sábado, 17 de marzo de 2012

1º Novela: Cap. 10


10
El amor se respira en el aire

  Sean bajó las escaleras, rozando la barandilla con su mano. Se dirigió a la entrada y agarró las llaves que había sobre la mesa.
  -Mamá, me voy al centro comercia.
  La señora Stewart era una mujer delgada y alta, con un largo cabello rubio que le llegaba hasta la cintura.
  -Está bien, pero no vuelvas tarde.-se acercó a Sean y le colocó bien la camiseta gris de cuello de pico.
  -Mamá, no seas pesada…-Sean la apartó
  -Lo siento, a veces se me olvida que ya no eres mi pequeño.-su madre puso la cara larga.
  -Yo siempre seré tu pequeño.-Sean se acercó y le dio un besito en la mejilla. Amaba a su madre.
  Tras eso, salió de su casa y comenzó a andar hasta su BMW blanco.
  Se sentó en el asiento de cuero claro del piloto y arrancó el coche.
  Tras un rato de conducción, abrió la ventanilla para que el fresco aire rozara su piel. Disfruto de aquella sensación. Llevaba mucho estrés acumulado.

  Llegó al centro comercial y aparcó el vehículo en el garaje interior del lugar.
  Entró dentro y subió las escaleras mecánicas hasta la primera planta, lugar donde se encontraban las tiendas de ropa.
  Quería comprarse el traje para la fiesta de Las estrellas y salir de allí cuanto antes. Odiaba ir de compras.
  Entró en Armani y tenia decidido que esa sería la única tienda a la que pensaba entrar. Fue a la sección masculina y miró alguna prenda para poder probarse. Si, sin duda, odiaba ir de compras.
  Tras un momento de indecisión, se decantó por un traje negro a juego con una camisa blanca (la verdad es que casi toda ropa elegante de hombre era muy parecida)
  Se metió en un probador y se metió entre la tela de la indumentaria. Se observó en el espejo pero decidió salir y poder verse mejor.
  -Te queda muy bien.-una voz se escuchó detrás de Sean.
  Sean se dio la vuelta, intrigado y observó quien había hablado.
  Una chica de blanca piel estaba plantada unos pasos tras él.  Tenía el cabello de distintas tonalidades rubias y corto, hasta los hombros. Sus ojos eran celestes y destellaban a la luz de los focos del techo. Lucía una corta falda de encaje rosa palo y una colorida camiseta de pequeñas flores de cuello ancho.
  -Perdón, siento haberte molestado.-se dio la vuelta y comenzó a andar.
  -¡No espera!-Sean la llamó. No sabía porque lo había hecho, como si hubiera sido un acto reflejo.
  Ella se acercó.
  -Mm… no molestas,…-se sentía un poco incómodo.-Espera, empecemos de nuevo. Hola, me llamo Sean.
  -Encantada Sean.-ella se rió.- Me llamo María.-se pasó la mano por la frente para apartar un mechón de la cara.-Y dime, ¿qué has venido a hacer en el centro comercial?
  -Tenía que comprarme el traje para la fiesta de Las estrellas, ¿y tú?-Sean no paraba de rascarse el cuello. Estaba muy nervioso.
  -Dentro de unos días es el cumpleaños de mi padre y había pensado en regalarle una camisa.
  Los segundos restantes eran dominados por el silencio, pero se rompió cuando los dos saltaron a hablar al mismo tiempo. Se rieron al unísono.
  -Me gustaría conocerte.-dijo Sean. ¿Fue un acto reflejo o es que empezaba a sentir algo por aquella desconocida?-Déjame que te invite a algo.
  -Claro…-María sonrió tímidamente y clara piel se tiñó de un tono rosáceo.

  Sean y María no paraban de reírse.
  Estaban sentados en la terraza de una de las cafeterías, tomándose unos batidos.
  -… y luego salté y me caí al suelo.-María había estado contándole una anécdota de su vida y Sean no podía evitar reírse.
  -Cambiando de tema, ¿con quién vas ir al fiesta de Las estrellas?-pregunta Sean antes de dar un sorbo al sorbete.
  -La verdad es que no pensaba ir.-María agachó la cabeza.
  -¿Por qué?-Sean frunció levemente el ceño.
  -Porque no tengo pareja.
  -Yo tampoco tengo la verd… un momento, puede que te parezca un poco extraño ya que nos acabamos de conocer pero, ¿te gustaría ir al baile conmigo?
  -Mm… esta bien.-María se quedó mirándole detenidamente y sonrió.
  Tras eso, una camarera apareció y les dejó la cuenta en la mesa.
  Sean sacó el monedero y lo pagó.
  Se levantaron de sus sillas y pasearon por el centro. Sus manos se rozaban a cada paso que daban y eso le encantaba.
  De pronto, el móvil de Sean sonó. Era un mensaje de su madre. Lo leyó y lo cerró. María no puedo evitar mirar el fondo del teléfono en el que Sean estaba con otra chica: Alessia.
  -¿Quién es ella?-quiso saber aunque de inmediato supo que no era de su incumbencia.
  -Era mi amiga Alessia.-Sean cambió la mueca de su cara.
  -¿Era?-María arqueó una ceja.
  -Si… murió hace unos meses.
  -Lo siento mucho, de verdad.-María le agarró de la mano.   
  -No pasa nada. Ya está todo olvidado.-Sean la miró.- ¿La conocías?
  -No, aunque su cara me es familiar…
  -Seguro que la has visto alguna vez. Era muy popular por aquí.
  Entonces, María se puso de puntillas y le dio un cariñoso beso en la mejilla.
  -Vaya…mm…-Sean era muy patoso para estas situaciones.-Se está haciendo tarde. ¿Te gustaría que te llevara a casa?
  -Claro, había venido andando.-María entrecerró su claros ojos y sonrió mordiéndose el labio.
 
