martes, 17 de julio de 2012

En tierra quemada: Cap. 1


1
Libertad limitada

    Entro en el cuarto de baño a buena hora de la mañana. En mi mente vuelan las imágenes del sueño de esta noche y eso me produce dolor de cabeza. Me desnudo delante del espejo y observo como se me marcan las costillas y la clavícula a través de la piel. Me meto en la ducha y abro el grifo. A pesar de que el agua está congelada y es invierno, dejo que recorra todos los rincones de mi cuerpo. Me tumbo en la bañera y me paso la mano por la frente; creo que me ha bajado la fiebre.
    Segundos más tarde, salgo de la tina y cubro de mantas todo mi cuerpo. Hace años que la calefacción está pagada, ya que mis tíos no pueden pagarla. Solo los ricos pueden. Me dirijo a mi habitación y me visto con la ropa del colegio. Todos los uniformes son iguales: estrechos pantalones oscuros y enormes chaquetas negras de cuello alto. Me siento en la cama y me calzo con unas viejas deportivas blancas y desgastadas. Nunca sabes cuando vas a necesitar salir corriendo. Bajo a desayunar y me siento en la mesa que hay en el centro del comedor. Miro los “manjares” que tenemos para desayunar y se me quita el poco apetito que tengo. Tostadas quemadas con mantequilla de color verdoso; leche entera en un vaso oscurecido por la suciedad; manzanas y plátanos pochos. Me sirvo una rebanada de pan y me la meto en la boca, y aunque está asquerosa, no me puedo quejar. Otras personas no tienen ni para comer y mueren de hambre cada día. De pronto, el aroma de la canela llega a mi olfato. Kora aparece con un plato lleno de galletas de canela y vainilla. Ella sabe que me encantan y siempre me hace algunas pocas para desayunar. Sin embargo, no se acercan a las que hacían mis padres. Cojo una y me la llevo a la boca, y aunque está un poco dura, está deliciosa. Pero no es lo mismo.
    -Está riquísima.-pronuncio limpiándome la comisura de los labios con un trozo de papel.- ¿Tío Darel se ha marchado a trabajar?
    -Hace más de una hora.-asiente. Entonces, miro un sobre que hay encima de la mesa y lo estudio. Es una carta del ayuntamiento en la cual está plasmada la palabra “Importante”. Instantes después, descubro el significado de la carta.
    -Es una carta de aviso de pago, ¿verdad?-ella no dice nada pero sé que no me equivoco.- Ya os lo he dicho varias veces. Puedo trabajar en el bar para ganar algún dinero extra.
    -No te preocupes.-Kora se lleva el vaso de leche a la boca.-Tu deber es centrarte en los estudios.
    -Con lo que nos enseñan en la escuela no llegaré muy lejos.-le reprocho.-Hace falta una revolución.-susurro para que no me escuche.
    -¿Vas a ser tú la que se oponga al Gobierno?-me dice, mirándome fijamente. Tiene toda la razón. Yo no sería capaz de revolucionarme y enfrentarme a ellos. Soy demasiado cobarde como para hacerlo.
    -¿Interrumpo algo?-pregunta mi hermano, ya preparado para ir a la escuela.
    -No pasa nada Luca.-mi hermano se acerca a mi tía y le da un beso en la mejilla.-Siéntate y desayuna o llegaréis tarde.

    Luca y yo salimos de casa y nos dirigimos al colegio. Le cojo la mano y andamos con cuidado por la acera para no resbalarnos, ya que todo está lleno de hielo. Las calles son estrechas y monótonas. Todas las casas son iguales, y algunas están derruidas. Por mucho que avancemos no vemos ningún árbol o planta. Y es que, cuando el Gobierno se quedó con el poder, se encargó quemar todos los bosques, y en su lugar colocaron unas máquinas parecidos a los faros llamados Oxigenadores. A demás, todo aquel que se interpusiera en el camino del Gobierno era asesinado. El oxigeno generado tenía un aroma metálico y muchas veces te podía provocar una intoxicación o dolores en el cuerpo. En mi caso, jaquecas. Continuamos avanzando por las calles, y a medida que ibas llegando al centro de la ciudad, aparecían cadáveres tirados por el suelo. Incluso había días que te podías encontrar pilas de muertos. Muchos de ellos habían fallecido por hambre o habían sido asesinados por la policía. Al principio, me asombraba cada vez que me encontraba uno, pero ahora, ya no me produce nada. Solo odio.
    -¡Lo siento mucho!-gritaba una mujer de mediana edad. Un agente de policía la empujo contra el suelo y esta se golpeo en la cabeza.
    -¡Cállese!-otro policía llegó por detrás y la atizó en la espalda con el mango de su arma. Entonces, sacó un libro que llevaba en una mochila.- ¡Sabe que leer está prohibido!-Luca se queda paralizado al percatarse de la situación. Hace cuatro años, el Gobierno prohibió la lectura en el continente, y además, todos los libros fueron quemados. Sin embargo, siempre había alguien que se hacía con alguno y lo leía de forma clandestina. Pero tarde o temprano, te pillaban. Y tenías que pagar las consecuencias.
    -¿Sabe usted qué leer a escondidas se paga con la muerte?-dice un agente mientras carga su escopeta.
    -¡No, por favor!-la mujer se arrodilla y se agarra a los pies del policía.- ¡Lo siento! ¡No lo volveré a hacer!
    -¡No me toque, escoria!-ladró el guardia mientras se apartaba de ella.
    -¡Perdóneme la vida, por favor! ¡Tengo hijos y soy lo único que les queda!-llora la mujer, tirada en el suelo.
    -Es una pena…-dice el otro agente.-Mátala.-entonces, el guardia apunta a la cabeza de esta y aprieta el gatillo. La bala atraviesa con fuerza la sien de la mujer y cae al suelo, muerta; la sangre comienza a brotar de la testa de ella y la acera se impregna del oscuro fluido. Yo le tapo los ojos a Luca para que no viera la macabra imagen pero yo no puedo impedir dar un respingo al ver como asesinaban a esa mujer.
    -¿Qué hacemos con el cadáver?-pregunta el agente que la ha matado.
    -Dejarlo aquí. Qué sirva de lección para todos los ciudadanos.-dice alzando la voz. De pronto, nuestras miradas se cruzan y él frunce el ceño.- ¡¿Y tú que miras?!-yo parto la vista y continúo avanzando, tapando los ojos de mí hermano.- ¿¡Es que acaso quieres que te ocurra lo mismo a ti!?-puedo escuchar mientras me alejo.

