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Y parecía tonta…
El sol entraba por la cristalera de
la entrada mostrando sus coloridos reflejos en el suelo de parqué
El verano estaba
acabando y ya hacia un mes de su muerte.
Emm no había ido al
instituto desde hacía más de tres semanas. Se había pasado los días en su
cuarto llorando y escuchando tristes baladas. Únicamente salía de su habitación
para comer (aunque a duras penas) y ducharse pese a que estos últimos días no
se había bañado ni una sola vez.
Sin embargo, Emm no estaba dispuesta a sufrir más por eso o
el secreto que escondía podría terminar por derrumbarle.
Se levanto de la cama
y se limpio las lágrimas que le caían sobre las mejillas.
Solo vestía con una
camiseta de tirantes blanca semitransparente y unas braguitas de Calvin Klein negras.
Abrió la puerta
lentamente y asomo la cabeza para comprobar que sus padres no estaban y que no
vieren el estado lamentable en el que se encontraba.
Salio de puntillas de
la habitación raudamente y se metió en el aseo. Cerró la puerta con pestillo y
comenzó a desnudarse.
Se observo fijamente
en el espejo. Estaba muy flaca y se le marcaban los huesos del coxis y los del
omoplato. Bajo sus ojos había una enorme cortina morada. Se le señalizaban las
ojeras por la falta de sueño. Hacia días que no dormía bien.
Abrió el grifo y se
metió dentro de la bañera.
El agua estaba
congelada pero no le importaba, es mas, le encantaba la sensación del agua
fresca sobre su espalda. Cogió una esponja, y la llenó de jabón y empezó a
limpiarse. Olía a grosellas.
Salió de la ducha
empapada. Había estado casi una hora dentro de ella. Cogió una toalla y comenzó
a secarse.
No estaba dispuesta a
que su vida cambiara por un misterio que había querido guardar.
Salio del cuarto de
baño con la toalla envolviéndole el cuerpo y se dirigió a su habitación. Abrió
el armario y sacó una camiseta de manga por el codo de Lucky Brand de color naranja pálido mayas grises de Banana Republic.
Se vistió y cogió un casco y una fusta que
había en un cajoncillo bajo el ropero.
Hacia años que Emm
iba a la hípica pero desde el incidente no había aparecido allí ni una sola
vez. ¿Se acordarían aun de ella?
Bajo las escaleras
con el caso entre los brazos. Cuando llegó abajo escuchó un ruido.
Había alguien en
casa.
Avanzó lentamente
levantando los talones del suelo para ni hacer ruido.
Sea quien sea, se
estaba acercando cada vez más…
-¡Hola Emerald!-Su
madre apareció con unos informes en la mano guardado en una funda verde.
Llevaba puesto una falda de D&G y
una camisa de la misma marca.
-¡Ah!-Emm dio un
respingo.
Se le hacia raro que
alguien le llamara Emerald. Estaba acostumbrada a que le llamaran por
abreviatura. Solo su madre la llamaba así.
-¡Que susto me has
dado, mamá!
-¿Y eso? Parece que
tengas algo que esconder.-dijo llevando la crónica a la cocina.
Emm miró al suelo.
Estaba tan tensa que cada vez que alguien decía algo parecido a lo que había
dicho su madre deseaba que nunca hubiera hecho lo que hizo en acampada.
-No tengo nada que
esconder, mama.-suspiró.-Me voy a montar. No tardare en volver. ¡Adiós!
Salio tan rápido como
le permitían su demacradas piernas.
Sacó de su bolso las
llaves del coche y se dirigió al garaje trasero de su casa.
Abrió la puerta de su
Land Rover verde y se metió en el.
Acababa de salir de
su casa y ya estaba agotada. Apoyo la cabeza en el respaldo de cuero e inspiro
profundamente y cerró los ojos. Tras un instante de calma, los abrió y introdujo
la llave para arrancar y partió hacía la escuela de equitación.
Aparcó el vehículo
entre dos almendros y salio de el.
Una brisa le revolvió
el cabello aun húmedo por la ducha. Olía a pino y… a excremento de caballo. Emm
no recordaba lo fuerte que era lo pudor de ese abono natural.
Mientras andaba por
el corredor del establo, alguien apareció por detrás. Era Galton Dillaure, su
monitor. Cuando era mas joven estaba locamente enamorada de el.
Galton le dio la
silla de montar y las bridas. Con su ayuda Emm subió al caballo. Se sentía
extraña encima del animal; hacia tanto tiempo que no montaba…
Enseguida se
acostumbró y comenzó a trotar sobre la tierra blanda. El trotón levanto el
polvo del suelo. Emm daba saltitos encima de el sin importarle el dolor que
sentía en el pie por la mala postura de el en las riendas.
Tras un rato de
trote, el corcel inició el galope.
El cabello que
sobresalía del casco se movía con el viento.
Le encantaba cabalgar. Era como si se alejara
de todo y pudiera estar sola y poder reflexionar.
Ese sentimiento se
acabó cuando alguien le distrajo.
Era Liam Lauper.
Llevaba colada por el desde hace unos años, pero nunca se
había atrevido a pedirle salir.
Sus ojos verdes
relucían a la cálida luz del Sol y su pelo rubio ceniza brillaba de forma
espectacular.
Su corazón se le
aceleró y la respiración era entre cortada. Nunca había sentido nada igual por
nadie. Ni por Jason Dolly, su novio de cuando tenía quince años, que según
ella, iba a ser el definitivo y que se iba a casar con el. A los pocos días
rompieron por que Jason se había enamorado de Alessia. Desde entonces, sintió
algo muy fuerte hacia ella. No odio sino… adoración.
Emm le miraba tan
fijamente que no se dio cuenta de que el arnés del caballo se había soltado.
Cuando cayó al suelo la bestia relincho y levanto las dos patas delantera
tirándola a la embarrada tierra.
Se había hecho daño.
Mucho daño. Pero eso no le importaba ahora. Había hecho el ridículo delante de
el.
Liam fue corriendo a
ayudarle y la levanto de la cintura. A lo mejor no había sido tan malo caerse
del suelo.
Se incorporo y no
pudo evitar mirar hacia el suelo avergonzada.
-¿Estas bien,
Emm?-sus ojos estaban clavados en los suyos.
-Mm... Si, gracia.-no
se lo podía creer. Se sabía su nombre.
-¿Seguro? El golpe ha
sido bastante fuerte.-insiste.
-De verdad, estoy
perfectamente.
-No me quedo muy tranquilo.
Me sentiría mas calmado si pudieras darme tu número de móvil para llamarte y…
poder salir.-estaba un tanto nervioso.
-Ah… mmm...
¡Claro!-tenía que ser un sueño. El chico, por el cual estaba colada hacia ya
años, le estaba tirando los tejos.
-¡No te sientas
intimidada! No seria una cita, bueno si pero no una cita cita. Es solo para
saber si estas bien.
-¡Por supuesto!-saco
su Samsung y se lo dio.
Cuando Liam se marchó,
dio un pequeño saltito de alegría. Su corazón le iba a mil por hora.
Comenzó a andar. A
pesar de lo que le había dicho, se había hecho una herida en el brazo y le salía
sangre de ella.
Algo la detuvo. Había
en el suelo una nota plegada llena de barro. Se agachó y la leyó para ella:
Puede que con esa
apariencia de mosquita muerta engañes a alguien, pero a mi no me puedes mentir.
Se lo que hiciste y lo
pienso contar.
La sensación de pánico y angustia regresaba. Su respiración
era fuerte e intermitente. Alguien sabe
lo que hizo.
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