  Salieron del centro comercial y se dirigieron al aparcamiento. Se quedaron parados enfrente de su coche.
  -¿Dónde quieres que te lleve?-preguntó Sean, sacando las llaves del vehículo.
  -A la calle Hill Street. Está muy cerca de aquí.
  -Está bien.-Sean alzó la mira y se percató de que María le estaba mirando.
  -¿Qué ocurre?
  Entonces María se acerco y le besó delicadamente en los labios. Solo duró un instante.
  -Lo siento mucho. Que entupida he sido. Lo siento de verdad. Mejor me vuelvo andando.-María se separó de él, pero este la agarró y se la acerco, volviendo a rozar sus labios con los suyos.
  María colocó sus manos la nuca y este las puso en la cintura, atrayéndola hacia él. Ella le mordió delicadamente y este se dejó llevar. Su pulso se aceleró y el cuerpo y notó como el cuerpo de María se calentaba. Sean comenzó a respirar fuertemente por la nariz y entonces sus labios se separaron. María tragó saliva.
  -Vaya…-María aun estaba agarrada a su nuca.
  -Si, vaya…-parecía una entupida conversación de besugos.
  Sean se rió y los dos entraron en el coche.
  María miró a la alfombrilla del automóvil. Estaba pisando algo. Se agachó y lo cogió. Era una pequeña nota.
  -¿Qué es eso?-pregunto Sean, mirándola sus azulados ojos.
  -No se. Me lo acabo de encontrar aquí.-dijo María señalando el suelo.
  Sean la asió y la desplegó. La leyó para sus adentros.

Recuerda Sean. Yo siempre estoy vigilando.

  <<Mierda, mierda y mierda>>pensó. Giró la cabeza y miró tras la ventanilla, pero no había nadie. Estaban solos en el aparcamiento. 

miércoles, 14 de marzo de 2012

1º Novela: Cap. 9


9
No confíes en nadie
  <<Un brillante y precioso Sol se dejaba ver tímidamente a través de las bajas montañas de Cherry Hills Village.
  La gente estaba fuera de los bungalows, aún los pijamas puestos.
  Las fiestas de  Nathan Bloom, dueño del lugar, eran conocidas por durar casi dos semanas. Todas las noches hay una fiesta, mientras que por las mañanas la gente puede disfrutar de la playa, la piscina privada y demás lujos innecesarios.
  Alessia salió de la casita de color lavanda junta Sara y Emm. Tenía el pelo alborotado y los ojos entrecerrados ya que la claridad le molestaba. Se llevó la mano a la boca y bostezó.
 Las viviendas estaban situadas de manera que formaba un círculo. En el centro había un pequeño escenario. Nathan se subió en el, micrófono en mano.
  -¡Buenos días! Espero que la fiesta de anoche no pasara factura.-todo el mundo ríe.- Y aunque así fuese, ¡la fiesta continua! Esta noche realizaremos “El camino hacia cima”. Supongo que ya sabéis lo que es, ¿no?-el gentío asiente, atontados por el sueño. “El camino hacia la cima” se ejecutaba todos los años. Consistía en  subir hasta lo alto de la montaña únicamente con una cantimplora y algún otro objeto como un móvil, una cámara, etc. Siempre que se hacía alguien se perdía y no volvía a parecer hasta después de unos días.- Esto comenzará a las 20.30 y acabará a la 1.30. El ganador se llevará este increíble Jaguar deportivo color rojo.- Nathan señaló aun coche aparcado varios metros detrás de él.
  La muchedumbre comenzó a disiparse tras haber finalizado el discurso.
  Alessia se reunió con Sean, Daniel y Marine, que se hospedaban en diferentes bloques.

  La luz del Sol golpeaba directamente en las gafas de Gucci de Alessia. Llevaba puesto un bikini  morado que dejaba ver su esbelta figura. Su rubio cabello caía sobre su torso semidesnudo. Estaba tumbada en una hamaca cerca de la orilla del mar. Agarraba una copa hecha de medio coco, mientras que en la otra mano sujetaba un cigarrillo.
  -¿A llegado ya Mallory?-Alessia da un sorbo a su zumo de coco.
  -Si, ha llegado esta mañana.-afirma Sara, que lucia también un bikini azul oscuro.
  -Y nadie la ha visto llegar, ¿no?
  -Mm… creo que no.-Sara frunce el ceño, pensativa.
  -¿Nos puedes decir de que va todo esto de una vez, Alessia?-Marine hecha un chorro de ron a su zumo de naranja que sujetaba entre las manos. Llevaba unos shorts blancos y la parte de arriba del bañador.
  -Esta bien…-Alessia se incorporó.-Esta noche pensaba gastarle un gran broma a Mallory. Veréis, Sara la llamó hace unos días para decirle que también había sido invitada a la fiesta, cuando en mentira. Entonces, esta noche, en la escapada a la montaña, le daremos un susto tan grande que saldrá corriendo. Y cuando la descubran y averigüen que no estaba invitada  sabréis lo que pasará…
  -¡No me digas que…!-Sean abrió la boca y sonrió.
  -Exacto…-Alessia puso una sonrisa siniestra.
  El año pasado en la fiesta se colaron una pareja de novios y cuando los pillaron no le dieron importancia. Pero a la mañana siguiente aparecieron desnudos, con las manos atados y corriendo por el centro de la ciudad.
  -Y, ¿por qué quieres hacer esto?-A Emm no le hacia mucha gracia.
  Alessia sonrió como respuesta. El año pasado Mallory y Alessia tuvieron una gran discusión que al final solucionaron. Pero Alessia no jugaba para empatar. Jugaba para ganar. Y ahora era la hora de su venganza…
  -Pero, ¿seguro que no pasará nada?-Preguntó Emm, que tenia un mal presagio.
  -Claro que no. Está todo controlado…-Alessia arqueó una ceja, con una mueca de alegría sobre la cara. >>