    Llegamos a la escuela en un par de minutos; puntuales como siempre. Me despido de mi hermano, que se marcha con sus amigos a clase, y yo entro en el pabellón de último curso. Mi estómago no para de quejarse. Ver como asesinan a una mujer delante de mis narices me produce nauseas. Las sienes me palpitan y la jaqueca me golpea de nuevo. De pronto, alguien toca mi espalda y yo brinco, asustada.
    -Hola Alice.-me saluda Narel, mi mejor amiga.- ¿Qué te ocurre? Estás muy pálida.
    -No me encuentro muy bien.-necesito apoyarme en ella porque empiezo a marearme.-Mientras venía aquí he visto como disparaban a una mujer en la cabeza.-confieso.
    -Dios mio…-Narel se lleva la mano a su oscuro cabello.-Debe de haber sido horrible.-yo asiento y dejo que me acompañe a clase. Me ayuda a sentarme en mi pupitre y, después de besarme en la mejilla, se marcha a su asiento. Cojo mi mochila y saco el libro de biología; alzo la vista para ver quien acaba de entrar por la puerta. Es Jayden, un chico de cabello castaño claro y de ojos azules. Cada vez que lo veo mi corazón se acelera y mi respiración es intermitente. ¿Será eso lo que llaman amor? No creo. Yo no soy de esas chicas a las que les gusta salir con chicos. No. Yo prefiero estar con mis amigos; sin preocupaciones. Aunque, cuando lo miro, la sensación que siento dentro de mi me agrada.
    -¿Así que te gusta Jayden?-escucho una voz detrás de mí. Me giro y descubro quién es. Es Eva.-Menos mal. Empezaba a pensar que no tenias sentimientos.-la verdad, es que no había hablado mucho con ella. Lo único que sabía sobre ella es que era una chica a la que le gustaba el riesgo. Según he escuchado, se había enfrentado varias veces a la policía. Y siempre había salido ganando. Todos los chicos están colados por ella, y no es de sospechar. Tenía un increíble cuerpo, era alta, con un largo cabello rubio ceniza y unos preciosos y almendrados ojos verdes.
    -No digas chorradas.-el dolor de cabeza vuelve agitarme.-No me gusta…-me doy la vuelta y le observo. Quizás tenga razón.

