eva si sabe algo sobre el incendio, pero para mi sorpresa, ella continuaba andando, ahora bajando por el otro lado la montaña. Sin embargo, yo no la sigo. Hay algo que me llama la atención. Cientos de Oxigenadores se abren ante mis ojos, llegando hasta donde alcanza mi vista. La oscuridad de la noche y el siniestro sonido que producen dan al paisaje escalofriante. Tanto, que al descubrirlo el corazón se me para y mi instinto me dice que no entre. Y entonces comprendo donde estoy. Hay una leyenda en el pueblo que dice que detrás de las montañas Ebany crece un inmenso bosque. Un bosque donde no hay vida. Tan pérfido que hace que los latidos del corazón se detengan. Sin duda, estamos en el bosque mecánico.

    Agarro con fuerza a Luca y lo atraigo hacia a mí. Miro hacia el interior del bosque mecánico y descubro que Eva continúa andando, sin importarle donde se encuentra. Segundos más tarde, esta desaparece entra la oscuridad. Cuando esto ocurre, me quedo paralizada, sin saber que hacer. Si no actuó pronto me quedaré atrás, porque no tiene pinta de que Eva vaya a venir a por mí. Entonces me armo de valor, trago saliva y me adentro a las tinieblas. Es como en las películas de terror, cuando la típica rubia tonta entra en el desván cuando escucha un espeluznante ruido y baja para ver si el sicópata asesino la espera ahí. Pues es este momento, yo soy la rubia tonta.
    Bajo la cuesta mirando por donde piso. Aunque de poco me sirve, ya que la oscuridad es prácticamente absoluta. Avanzo abrazando a Luca y esquivando a los Oxigenadores. El ruido que generan provoca que la piel se me erice. Alzo la vista e intento mirar el cielo, pero lo único que consigo ver son las copas de las enorme máquinas sobre mi cabeza. De repente, escucho un ruido que proviene de detrás de uno de esos mecanismos. Me quedo quieta y me interpongo delante de Luca para protegerlo. Avanzo con cuidado, bordeando la máquina. Me apoyo sobre la pared del Oxigenador y asomo la cabeza; suspiro al averiguar quien hay detrás. Eva se encuentra enfrente de mí, con los brazos cruzados y arqueando una ceja. Yo salgo de mi escondite y me limito a mirar al suelo y a seguirla. Ninguno de los tres dice nada durante el camino hasta que, finalmente, Eva rompe el silencio.
    -Ya hemos llegado.-dice al pararse enfrente de la puerta de una de las máquinas. La verdad, es que no me hace mucha gracia entrar dentro, pero no tengo alternativa. Vacilo un instante y, seguidamente, entro. Abro los ojos como platos al ver lo que me espera en el interior. El Oxigenador esta hueco y cientos de farolillos alumbran la estancia. Dentro, hay muchísima gente, y por lo que parece, son de distintos lugares y países. Las voces de las personas vuelan por la sala provocando mucho alboroto. Sin embargo, en el exterior, no se escuchaba más que el sonido de las demás máquinas. Alzo la cabeza y miro hacia el techo, pero me es difícil verlo con claridad, pues está demasiado alto. Pero es eso no es lo que me llama la atención. Varias plataformas de acero crecen alrededor de la cilíndrica pared, formando una especie de espiral. Y encima de ellas hay más gente. De repente, una voz familiar me extrae de mis pensamientos.
    -¡¿Qué hacen ellos aquí!?-Finn, el chico que había conocido en la fiesta días atrás, aparece delante de nosotros, y esta vez no lleva ninguna prenda que me impida verle la cara. Su cabello blanco cae ligeramente sobre su rostro, que muestra una mueca de rabia. Sus ojos grises se posan sobre mí, y yo aparto la mirada. Una pequeña cicatriz de quemadura yace sobre su ceja derecha, y por lo que parece, es bastante reciente.
    -¡No te enfades!-Eva se separa de nosotros y se dirige hacia él.- ¡Ella y su hermano acaban de…!-ella se detiene y, después de mirarnos, baja el tono de la voz.-Acaban de perder a sus tíos y se han quedado solos. Debemos ayudarlos.-Finn se calma pero no le hace cambiar de opinión.