  Emm corría en la oscuridad. No había salida. Por más que avanzaba no conseguía salir de esa tiniebla. Finalmente, llega a un largo pasillo si  apenas luz, lleno de espejos lúgubres. Al final del pasadizo se abre ante ella una gran puerta son una estrella sobre ella.
  De pronto, Emm escucha un grito. Inmediatamente gira la cabeza para ver quien es. Para su sorpresa, se da cuenta de que alguien encapuchado la está persiguiendo. Asustada, Emm comienza a acelerar hacia el portón.
  La puerta se abre y vivas luces salen de ella. La gente está bailando y se escucha una rítmica música.
  A pesar de que avanzaba a gran velocidad, aquella persona era más rápida que ella.
  Vuelve a tornar la cabeza y descubre que le está pisando a los talones.
  Por fin, consigue llegar hasta la puerta, pero esta se cierra en sus narices con un portazo. La estrella situada sobre ella se tambalea y cae al suelo haciéndose añicos. Su luz desaparece entre la oscuridad.
  Emm se da la vuelta completamente. Aquel ente ya está allí, con los brazos alargados para agarrarla.
  Entre  la negrura que proporciona la capucha comienzan a aparecer rostros: Nathalie, Liam, Alan, Josh, Hale, Teresa, Naomi, hasta las caras de su padres… pero finalmente el último rostro que llega a ver es el de Alessia, con sus fríos ojos verdes clavados sobre ella y con una mueca de pánico en su cara…

  Emm se despierta empapada de sudor. Aturdida, consigue incorporarse. Desde hacia días había tenido esa pesadilla. Siempre la misma: el extraño pasillo, aquella persona encubierta, la estrella que se cae al suelo… nada cambia.
  Alarga el brazo y agarra su reloj.
  << ¡Las 6.20! >> piensa Emm. Había quedado con Liam las sexy y media y si no se daba prisa llegaría tarde.
  Emm se levanto de la cama tan rápida como pudo, cogió la plancha del pelo y le enchufo para que se calentara.
  Puesto que no le iba a dar tiempo a ducharse se desnuda completamente y se limpia el sudor con una toallita y seguidamente se rocía con el perfume que hay en su cómoda.
  Tras haber acabado, abre su armario y escoge lo primero que ve.
  Se coloca una camiseta de tirantes ancha a rayas horizontales azules y blancas. Tras eso, intenta ponerse el pantalón vaquero que había sacado de su ropero pero le viene pequeño. Sin embargo, intenta abrochárselo a pesar de que le apretara, por que, como bien decía Alessia, para estar guapa hay que sufrir.
  Una vez puesta los jeans, se alisa el pelo con prisas. Solo quedan cinco minutos para que Liam viniera a recogerla.
  Emm dejó las planchas sobre la mesita de noche para que se enfriara y seguidamente cerró la ventana.
  De pronto, el timbré sonó.
  <<Justo a tiempo>>suspiró Emm en su mente, aliviada.
  Bajó las escaleras y se detuvo un instante antes de abrirle la puerta. Estaba nerviosa.
  Después de ese momento de reflexión, abrió la puerta se saludaron con dos besos. Emm agarro su bolso que estaba encima de la mesita de la entrada y se observó en el espejo que había sobre esta.
  Se le había olvidado maquillarse y se le notaba en la cara que había estado durmiendo.
  -Bueno Emm, ¿estas preparada?-preguntó Liam tendiéndole la mano gentilmente.
  -Claro.-Emm aceptó su mano y se entrelazaron los brazos.-¿A dónde vamos?
  -Es una sorpresa…-le susurró al oído.
  
  Estaba anocheciendo y el cielo se había teñido de un color rosado.
  La feria desprendía vivos colores y los gritos de alegría brotaban en las bocas de las personas.
  Emm y Liam estaban en la cola para subir a la noria. Habían estado hablando durante horas y Emm se sentía muy atraída hacia él.
  Le encantaba su pelo y aquella mirada en la que siempre que miraba no podía evitar perderse en ellos.
  La cola se movió y Emm avanzó torpemente.
  Liam olía estupendamente  a perfume y eso le encantaba. Sin embargo, Emm estaba preocupada por si olía demasiado a sudor. Estaba demasiado nerviosa.
  No podía parar de mirar el verdor de sus ojos. Su corazón iba a mil por hora.
  Liam se percata de que le está observando detenidamente y este sonríe mostrando su perfecta dentadura.
  Emm escondió el rostro entra los hombros, avergonzada. Se había puesto roja como un tomate.
  -Qué calor hace aquí, ¿no?-Emm intenta salir de aquella embarazosa situación.
  -Si, le verdad es que bastante.-Liam se ríe y comienza a menear su camisa verde a cuadros.
  Emm no puede para de observarlo. Cada vez tenía más y más calor.
  Por fin llegan al final y consiguen subirse a la atracción.
  <<Por fin solos…>> piensa Emm. Apoyó la mano sobre el asiento y rozó la mano de Liam. Este se la agarró cariñosamente.
  Tras un momento de timidez, por fin se atreve  a acercarse a él.
  <<¡Está a punto de ocurrir!>>se emocionó Emm. Comenzó a acercarse lentamente hacia el, hacia sus labios y por fin… el teléfono de Emm interrumpió la situación.
  -Lo siento.-se disculpó.
  Lo agarró y comprobó que había su madre le había enviado un mensaje para saber a que hora iba volver.
  -Solo es mi madre.-pero ya les había cortado el royo.
  Hubo un largo silencio hasta que la noria llegó al suelo. Bajaron rápidamente y se dirigieron a un puesto de comida rápida de la zona.
  Liam metió la mano en el bolsillo y comprobó que se la había olvidado la cartera.
  -Mierda… se me ha olvidado el dinero.
  -No te preocupes, yo te invito.-Emm sacó su monedero y saca un billete de diez dólares.
  -No debería aceptarlo.
  -No seas tonto. No pasa nada.
  -Está bien.-Liam se acercó a su oído.-la próxima vez te lo recompensaré.
  Emm se estaba derritiendo.
  Pidieron una hamburguesas sin queso (Emm odiaba el queso) y un  perrito caliente y se sentaron un banco.
  Emm dio un mordisco a su hamburguesa y Liam comenzó a reírse.
  -¿Qué ocurre?-Emm se sentía ruborizada.
  -Te has manchado un poco de ketchup.- Liam alargó el brazo y le limpió por encima del labio.
  Emm comprobó que él comenzaba a acercarse.
  -Deberíamos irnos ya, que es un poco tarde.-dijo Emm alejándose de él.
  <<¡Qué estúpida soy!>>se insultó a si misma. Si no lo hubiera hecho ya estarían besándose.

