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El amor se respira en el aire
Sean bajó las escaleras, rozando la
barandilla con su mano. Se dirigió a la entrada y agarró las llaves que había
sobre la mesa.
-Mamá, me voy al centro comercia.
La señora Stewart era una mujer delgada y
alta, con un largo cabello rubio que le llegaba hasta la cintura.
-Está bien, pero no vuelvas tarde.-se acercó
a Sean y le colocó bien la camiseta gris de cuello de pico.
-Mamá, no seas pesada…-Sean la apartó
-Lo siento, a veces se me olvida que ya no
eres mi pequeño.-su madre puso la cara larga.
-Yo siempre seré tu pequeño.-Sean se acercó y
le dio un besito en la mejilla. Amaba a su madre.
Tras eso, salió de su casa y comenzó a andar
hasta su BMW blanco.
Se sentó en el asiento de cuero claro del piloto
y arrancó el coche.
Tras un rato de conducción, abrió la
ventanilla para que el fresco aire rozara su piel. Disfruto de aquella
sensación. Llevaba mucho estrés acumulado.
Llegó al centro comercial y aparcó el
vehículo en el garaje interior del lugar.
Entró dentro y subió las escaleras mecánicas
hasta la primera planta, lugar donde se encontraban las tiendas de ropa.
Quería comprarse el traje para la fiesta de
Las estrellas y salir de allí cuanto antes. Odiaba ir de compras.
Entró en Armani
y tenia decidido que esa sería la única tienda a la que pensaba entrar. Fue a la sección masculina y
miró alguna prenda para poder probarse. Si, sin duda, odiaba ir de compras.
Tras un momento de indecisión, se decantó por
un traje negro a juego con una camisa blanca (la verdad es que casi toda ropa
elegante de hombre era muy parecida)
Se metió en un probador y se metió entre la
tela de la indumentaria. Se observó en el espejo pero decidió salir y poder
verse mejor.
-Te queda muy bien.-una voz se escuchó detrás
de Sean.
Sean se dio la vuelta, intrigado y observó
quien había hablado.
Una chica de blanca piel estaba plantada unos
pasos tras él. Tenía el cabello de
distintas tonalidades rubias y corto, hasta los hombros. Sus ojos eran celestes
y destellaban a la luz de los focos del techo. Lucía una corta falda de encaje
rosa palo y una colorida camiseta de pequeñas flores de cuello ancho.
-Perdón, siento haberte molestado.-se dio la
vuelta y comenzó a andar.
-¡No espera!-Sean la llamó. No sabía porque
lo había hecho, como si hubiera sido un acto reflejo.
Ella se acercó.
-Mm… no molestas,…-se sentía un poco incómodo.-Espera,
empecemos de nuevo. Hola, me llamo Sean.
-Encantada Sean.-ella se rió.- Me llamo
María.-se pasó la mano por la frente para apartar un mechón de la cara.-Y dime,
¿qué has venido a hacer en el centro comercial?
-Tenía que comprarme el traje para la fiesta
de Las estrellas, ¿y tú?-Sean no paraba de rascarse el cuello. Estaba muy
nervioso.
-Dentro de unos días es el cumpleaños de mi
padre y había pensado en regalarle una camisa.
Los segundos restantes eran dominados por el
silencio, pero se rompió cuando los dos saltaron a hablar al mismo tiempo. Se
rieron al unísono.
-Me gustaría conocerte.-dijo Sean. ¿Fue un
acto reflejo o es que empezaba a sentir algo por aquella desconocida?-Déjame
que te invite a algo.
-Claro…-María sonrió tímidamente y clara piel
se tiñó de un tono rosáceo.
Sean y María no paraban de reírse.
Estaban sentados en la terraza de una de las
cafeterías, tomándose unos batidos.
-… y luego salté y me caí al suelo.-María
había estado contándole una anécdota de su vida y Sean no podía evitar reírse.
-Cambiando de tema, ¿con quién vas ir al
fiesta de Las estrellas?-pregunta Sean antes de dar un sorbo al sorbete.
-La verdad es que no pensaba ir.-María agachó
la cabeza.
-¿Por qué?-Sean frunció levemente el ceño.
-Porque no tengo pareja.
-Yo tampoco tengo la verd… un momento, puede
que te parezca un poco extraño ya que nos acabamos de conocer pero, ¿te
gustaría ir al baile conmigo?
-Mm… esta bien.-María se quedó mirándole
detenidamente y sonrió.
Tras eso, una camarera apareció y les dejó la
cuenta en la mesa.
Sean sacó el monedero y lo pagó.
Se levantaron de sus sillas y pasearon por el
centro. Sus manos se rozaban a cada paso que daban y eso le encantaba.
De pronto, el móvil de Sean sonó. Era un
mensaje de su madre. Lo leyó y lo cerró. María no puedo evitar mirar el fondo
del teléfono en el que Sean estaba con otra chica: Alessia.
-¿Quién es ella?-quiso saber aunque de
inmediato supo que no era de su incumbencia.
-Era mi amiga Alessia.-Sean cambió la mueca
de su cara.
-¿Era?-María arqueó una ceja.
-Si… murió hace unos meses.
-Lo siento mucho, de verdad.-María le agarró
de la mano.
-No pasa nada. Ya está todo olvidado.-Sean la
miró.- ¿La conocías?
-No, aunque su cara me es familiar…
-Seguro que la has visto alguna vez. Era muy
popular por aquí.
Entonces, María se puso de puntillas y le dio
un cariñoso beso en la mejilla.
-Vaya…mm…-Sean era muy patoso para estas
situaciones.-Se está haciendo tarde. ¿Te gustaría que te llevara a casa?
-Claro, había venido andando.-María
entrecerró su claros ojos y sonrió mordiéndose el labio.
Salieron del centro comercial y se dirigieron
al aparcamiento. Se quedaron parados enfrente de su coche.
-¿Dónde quieres que te lleve?-preguntó Sean,
sacando las llaves del vehículo.
-A la calle Hill Street . Está muy cerca de aquí.
-Está bien.-Sean alzó la mira y se percató de
que María le estaba mirando.
-¿Qué ocurre?
Entonces María se acerco y le besó
delicadamente en los labios. Solo duró un instante.
-Lo siento mucho. Que entupida he sido. Lo
siento de verdad. Mejor me vuelvo andando.-María se separó de él, pero este la
agarró y se la acerco, volviendo a rozar sus labios con los suyos.
María colocó sus manos la nuca y este las
puso en la cintura, atrayéndola hacia él. Ella le mordió delicadamente y este
se dejó llevar. Su pulso se aceleró y el cuerpo y notó como el cuerpo de María
se calentaba. Sean comenzó a respirar fuertemente por la nariz y entonces sus
labios se separaron. María tragó saliva.
-Vaya…-María aun estaba agarrada a su nuca.
-Si, vaya…-parecía una entupida conversación
de besugos.
Sean se rió y los dos entraron en el coche.
María miró a la alfombrilla del automóvil.
Estaba pisando algo. Se agachó y lo cogió. Era una pequeña nota.
-¿Qué es eso?-pregunto Sean, mirándola sus
azulados ojos.
-No se. Me lo acabo de encontrar aquí.-dijo
María señalando el suelo.
Sean la asió y la desplegó. La leyó para sus
adentros.
Recuerda Sean. Yo siempre estoy
vigilando.
<<Mierda, mierda y mierda>>pensó.
Giró la cabeza y miró tras la ventanilla, pero no había nadie. Estaban solos en
el aparcamiento.
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