    -Eso no es de mi incumbencia. No quiero que se queden.-Finn intenta largarse, pero Eva le agarra del antebrazo.
    -Necesitan nuestra ayuda.-vuelva a repetir Eva.- ¿No es eso acaso lo que hacemos aquí? Ayudar a los que lo necesitan, a los que han sido maltratados por el Gobierno, a los que quieren el cambio. Además, ella es la única que nos puede guiar hacia la victoria.
    -Está bien. Que se quede.-masculla Finn entre dientes, después de una larga pausa. Luego se acerca a mí y me mira fijamente.-Pero no esperes que confíe en ti. Debes ganarte mi fe.-y tras eso, se marcha de mi lado y desaparece entre la multitud.
    -Ven Alice.-Eva me alarga la mano mientras mira entre la gente.-Quiero presentarte a alguno de los nuestros. Pero antes, cero que Luca debería ir a descansar.
    -¿Dónde?-alzo los hombros y cojo a Luca de la mano.
    -Allí arriba…-y tras decir eso, me indica con el dedo índice una de las plataformas que hay sobre la pared.-Seguidme.-Eva avanza entre el gentío y yo y Luca la acompañamos. Llegamos a la pared, donde un interruptor se posa sobre ella. Ésta lo pulsa y, de la nada, aparece un enorme ascensor hecho con madera y metales. Subimos en él, y después de que el elevador chirriara, comienza a ascender. Pero no es un ascensor normal. En vez de subir hacia arriba en línea recta, asciende avanzando diagonalmente, siguiendo una estructura en espiral, similar a la posición de los entarimados. Segundos más tarde, se detiene en la tercera plataforma. Vista desde aquí, el tablero es mucho más grande y una enorme cúpula de cristal la cubre. Dentro de ésta, hay más niños y niñas que corretean jugando entre ellos. Luca, tras vacilar un instante, se suelta de mí y se dirige hacia un niño de más o menos su edad de tez oscura.
    -No te preocupes. Aquí estará bien.-me dice Eva al percatarse de la mueca de preocupación de mi rostro. Yo asiento y subimos con el ascensor hacia sexta plataforma. Me asomo por la barandilla del elevador y veo que estamos a varios metros de altura. Eva enlaza su brazo con el mio y me lleva al interior, el cual está lleno de camillas, armarios blancos y botiquines.-Esta es la enfermería.-pero no estamos solas. Una mujer rubia de piel pálida y pecosa se encuentra al final de la estancia. Segundos más tarde, se da la vuelta y se acerca a nosotras con una sonrisa. Por su aspecto, diría que tiene unos treinta y nueve años. Sus enormes ojos azules se posan sobre mí, y al verme, su sonrisa se hace más amplia.-Ella es nuestra doctora Czarina Petrova. Es de Rusia.
    -Encantada de conocerte, Alice.-ella se acerca a mí y me abraza. Se puede percibir de donde viene perfectamente, pues su acento es muy pronunciado y su voz es muy grave.
    -Lo mismo digo Coz… Catri…-la lengua se me traba al intentar pronunciar su nombre y agacho la cabeza, un tanto avergonzada.
    -Puedes llamarme Caz. Aquí todos me llaman así.-se ríe mientras apoya su mano sobre mi hombro.
    -Bueno, Alice, te dejo un momento con Caz. Debo ir a hablar con Finn.-y tras eso, Eva se marcha con el ascensor, dejándonos solas. Caz continúa sonriendo hasta que, de repente, deja de sonreír y se acerca bastante a mí. Tan cerca que consigue intimidarme.
    -Menudo morado tienes en el pómulo.-pronuncia rozándome el cardenal provocado por el golpe contra el suelo días atrás.-Ven conmigo.-Caz se dirige hacia el final de la plataforma y me sienta en una camilla. Luego, de un enorme botiquín, extrae un frasco lleno de un ungüento blanco. Introduce los dedos en él, impregnándolos, y me embadurna la mejilla. Yo doy un respingo al sentir el frío bálsamo en mi piel.
    -Oye, Caz, ¿cómo es que sabías mi nombre?-pregunto mientras levanto de la camilla.
    -Aquí todo el mundo sabe quién eres. Tú y tu hermano Luca.-cierra el frasco y lo guarda dentro del botiquín.-Tus padres fueron muy importantes para nosotros. ¿Sabes? Yo conocí a vuestros padres.