  Durante el camino de vuelta había mucho silencio. De pronto el coche frenó.
  Emm se sentía fatal por lo que acababa de ocurrir.
  -Bueno… pues… hasta luego.-Emm le dio un cariñoso beso en la mejilla y este se lo devolvió.
  Emm salió del coche y cerró la puerta. Pero se armó de valor y le dio un golpecito la luna del vehículo.
  Liam le abrió la puerta.
  -¿Se te ha olvidado algo?
  -Si… esto.-y entonces Emm le besó n los labios. Se sentó en el asiento y colocó sus manos sobre la nuca. Bebió de ese beso. Se le dilató las pupilas y cerró los ojos. Su corazón estaba apunto de estallar. Él colocó sus manos sobre la cintura de esta y la atrajo hasta él.  Emm sintió como si miles de fuegos artificiales estallaran en su estomago. Un cosquilleo le recorrió la espina dorsal. Y tras un largo tiempo, el besó llegó a su fin.
  Emm suspiro y le rozó la mejilla con su mano y luego salió del coche.
  Llegó a su casa y subió las escaleras aún pensando en el increíble beso que se acababan de dar.
  Estaba sola en el domicilio.
  Entró en su habitación y se mordió el labio, pensando en Liam… pero algo le llamó la atención.
  La ventana estaba abierta y ella la había cerrado antes de irse.
  La cerró y se giró, desconcertada. Miró el colchón y se dio cuenta de que había un pequeño papelito sobre el.
  Lo agarró y lo desplegó.  Sus sospechas se hicieron realidad:

Ten cuidado Emm. Yo podría ser cualquier persona…

  Aquella estupenda escena desapareció de la mente de Emm.
  Alguien había estado en su casa mientras ella no estaba. ¿Y si aún seguía allí? Pensó.
  De pronto la puerta de su cuarto se abrió y Emm dio un respingo.
  Eran sus padres. Emm se calmó pero aún estaba aterrada.
¿Quién había entrado en su casa?

sábado, 10 de marzo de 2012

1º Novela: Cap. 8


8
Terribles noticias

 

  Sara abrió su Mini y se introdujo en el. Estaba confundida y agotada. No se podía creer lo que le estaba sucediendo, que por culpa del secreto de Mallory su vida pudiera arruinarse para siempre.
  Arrancó el coche y salió del instituto. Necesitaba alejarse de allí cuanto antes.
 
  Aparcó el vehículo en el garaje, salió de el y se dirigió hacia el enorme jardín de su vivienda.
  La luz del Sol atravesaba las ramas del roble que había  plantado en frente de la casa de la familia de Sara.
  Caminaba por las baldosas con un paso firme hasta que llegó a la puerta de su morada. Entró silenciosamente.
  Dejó la mochila sobre la mesa y se sentó en el sofá color blanco de la sala de estar. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos; se hundió en sus pensamientos… pero algo la distrajo.
  Se escuchaban pasos que provenían de la cocina…
  Sara se levantó rápidamente.
  Cualquier otra persona se habría escondido, pero Sara no tenía ningún miedo.
  Miró hacia la mesa y observo que al lado de su macuto se encontraba la estatuilla de metal con forma de ángel de su padre. Se abalanzó para cogerlo y se coloco al lado de la puerta, con la pesada figura en la mano.
  Las zancadas se escuchaban cada vez más cerca…
  Ella apretó con fuerza la escultura y cerró los ojos.
  De pronto, alguien se asomó por la puerta pero no le dio tiempo a entrar. Sara se había tirado encima de él y le había golpeado la cabeza.
  Inmediatamente, Sara abrió los párpados y se llevó la mano a los labios para no gritar.
  Aquel ente era su hermano Hale.
  -¡Pero que estás haciendo!-gritó Sara con el ceño fruncido.
  -¡No, que estás haciendo tú!-Hale se llevo la mano a la cabeza donde su hermana le había pegado.
  -Lo siento…-Sara se levantó y le cedió su mano para que este pudiera levantarse.-Es que pensaba que eras otra persona.
  -¡Pues te equivocabas!-Hale se alzó sin la ayuda de ella.
  Hale llevaba el torso al aire mostrando sus abdominales. Únicamente vestía con un bañador azul claro. Estaba completamente empapado.
  -¿Qué ocurre cariño?-otra persona apareció detrás de Sara.
  Ella se giró la observó. Era Teresa, la novia de su hermano, que lucia con un pequeño bikini, mostrando su perfecta figura. Su larga melena rubia estaba calada.
  El rostro de Sara cambió al mirarla. La odiaba desde que comenzó a salir con su hermano mayor.
  -No te preocupes, está todo bien.-dijo Hale aun con la mano sobre la cabeza.
  Este se dirigió a la cocina para colocarse hielo sobre la hinchazón. 
  Sara se dio la vuelta para separarse de Teresa, pero esta la detuvo.
  -Escúchame, por favor.-Teresa la agarró por el brazo.
  Esta volteó y sonrió falsamente.
  -Me gustaría que por al menos unos días nos lleváramos bien.-la cara de Teresa era triste.
  -Y… ¿a qué viene esto?-Sara sabía que el sentimiento de odio era mutuo.
  Sara le miró a sus ojos azules y seguidamente contempló su cuerpo. Aunque le daba rabia, tenía que admitir que tenía un cuerpo espectacular. Y no era menos, ya que desde hacía un año había firmado un contrato con una agencia de modelos.
  -Me dijo que no te lo dijera, pero… ¡Nos vamos a casar!-Teresa dio un saltito.
  Sara abrió los ojos como platos al enterarse de la noticia. Necesitaba sentarse.
  <<No puede ser… Teresa y yo… cuñadas…>>Pensó. La mera idea le asustaba.
  Sara no dijo nada y se largo de allí dejando a Teresa sola. Se dirigió hasta su cuarto y cerró la puerta con un portazo. Necesitaba estar sola para asimilar que una de las personas que más odiaba se iba a convertir en su hermana política.
 
