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Cobarde
Emm se
encontraba en la clase de filosofía con la aburrida explicación y voz monótona
del profesor Rimstom.
Sacó un lápiz de su femenino estuche de Tous y empezó a escribir en su
libreta las palabras lentas y rítmicas
que fluían de la delgada boca del maestro.
Lucía una fina camiseta amarillo pálido y una
corta falda vaquera grisácea a juego con unas bailarinas grises.
De repente, el timbre sonó y Emm suspiró. Se
llevó la mano al pelo y colocó un mechón oscuro detrás de la oreja y
rápidamente guardó los libros en la bandolera. Odiaba esa clase.
Se dirigió hacia su taquilla; metió la
combinación y guardo los libros en ella.
La cerró y dio soltó un gritito. Sean había
aparecido de la nada detrás de su ella.
Vestía con una camiseta gris que llevaba
dibujada la bandera de Reino Unido y unos pantalones azules oscuro.
-Ayer intenté llamarte pero no lo
cogías.-preguntó Sean
-Es que…-Emm sonrió y se mordió el labio.-
estuve hablando con alguien.-empezaron a andar por el pasillo entre el gentío.
-¡Oh!-Sean abrió los ojos como platos.-
¿Alguien especial?
-Puede que si… o puede que no.-Emm alzó los
hombros.
-Tengo que enseñarte una cosa…-Sean se puso
serio y la agarró del antebrazo para llevársela a otro lugar más privado.
-¿Qué ocurre?-Emm frunció el ceño.
Sean abrió la mochila de Reebok y sacó la fotografía arrugada que había encontrado días
atrás.
-Hace dos días encontré esto en mi taquilla…
Emm comenzó a sudar. No se podía creer lo que
Abrió la boca para decir algo pero se le
habían trabado las palabras. Situó su mano sobre los labios.
-Yo también recibí una amenaza hace unos
días.-porfin pudo pronunciar los vocablos. Introdujo sus dedos en el bolsillo
de la falda y saco la nota que halló en el establo. Aún tenía tierra.
Sean la leyó varias veces para intentar
deducir quien era la letra escrita, pero fue en vano.
Se miraron directamente a los ojos,
preocupados.
-¿Crees qué los demás también habrán recibido
mensajes?-preguntó Sean aun con el papel en la palma de la mano.
Emm no respondió. Solo se quedo mirando por
la ventana a los árboles del jardín exterior, pensativa…
Daniel dio una calada al cigarrillo que tenía
entre los dedos y entrecerró los ojos, disfrutando de su sabor. Expulso el humo
lentamente y permaneció quieto observando como desaparecía.
De pronto escuchó su nombre y volvió en sí.
Era Sara, que se acercaba a él.
Llevaba puesto un vestido corto azul marino
con detalles florales y unos pequeños tacones de cuero marrón oscuro.
Se apoyo en él agarrándole al polo verde y le
planto un beso. Daniel deslizó su mano hacia el trasero de esta, pero
inmediatamente, aun sin despegar los labios de los suyos, Sara la apartó y la
colocó por encima de la cintura.
Ella comenzó a toser y tapó las fauces con
sus manos.
-¡¿Has estado fumando?!-gritó Sara arrugando
el ceño.-Sabes que lo detesto.
-No te enfades cariño, solo a sido un pitillo
de nada…-Daniel puso cara de cachorrito.
-Pero me prometiste que lo ibas a dejar… por
mí.- resopló Sara.
-Está bien… esta vez te prometo que lo
dejaré.-mintió.
Sara volvió a besuquear a su novio,
cariñosamente.
-¿Sabes ya que vas a ponerte en la fiesta de
Las estrellas?-sonrió Sara mirando los azules ojos de Daniel.
-La verdad es que… no.-respondió. Se le había
olvidado por completo.
-Bueno,
no te preocupes. Mañana si quieres vamos y lo elegimos juntos, para poder ir a
juego.
-De acuerdo.-sonrió.
Tras eso,
el móvil de Sean sonó y este se asustó.
-¿No lo vas a coger?-le cuestionó Sara.
Daniel no contestó. Se sentía agobiado. No
sabia que hacer, si coger el teléfono o no.
-Ayer alguien me llamó, diciéndome que… que
sabía cosas, cosas que nadie más conoce.
Sara no respondió pero su rostro expresaba
rabia.
-Yo también he sido amenazada. Con un email.-tenía el puño cerrado y apretó
tanto que se hizo sangre en la palma de la mano.
-¿Me estás diciendo que todos hemos
sido…-Marine carraspeó.- amenazados?-ninguno de su compañeros respondió.
Marine vestía con una camiseta larga de rayas
blancas y azul oscuro y una minifalda rosa de Lacoste. También calzaba unos zapatos de tacón de color oscuro y un
sombrero del mismo color que la saya.
-Pues yo no se vosotros, pero no pienso
permitir que ningún… gilipollas me amargue la vida.-y tras eso se levantó y
observó a Sara. Estaba muy tensa y respiraba fuertemente.
-Toma. Lo necesitas más que yo.-Marine
sumergió la mano en su enorme bolso opaco y extrajo un pequeño frasco de metal
el cual contenía vodka.
Sara se lo pensó dos veces pero finalmente lo
acepto sin decir palabra y comenzó a beber sin importarle que la gente pudiera
verla.
Sus amigos se quedaron mirándola, atónitos.
Sara vació el recipiente y se lo devolvió a
su amiga. Le ardía la garganta y no le había sentado nada bien. Comenzó a
marearse y se sentó en el banco con la ayuda de su novio.
-Vaya… si que lo necesitabas.-Marine no podía
parar de ojear su receptáculo que anteriormente estaba completamente
lleno.-Bueno chicos, me marcho. Necesito un café para poder relajarme.-suspiró
y se marchó. Tornó a meter el frasco en su bolso y se percató de que aún tenía
la nota que había encontrado dos días atrás. Se dirigió hacia la papelera,
cabreada, y la tiró a ella.
De pronto, Marine se dio cuenta de algo…
extraño. La nota que había lanzado a la basura, no era la que había encontrado
en el centro comercial.
La recogió y la desplegó; empezó a leer:
Eres una cobarde, zorra. ¿Por qué no les
cuentas a tus amigos ese terrible secreto que escondes?
Marine abrió los ojos y la boca, pero se la
tapó para no gritar. Comenzó a mirar hacia todos lados, pero nadie la miraba.
Alguien había metido en su bolsa aquel papel. Lo que más le asustaba era que
durante todo el día no se había separado de el… había tenido al culpable de las
amenazas delante de la cara, y no se había dado ni cuenta…
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