    -¿En serio?-alzo la voz, sorprendida.
    -Si…-Caz se sienta en la camilla, junto a mí, para estar más cómoda.-Era gran amiga de tu madre. Y tu padre era muy amable conmigo.
    -¿Y cómo os conocisteis?
    -Nos conocimos cuando perdí a mi hija. El Gobierno me la arrebató. Se la llevaron de mi lado…-Caz se lleva la mano a los ojos y se enjuga las lágrimas, que estaban a punto de derramarse.-Tus padres vieron como me la quitaban, y ellos se ofrecieron para ayudarme.-Caz aparta la mirada de mi y esconde su rostro detrás de su hombro. Yo coloco mi mano sobre su mano intentando calmarla. Silenciosos segundos más tarde, me vuelve a mirar y sonríe.-Eres muy parecida a tu madre, Alice.-yo sonrío y apoyo la cabeza sobre su hombro, como si nos conociéramos de toda la vida.
    -¿Sabes por qué está quemado el primer Oxigenador?-cuestiono, intentando cambiar de tema.
    -Eso no es algo que yo deba decir…-Caz se levanta y se dirige hacia la barandilla que hay al final de la plataforma.
    -¿Alguien aquí puede decirme que pasó?-curioseo, acercándome  a la baranda.
    -Si… él.-y tras eso, señala a alguien en la sala central de la máquina. Señala a Finn.
    Entonces, el característico sonido del ascensor nos interrumpe. Eva volvía a por mí. Yo me despido de Caz y la acompaño. El elevador comienza a subir, pero esta vez, se detiene al llegar a la antepenúltima plataforma. Asomo la cabeza por la barandilla y observo lo lejos que está el suelo. Necesito agarrarme a Eva ya que me he mareado al ver la distancia a la que estamos. Esta me sujeta con fuerza y me lleva dentro de la cúpula de cristal. Esta habitación esta repleta de sacos de boxeo y artilugios para ejercitarse.
    -Este es el gimnasio.-dice Eva mientras un chico más alto que yo se acerca a nosotras. Tiene la piel morena y el cabello negro. Sus ojos castaños se posan inmediatamente en mí, al igual que ocurrió con Caz.-Este es Lilian Pelletier. Él y su hermana son de Francia.
    -Bienvenida a los rebeldes, ojos verdes.-dice mientras se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Yo doy un brinco hacia atrás cuando el me besa y le observo detenidamente. La verdad es que es muy atractivo. Además, su acento le hace ciertamente irresistible.  
    -¡Lilian!-la voz de una chica con acento francés se escucha tras él.- ¿Se puede saber qué hace ligando con ella?
    -Ella es la pesada de mi hermana mayor, Marion.-ella se pone al lado de Lilian y me sonríe fríamente. Él tendrá unos cinco años más que yo y ella parece tener casi treinta. Sin embargo, los dos son muy parecidos al igual que atractivos.
    -Tú debes de ser Alice, ¿no?-pronuncia mientras se alisa su cabello oscuro con los dedos. Yo asiento y abro la boca para hablar, pero alguien a mis espaldas me interrumpe.
    -¿Alice? ¿Eres tú?-yo me giro y abro la boca al descubrir quien había hablado. Jayden. Como un acto reflejo, me abalanzo a sus brazos y lo abrazo con todas mis fuerzas y, seguidamente, lo beso en los labios. Casi de inmediato, me aparto de él, avergonzada por haberlo besado tan bruscamente.
    -Menos mal que estás bien.-mascullo, intentando evadir lo que acababa de hacer.-Empezaba a preocuparme.
    -No te preocupes más. No hay nada que me pueda hacer daño.-se ríe mientras se acerca a mí.
    -¿Qué ocurrió después de que me marchara en la fiesta?-pregunto jugando con los dedos de mis manos.
    -Eva me ayudó a escapar. Llegamos a mi casa y mis padres y yo nos largamos con ella aquí.-Jayden se acerca a mí me roza suavemente la mejilla sana con los dedos.-Te he echado de menos.-mi corazón se acelera y yo necesito acercarme más a él. Pongo mis manos sobre su nuca e intento besarlo de nuevo, pero alguien nos interrumpe.