  Sara había estado encerrada en su habitación durante media hora y se había quedado dormida.
  De pronto, alguien tocó el timbre.
  Se levantó de la cama, un poco aturdida por la siesta y bajo las escaleras hasta la entrada. La abrió y se llevo una sorpresa. Era el inspector Edison.
  -¿Qué hace usted aquí?-esto era lo único que le faltaba.
  -Necesito hablar con usted, señorita Sara.-el detective se colocó bien su camisa blanca.-Sobre la muerte de Alessia.
  -¿¡No nos han hecho suficientes preguntas!?-estaba harta de que le hicieran más preguntas. Sara se calmo un poco.-Creía que ya estaba todo solucionado. Alessia murió por culpa de un terrible accidente y…-el inspector la interrumpió.
  -Se está equivocando.-el agente arqueó una ceja.-Se a abierto una nueva investigación.
  -¿Qué… qué quiere decir con eso?
  -Alessia fue asesinada.
  Sara dio un respingo. Primero lo de su hermano y ahora esto. Necesitaba llorar, desahogarse. 
  -Pero, no lo entiendo. Nos dijeron que murió porque se cayó por un barranco lleno de…-solo pensarlo se le revolvía el estomago.-ramas rotas y…-no podía continuar.
  -Lo se. La policía os comunicó esto por el tipo de heridas y por el lugar donde se encontró el cadáver, pero se ha vuelto ha investigar los resultados de autopsia y se ha descubierto que… fue brutalmente asesinada.
  No podía más. Estaba a punto de vomitar.
  -Y… ¿por qué me comunica esto?-Sara comenzó a temblar.
  -Porque usted y sus amigos son sospechosos de este homicidio.  
  -¡¿Qué?!¡No diga estupideces!-pero ya era demasiado tarde. El inspector se alejaba de la casa.
  Sara cerró el portón y se apoyó en la pared. Las lágrimas cayeron por sus mejillas.
  De repente, el claxon de un coche sonó fuera de la casa.
  Sara miró por la virilla y descubrió que era su novio. Habían quedado para ir al centro comercial a comprarse juntos el traje para la fiesta de Las estrellas.
  No podía dejar que esto ayudara a que su vida se derrumbara por completo.
  Se secó las lágrimas, agarró su bolso y salió fuera.
  -Hola cariño.-dijo Daniel. Seguidamente le dio un beso en los labios.
  -¡Hola!-Sara sonrió. Sin embargo, Daniel sabía que pasaba algo.
  -¿Qué ocurre?-arrugó el ceño.
  Sara miró hacia atrás y tras un tiempo de reflexión contesto.
 -No ocurre nada. Absolutamente nada…
  

jueves, 8 de marzo de 2012

1º Novela: Cap. 7


7
Cobarde

   Emm se encontraba en la clase de filosofía con la aburrida explicación y voz monótona del profesor Rimstom.
  Sacó un lápiz de su femenino estuche de Tous y empezó a escribir en su libreta  las palabras lentas y rítmicas que fluían de la delgada boca del maestro.
  Lucía una fina camiseta amarillo pálido y una corta falda vaquera grisácea a juego con unas bailarinas grises.
  De repente, el timbre sonó y Emm suspiró. Se llevó la mano al pelo y colocó un mechón oscuro detrás de la oreja y rápidamente guardó los libros en la bandolera. Odiaba esa clase.
  Se dirigió hacia su taquilla; metió la combinación y guardo los libros en ella.
  La cerró y dio soltó un gritito. Sean había aparecido de la nada detrás de su ella.
  Vestía con una camiseta gris que llevaba dibujada la bandera de Reino Unido y unos pantalones azules oscuro.
  -Ayer intenté llamarte pero no lo cogías.-preguntó Sean
  -Es que…-Emm sonrió y se mordió el labio.- estuve hablando con alguien.-empezaron a andar por el pasillo entre el gentío.
  -¡Oh!-Sean abrió los ojos como platos.- ¿Alguien especial?
  -Puede que si… o puede que no.-Emm alzó los hombros.
  -Tengo que enseñarte una cosa…-Sean se puso serio y la agarró del antebrazo para llevársela a otro lugar más privado. 
  -¿Qué ocurre?-Emm frunció el ceño.
  Sean abrió la mochila de Reebok y sacó la fotografía arrugada que había encontrado días atrás.
  -Hace dos días encontré esto en mi taquilla…
  Emm comenzó a sudar. No se podía creer lo que  Abrió la boca para decir algo pero se le habían trabado las palabras. Situó su mano sobre los labios.
  -Yo también recibí una amenaza hace unos días.-porfin pudo pronunciar los vocablos. Introdujo sus dedos en el bolsillo de la falda y saco la nota que halló en el establo. Aún tenía tierra.
  Sean la leyó varias veces para intentar deducir quien era la letra escrita, pero fue en vano.
  Se miraron directamente a los ojos, preocupados.
  -¿Crees qué los demás también habrán recibido mensajes?-preguntó Sean aun con el papel en la palma de la mano.
  Emm no respondió. Solo se quedo mirando por la ventana a los árboles del jardín exterior, pensativa…