    Han pasado varias horas y sigo aquí, aburriéndome. El profesor de matemáticas está explicando una ecuación y yo no le presto atención. Me limito a mirar por la ventana y a pensar. Total, no importa cuanto aprendamos en el instituto. No sirve para nada. Esta sociedad de libertad limitada nos impide aprender demasiado para evitar levantamientos. Continúo mirando el triste paisaje y me viene a la mente la imagen de la mujer asesinada esta mañana y las últimas palabras que pronuncio antes de morir. <<Tengo hijos y soy lo único que les queda>>. ¿Qué les ocurrirá a los hijos de la pobre mujer? Eso me recuerda a alguien. Luca y yo pasamos por lo mismo. Nos arrebataron a nuestros padres y quedamos huérfanos. Posiblemente, los hijos de ella lo pasarán fatal. Como yo lo pasé. Los días siguientes a la muerte de mis padres, dejé de comer. No podía dormir y casi siempre tenía fiebre. Agito la cabeza e intento disipar mis pensamientos. Eso pasó hace mucho tiempo. Ahora he crecido y debo seguir adelante. He crecido. De pronto, otro pensamiento flota en mi interior. Mañana es mi cumpleaños. Lo había olvidado. Bueno, más bien, quería olvidarlo. Había estado evitando ese día como la peste. Porque aquí, cumplir los dieciocho, no es algo muy bueno. Si eres menor y cometes algún error, te castigan a trabajos comunitarios. Pero si eres mayor de edad no puedes cometer errores. Un paso en falso y mueres.
    -¡Alice!-el profesor de matemáticas me extrae de mis pensamientos.-Parece que no te interesa la clase.-entonces, algo dentro de mi ser se libera y me levanto del pupitre, tirando la silla al suelo.
    -¡¿Y por qué tengo prestar atención a esta… mierda de clase?!-todo el mundo se gira y me mira, murmurando.-¡No sirve para nada! ¡Estamos acabados! ¡El Gobierno nos tiene agarrados por el cuello y nadie hace nada para evitarlo!
    -¿A caso vas a ser tú la que se oponga al Gobierno?-eso me recuerda que es lo mismo que me ha dicho Kora esta mañana. Sin embargo, la respuesta ahora es diferente.
    -¡Quizá lo haga!-todo el mundo en el aula se calla y se quedan boquiabiertos. Lo único que escucho es un leve aplauso en mis espaldas. Me giro y veo que la que me aplaude es Eva, que me susurra:
    -Tienes cojones, Alice.-sonríe.
    -Sal fuera de clase. Ya hablaré seriamente contigo.-al escuchar eso me arrepiento de lo que he dicho. Salgo del aula y me siento en uno de los bancos del pasillo y me espero a que terminen las clases. Suena el timbre y todo el mundo sale de la sala. De pronto, siento que alguien me llama.
    -Eres muy valiente, Alice.-una voz masculina suena cerca de mi. Me doy la vuelta y descubro quien es. Entonces, mi corazón da un vuelco. Era Jayden.-Tienes agallas para hacer eso. Hoy en día, nadie se atrevería a hacer lo que tú has hecho.
    -Muchas gracias…-las palabras se me enredan en la boca y necesito carraspear para aclararme la voz.-Aunque no es propio de mí.
    -He oído que mañana es tu cumpleaños. ¿Lo es?-me pregunta acercándose a mi. Mi corazón se acelera hasta que me duele.
    -Si…-un gallo salió inesperadamente de mi garganta.-Cumplo dieciocho años.
    -Que suerte…-dice con tono sarcástico.-Oye, me has caído bien. ¿Puedo hacerte un regalo?-me pregunta mientras se acerca cada vez más a mí.
    -No hace falta…-intento alejarme de él para que no se percate de lo nerviosa que estoy, pero me estampo contra la pared.-No hace falta que te molestes…
    -No es molestia.-se ríe. Luego mira su reloj y se aleja de mí.-Mañana te lo traeré.-mientras se marcha me guiña un ojo.-Hasta mañana, Alice.-me quedo paralizada cuando escucho decir mi nombre. Necesito sentarme, ya que las piernas me tiemblan. ¿Qué es esta sensación que noto dentro de mi estomago?
    -Así que… Jayden no te gusta.-una voz familiar suena a mis espaldas.-Eres una mentirosa. Estás completamente enamorada de él.-giro la testa y descubro con certeza que es Eva la que me está hablando.
    -No estoy enamorada de él.-miento.
    -Claro que no. Más que eso.-se ríe y se sienta a mi lado.-Deberías haberte visto la cara que has puesto cuando te ha guiñado el ojo.-no puede ser. Si ella se ha dado cuenta de lo que siento por Jayden, seguramente él también. Habré quedado como una tonta.-Por cierto, me ha sorprendido tu comportamiento en clase. Creía que era la única que capaz de hacerlo.-se chulea.
    -¿Cómo se te ocurre decir eso, Alice?-Narel sale de clase y se dirige hacia mí, cruzada de brazos. Vuelve a abrir la boca para hablar pero Eva se lo impide.
    -No seas tonta.-Eva se levanta y se acerca a ella. Narel da un paso atrás, intimidada.-Ha hecho lo que todo el mundo debería de hacer y no hace por culpa del pánico. ¿O es qué acaso no opinas lo mismo?-Narel agacha la cabeza y descubro que ella también sabe que lo que está haciendo el Gobierno está mal.-Alice ha sido muy valiente. Ha diferencia del resto de la gente.-entonces se gira y me coge de la mano.-Vámonos, Alice.
    -Pero el profesor me ha dicho que le espere aquí…-pronuncio, negándole la mano. Eva se gira y arquea una ceja.  
    -¿Te hechas atrás?-me reprocha. De pronto, se escuchan pasos que provienen del aula de profesores.-No queda tiempo. Debemos irnos ya.-entonces, tras vacilar un instante, le agarro de la mano y salimos corriendo. Sin embargo, me quedo quieta y me doy la vuelta hacia el interior del pasillo.- ¿Vienes Narel?-ella se queda paralizada, pensando si debería hacerlo o no. Porque así es ella. Siempre se piensa las cosas dos veces antes de actuar. Nunca comete errores y siempre saca buenas notas. Segundos después se acerca a nosotras, corriendo todo lo rápido que le permiten sus piernas. Salimos del instituto y nos escondemos en un callejón para tomar aire. Entonces, en ese momento, siento que algo dentro de mí se libera. Un sentimiento de lucha y de fuerza. Un sentimiento que ansía la libertad. 

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