    -Por favor, marchaos a vuestras habitaciones. No queremos potar.-se burla Marion mientras se ríe. Jayden le lanza una furiosa mirada y me lleva al ascensor, y tras pulsar un botón, bajamos varias plataformas, hasta llegar a la octava. Jayden me coge de la mano y nos apoyamos en la barandilla. Durante varios minutos, nos miramos fijamente sin decir nada, pues sobran las palabras, hasta que Jayden comienza a hablar.
    -Me he enterado de que tus tíos…-pero se calla al ver mi expresión en mi cara. Sus palabras me habían hecho recordar y ahora me siento triste y cansada.-Quiero que sepas que yo siempre estaré contigo, pase lo pase…-yo asiento intentando sonreír.
    -Mañana continuamos hablando. Necesito descansar. Hoy ha sido un día muy largo.-me despido de él y me alejo pero este me agarra de la muñeca. Me atrae hacia él y, tras una leve pausa, roza sus labios con los míos. Este último beso es muy delicado, peo la sensación que noto dentro de mí es inmensa. Nos separamos lentamente y, al cabo de un par de segundos, Jayden se marcha.
   En esta habitación, toda esta lleno de pequeñas camas, que al parecer, no son muy cómodas. Miro a mi alrededor y descubro que las cosas que he traído de mí casa están sobre uno de los lechos. Aparto los sacos y la mochila de ella y, tras ponerme el pijama, me meto en la cama, tapándome con todas las mantas. Sin embargo, me cuesta quedarme dormida. No puedo dejar de pensar en mis tíos, en mis padres y en que todo esto me supera.
    Instantes después, Eva aparece y se tumba en la cama siguiente a la mía.
    -¿Cómo te encuentras?-me pregunta después de varios largos segundos de silencio. Yo asiento, intentando ocultarme bajo las mantas, y ella comprende que no quiero hablar del tema.-Mañana hablaré con Finn para que cambie de opinión sobre ti.-cuando me dice eso, recuerdo lo que Caz me había dicho momentos antes. Si quiero saber por qué hubo un incendio días atrás debo preguntárselo a él.
    -Eva, ¿qué puedo hacer para ganarme la confianza de Finn?-pregunto, asomándome a través del edredón.
    -Simplemente, se tú misma. Cuando llegue el momento, Finn sabrá que debe confiar en ti.

    Me despierto a madrugada, congelada. Todo el mundo duerme en sus camas, excepto yo. No sé porque me he despertado, pero es como si tuviera la sensación de que debía hacerlo. Me doy la vuelta y miro a Eva, que duerme con la boca abierta, produciendo un leve sonido. Después, observo a Luca, que yace en el lecho que hay enfrente del mío. Me levanto y me abrigo con una chaqueta roja que cogí de casa. Avanzo con cuidado entre los catres hasta que llego al ascensor. Me subo en él, y baja recorriendo la pared en forma de espiral hasta que llega a la planta baja. La oscuridad es casi absoluta y hace tanto frío que el vaho asoma por mis labios. Me dirijo hacia la puerta y salgo al exterior. Un fuerte torrente de aire me golpea, revolviéndome el cabello. Me agacho y cojo una piedra; marco la puerta con una diminuta equis y me alejo del Oxigenador. No se porque estoy andando o ha donde voy. Simplemente sigo mi instinto.
    Avanzo entre las tinieblas mirando por donde piso, pues en el suelo hay escarcha. Pero me quedo quieta al escuchar varias voces. Me escondo detrás de una máquina y me asomo, intentando vislumbrar quienes estaban hablando. El miedo se apodera de mí al ver que cientos de agentes armados hasta e cuello acaban de entrar en el bosque mecánico. Seguramente han seguido nuestro rastro. Corro hacia la puerta todo lo rápido que puedo hasta que entro. Sin embargo, doy un respingo al descubrir que alguien me esperaba en el interior.
    -¿Qué estabas haciendo fuera, Alice?-me pregunta Finn, clavándome sus grises ojos sobre los míos. Abro la boca para poder hablar, pero no me salen las palabras. El miedo y el cansancio se apoderan de mí. Finalmente, consigo hablar.
    -Ahí fuera hay cientos de agentes buscándonos. Y es cuestión de minutos de que nos encuentres…