  Daniel dio una calada al cigarrillo que tenía entre los dedos y entrecerró los ojos, disfrutando de su sabor. Expulso el humo lentamente y permaneció quieto observando como desaparecía.
  De pronto escuchó su nombre y volvió en sí. Era Sara, que se acercaba a él.
  Llevaba puesto un vestido corto azul marino con detalles florales y unos pequeños tacones de cuero marrón oscuro.
  Se apoyo en él agarrándole al polo verde y le planto un beso. Daniel deslizó su mano hacia el trasero de esta, pero inmediatamente, aun sin despegar los labios de los suyos, Sara la apartó y la colocó por encima de la cintura.
  Ella comenzó a toser y tapó las fauces con sus manos.
  -¡¿Has estado fumando?!-gritó Sara arrugando el ceño.-Sabes que lo detesto.
  -No te enfades cariño, solo a sido un pitillo de nada…-Daniel puso cara de cachorrito.
  -Pero me prometiste que lo ibas a dejar… por mí.- resopló Sara.
  -Está bien… esta vez te prometo que lo dejaré.-mintió.
  Sara volvió a besuquear a su novio, cariñosamente.
  -¿Sabes ya que vas a ponerte en la fiesta de Las estrellas?-sonrió Sara mirando los azules ojos de Daniel.
  -La verdad es que… no.-respondió. Se le había olvidado por completo.
  -Bueno, no te preocupes. Mañana si quieres vamos y lo elegimos juntos, para poder ir a juego.
  -De acuerdo.-sonrió.
  Tras eso,  el móvil de Sean sonó y este se asustó.
  -¿No lo vas a coger?-le cuestionó Sara.
  Daniel no contestó. Se sentía agobiado. No sabia que hacer, si coger el teléfono o no.
  -Ayer alguien me llamó, diciéndome que… que sabía cosas, cosas que nadie más conoce.
  Sara no respondió pero su rostro expresaba rabia.
  -Yo también he sido amenazada.  Con un email.-tenía el puño cerrado y apretó tanto que se hizo sangre en la palma de la mano.
 
  -¿Me estás diciendo que todos hemos sido…-Marine carraspeó.- amenazados?-ninguno de su compañeros respondió.
  Marine vestía con una camiseta larga de rayas blancas y azul oscuro y una minifalda rosa de Lacoste. También calzaba unos zapatos de tacón de color oscuro y un sombrero del mismo color que la saya.
  -Pues yo no se vosotros, pero no pienso permitir que ningún… gilipollas me amargue la vida.-y tras eso se levantó y observó a Sara. Estaba muy tensa y respiraba fuertemente. 
  -Toma. Lo necesitas más que yo.-Marine sumergió la mano en su enorme bolso opaco y extrajo un pequeño frasco de metal el cual contenía vodka.
  Sara se lo pensó dos veces pero finalmente lo acepto sin decir palabra y comenzó a beber sin importarle que la gente pudiera verla.
  Sus amigos se quedaron mirándola, atónitos.
  Sara vació el recipiente y se lo devolvió a su amiga. Le ardía la garganta y no le había sentado nada bien. Comenzó a marearse y se sentó en el banco con la ayuda de su novio.
  -Vaya… si que lo necesitabas.-Marine no podía parar de ojear su receptáculo que anteriormente estaba completamente lleno.-Bueno chicos, me marcho. Necesito un café para poder relajarme.-suspiró y se marchó. Tornó a meter el frasco en su bolso y se percató de que aún tenía la nota que había encontrado dos días atrás. Se dirigió hacia la papelera, cabreada, y la tiró a ella.
  De pronto, Marine se dio cuenta de algo… extraño. La nota que había lanzado a la basura, no era la que había encontrado en el centro comercial.
  La recogió y la desplegó; empezó a leer:

Eres una cobarde, zorra. ¿Por qué no les cuentas a tus amigos ese terrible secreto que escondes?

  Marine abrió los ojos y la boca, pero se la tapó para no gritar. Comenzó a mirar hacia todos lados, pero nadie la miraba. Alguien había metido en su bolsa aquel papel. Lo que más le asustaba era que durante todo el día no se había separado de el… había tenido al culpable de las amenazas delante de la cara, y no se había dado ni cuenta… 

martes, 6 de marzo de 2012

1º Novela: Cap.6


6
Lo guardaré hasta la tumba


  Daniel cerró la taquilla del vestuario y se colgó la mochila en el hombro. Desde hacia meses, Daniel había entrado en el equipo de baloncesto del instituto, justo antes de la muerte de Alessia.
  Llevaba puesto unos pantalones vaqueros desgastados un poco ajustados y una camiseta oscura en la que se podía leer Super Bowl en blanco.
  Salió del vestidor y se dirigió al patio interior de la escuela. La luz del sol hacia que la sombra de los pinos ocupara la mayor parte del jardín.
  Puso su mano sobre la frente y miro al cielo de manera que el Sol no le molestara.
  El cielo estaba totalmente despejado.
  Volvió a agachar la cabeza y miro su mochila. Hubo un momento de reflexión pero finalmente, introdujo la mano en ella.
  Sacó una cajetilla de cigarros y un mechero que tenia grabado un águila imperial.
  Lo encendió y se lo metió en la boca; dio una calada. Disfrutó de la sensación del humo en sus fauces y luego expulsó la nube de ella.
  Continuó andando hasta llegar al pasillo. A pesar de estar dentro de la escuela continuaba fumando, sin importar que un profesor le viera.
  Llego al aparcamiento y sacó las llaves de su coche del bolsillo; apretó el botón de estas y abrió su Audi negro. Dejó la bolsa en los asientos traseros y se sentó en los asiento de cuero y arrancó el vehiculo.
  Sabía que estaba mal fumar mientras conducía, pero es que lo necesitaba. Desde la muerte de Alessia no se había fumado ningún cigarrillo y esto era lo único que le relajaba.

  Al cabo de un rato llego a su casa. Sus padres no estaban forrados pero tenían suficiente dinero como para permitirse un par de caprichos.
  Su morada no era nada grande, pero era preciosa. Parecía la típica casita inglesa, con su tejado de color oscuro y las paredes de un color azul celeste.
  Aparco el coche el garaje, y se percató de que el coche de su hermana Naomi también estaba allí.
  Sobre su rostro apareció una sonrisa que le ocupo media cara.  
  Su hermana era la persona que más quería en el mundo, y, puesto que había estado de fuera del país por motivos de estudio, el sentimiento era mayor.
  Entró por la puerta principal y allí estaba ella, junto a sus padres que sonreían abrazando a su hija.
    Llevaba puesto unos vaqueros ajustados a juego con una camisa de cuadros azul marino y unas Convers del mismo color. Su voluminosa melena rizada rubio dorada caía sobre su espalda. 
  Daniel se abalanzó sobre ella, colocando sus brazos alrededor de su tronco y comenzó a darle pequeños besitos en las mejillas.
  -¡Te he echado muchísimo de menos!-grito Daniel, enrojecido de la emoción.
  -¡Yo también te he echado de menos, Danny!-masculló Naomi. Desde que eran pequeños, puesto que ella es la mayor, siempre le había llamado de esa forma.
  -¿Qué tal tu viaje por Australia?-había estado allí casi dos años porque estaba estudiando biología.
  -¡Genial!-se rió ella.-Cuando vuelva para retomar mi estudios tendrás que venirte conmigo.
  -Eso me encantaría.
  -Bueno, os dejamos a solas que seguro que tenéis mucho que hablar.- dijo Coraline, la madre de Daniel.-Nosotros tenemos que irnos al banco.-sonrió y agarró a Tom, su marido, y salio del domicilio.
  -Bueno Naomi, ¿quieres que te prepare mi especial chocolate con nubes?-pregunto sonriente dirigiéndose a la isla de la cocina.
  Hubo mucho silencio y eso no le gusto a Daniel. Se giró rápidamente hacia su hermana. Ya no estaba alegre y le miraba con cara de disgusto.
  -¿Qué te pasa Naomi?-se empezó a preocupar.
  Ella no contestó; apartó la mirada. Su respiración era más acelerada.
  -¿Por qué lo hiciste?-le cuestionó ella, aún con sus ojos pardos puestos en el lado contrario a él.
  Un temblor le recorrió la espalda y dio un respingo. No se podía creer lo que acababa de escuchar. Su frente se llenó de sudor y sus ojos no sabían donde mirar. Tragó saliva.
  -¿Qué… qué quieres decir con esto?-le temblaba el labio.
  -Sabes perfectamente de que hablo.-seguidamente se marchó pero algo se lo impidió.
  Daniel había alargado el brazo y le había agarrado fuertemente por el brazo, hasta el punto de hacerle daño.
  -¡Qué es lo que sabes!-jadeó.
  Naomi se asustó. Nunca había visto a su hermano pequeño de esa forma.
  -¡¿Quién te lo ha dicho?!-oprimió más fuerte aun la muñeca de su allegada.
  -Solo lo sé.-y apartó su extremidad tan rápida como pudo y se largó de allí.
  Daniel golpeó la encimera con el puño y sus huesos crujieron. Se había hecho daño.
  Giró el cuello hacia todos los lados; le costaba respirar.
  De pronto, su móvil comenzó ha sonar. Era una llamada.
  Daniel se calmó y lo cogió, con las manos temblorosas.
  -¿Diga?-su voz era ronca y fria.
-Tu hermana ya lo sabe… ¿Qué pasaría si tus amigos se enteran de lo que hiciste?-y la llamada finalizó.
  Daniel no aguantaba más. Aquella voz estaba distorsionada. Necesitaba sentarse.
¿Quién le había llamado?

domingo, 4 de marzo de 2012

1º Novela: Cap. 5


5
Horrible secreto oculto bajo una preciosa mirada
 
  Apoyó la espalda sobre el respaldo de abeto rojo hecho a medida de la cama.  Se recogió el pelo caoba y se hizo una coleta. Un mechón le cayó sobre la cara; comenzó a jugar con el.
  Leia detenidamente el libro Lolita que Alessia le había dejado tiempo atrás, pero que nunca podo devolver. Sara siempre leía cuando estaba preocupada.
  Cansada, cierra el tomo y mete su dedo pulgar dentro de el. Deja caer la cabeza sobre el espaldar e inmediatamente se tumba sobre el lecho.
  Ajedrez, su gato, se acerca con elegancia hacia la litera y pega un brinco hasta la cama. Estaba delgado y su cuerpo blanco estaba cubierto de manchas negras (de ahí su nombre). Rápidamente se aposenta sobre el abdomen extendido de Sara.
  Sara empieza a observarle. La luz que entra por la ventana rebota en sus ojos y tornándolos de un color verde pálido precioso. Siempre le habían gustado los luceros de su gato.
  Ajedrez inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, extrañado.
  Sara agarró al minino y se levantó mientras le acariciaba entre las orejas.
  Sabia que lo que le había ocurrido a Mallory era por su culpa pero no estaba dispuesta a que ese peso impidiera que continuara con su vida.
  Dejó a Ajedrez en el entarimado y abrió su enorme armario de madera de castaño. La fiesta de las estrellas seria dentro de menos de un mes y no tenia nada para ponerse. Todos sus vestidos (que eran pocos, ya que no le gustaba llevar vestido) se los había puesto muchas veces y quería ir a comprarse otro.
  Asió una percha y se vistió con los trapos que había en ella.
  Se miró al espejo. Se había puesto un vestidito corto blanco de encaje de Hollister, una camisa vaquera abierta arremangada de Abercrombie, un cinturón marrón de piel, amarrada a la cintura pasando por encima de las dos prendas, de Bass y unos botines de cuero castaños de la misma marca.
  Abrió la cajita que había en su mesilla de noche y sacó unas pequeñas pulseras y un collar que tenía forma de corazón hecho de palo. También saco su monedero de  Tommy Hilfiguer, en el cual estaba su tarjeta de crédito que sus padres le habían regalada días atrás por haber sacado una matricula de honor en matemáticas y lengua.
  Se deshizo de la coleta y revolvió su cabello. Tomo un brillo de labios y se los embetuno.
  Bajo las escaleras con el bolso de Liz Claiborne enganchado al hombro.
  Su madre estaba en el salón. Sara la saludó pero ella no dijo nada. Estaba demasiado concentrada en unos documentos que tenia sobre la mesa.
  Salio del domicilio con un paso firme y una sonrisa plasmada en la cara.
  La parcela de su casa era tan grande que ocupaba más de cuatro manzanas. Atravesó el enorme jardín y se dirigió hacia su garaje privado.
  Entro dentro y su padre, que acababa de dejar su Ford, se dirigió hacia ella. Le dio un beso en la mejilla e hizo una mueca de alegría.
  Sara sabía lo que significaba ese gesto. Se sentía orgulloso de que a pesar de la muerte de su mejor amiga, su hija continuaba con su vida. Y es que, esa era la primera vez que salía de su casa desde lo ocurrido, ya que como no le gustaba mostrar sus ceñimientos en público, necesitaba desahogarse en algún lugar donde nadie la viera.
  Se despidió de el y se dirigió a su coche.
 Abrió la puerta de su Mini rojo, pero paro un instante, mirando el techo del vehiculo. Había grabado sobre él la bandera de los Estados Unidos. Alessia la había convencido para que se lo dibujara meses atrás.
  Agitó la cabeza y se metió dentro de él. Inmediatamente, arranco y salio del aparcamiento rápidamente.

  Llegó al centro comercial en poco tiempo. Había corrido bastante porque se le había hecho tarde.
  Saco las llaves de la cerradura y se miró en el retrovisor para ponerse bien el pelo.
  Salió del coche y cerro la puerta.
  Se paró un instante. Alguien la estaba mirando. Unos veinte coches más lejos se encontraba el inspector Edison, observándola. Llevaba una americana negra y unos vaqueros oscuros. Sujetaba una pequeña libreta en la que no paraba de escribir. Sara se dio la vuelta rápidamente, suspiró y comenzó a andar con una sonrisa en la cara.
 
  Se sentó en la silla de la terraza de su cafetería favorita, Le Dardve. Agarró la taza de te le dio un sorbo. Había estado mas de dos horas buscando vestidos y ninguno la había convencido. Una vez terminada la infusión, dejó el dinero en la mesita y se levanto.
  Entro a Burberry para mirar mas trajes. Había decidido que si no le gustaba nada de esta tienda se iría  del centro comercial a buscar suerte.
  Encontró un atavío corto de una sola manga. Era dorado con adornos negros de terciopelo. Aunque no era de su estilo decidió darle una oportunidad.
  Entro al vestidor y se sacó la ropa y se lo colocó. Se miró fijamente en el espejo. Sin duda al maniquí le quedaba mucho mejor. Inmediatamente se lo quitó y salió.
  Encontró otro vestido, esta vez mucho más sencillo. Era de pequeños tirantes y de un color azul apagado.
  Decidió probárselo, aunque no le quedaba tan bien como ella pensaba. Le hacia extremadamente delgada.
  Enfadada, fue a buscar otro.
  Esto le recordaba a Alessia. Cuando eran más pequeñas siempre se iban de compras y a ligar. Sara siempre terminaba enfadada por que todos los vestidos le quedaban mejor a ella y siempre se llevaba a los chicos más guapos.
  No pudo evitar esbozar una sonrisa. La echaba de menos.
  Agitó la cabeza para volver a la realidad y agarró el primer traje que vio. Necesitaba distraerse.
  Se miró en el espejo. No le quedaba nada mal, pero era demasiado provocativo. Era rojo con brillantes y con la espalda al aire. Negó con la cabeza y se lo quitó.
  Cansada se dio por vencida hasta que apareció ante ella el vestido de sus sueños. Era de tubo corto y de encaje blanco. Le encantaba el encaje.
  Se lo probó tan rápido como pudo.
  Era perfecto. Le hacia delgada y, gracias al relleno de este, sus pechos parecían mas grandes.
  Miro el precio del vestido. <<1059$>> pensó. No le importaba cuanto costara, tenia que ser suyo.
  Se lo dio a la dependienta y sacó la tarjeta de crédito para pagar.
  Salio de la tienda y miró su reloj de Guess. Eran las nueve y media. Tras eso,  se alejó de la tienda tan rápido como pudo.
  Llego al aparcamiento exterior y se metió en su coche. Introdujo la llave en la cerradura y se detuvo. Alguien volvía a observarla. Pero esta vez no era el inspector. Se encontraba dos vehículos más lejos, dentro de otro coche.
  Tragó saliva y arrancó. Urgentemente, se marchó.
  Llegó a su casa y dejó las bolsas sobre la cama. Ajedrez apareció para saludarla y ella le acaricio la cabeza suavemente hasta que algo le llamo la atención. Su ordenador parpadeaba.
  Se quito al gato de encima y se sentó enfrente del ordenador. Tenía un nuevo e-mail.
  Arrastró el ratón hacia un pequeño cuadrado violeta que indicaba la llegada del nuevo mensaje e hizo doble clic. Frunció el ceño al leer el mensaje:

Se lo que habéis hecho y pagareis por ello ;)

  Se levantó de la silla tirándola al suelo y miró por la ventana. No había nadie. Apretó los dientes tan fuerte que se hizo daño. No tenía miedo, pero estaba  muy enfadada. ¿Era eso una broma? Lo fuera o no, Sara tenia algo muy claro. Pensaba averiguar quien era, costase lo que costase.