lunes, 23 de julio de 2012

En tierra quemada: Cap. 2


2
Galletas de vainilla y canela

    Me siento delante del espejo empañado y paso el cepillo sobre mi rubio cabello. Ayer fue un día muy largo. Eva, Narel y yo nos saltamos las normas, y eso fue algo que me sentó muy bien. Además, fue la primera vez que tenía una conversación de verdad con Jayden. No puedo dejar de pensar en lo que me había dicho: <<¿Puedo regalarte algo?>> Estoy muy impaciente por averiguar que es lo que me tiene preparado. Miro mi reflejo y me doy cuenta de que se ha dibujado en mi rostro una estúpida sonrisa de oreja a oreja. Es la primera vez que me ocurre mientras pienso en alguien. Miro el reloj y me percato de que si no bajo rápido a desayunar, llegaré tarde al colegio. Aunque prefiero no ir. No quiero saber la reprimenda que me va ha caer. Me visto con el uniforme y bajo al comedor, inconsciente de lo que me espera abajo.
    -¡Felicidades!-gritan mis tíos y Luca al unísono. Yo no puedo evitar dar un respingo, y del susto, me precipito contra la pared.
    -No puede ser…-pienso. Al final, el día que había estado evitando, ha llegado. Hoy cumplo dieciocho años. Miro a la mesa y descubro en el centro una tarta de almendra con merengue decorada con flores negras y grises y con bolitas plateadas de caramelo. Alzo la vista y veo que mi tío Darel también está aquí.-¿No deberías estar trabajando?-le digo.
    -¿Eso es todo lo que tienes que decir?-reprocha Kora. Entonces se miran de reojo y ella muestra una mueca de preocupación.
    -Me he tomado el día libre.-responde mirando al suelo. Yo me llevo la mano a la cabeza. En los tiempos que corren, tomarse los días libres por tu cuenta está terminantemente prohibido. Y si lo haces, no te pagan el salario de ese mes. Y no estamos para eso. Además, la tarta tiene pinta de haber costado una fortuna y no podemos gastar tontamente el dinero.
    -No deberías haberme preparado esto. No podemos permitírnoslo.-suspiro mirando al suelo. La verdad, es que me hace muy feliz que me hayan comprado un pastel y que mi tío esté aquí para celebrarlo. Lo que me enfada es que se han gastado dinero que no tenemos y que nos hace falta, y probablemente, nos pasará factura.
    -Eres una desagradecida…-Kora me lanza una furiosa mirada y luego se marcha del comedor. Mi tío se sienta en la mesa y parte un pequeño trozo de tarta; se lo pone en plato y sube a su habitación sin dirigirme la palabra. Miro a mi hermano y, después de servirse un trozo de pastel, me mira negando con la cabeza.
    -Toma.-se acerca a mí y me pone en la palma de la mano un saquito marrón.-Espero que te guste mi regalo…-y  desaparece de mi lado, dejándome sola en la habitación. Abro la bolsita de cuero y saco lo que hay en su interior: un precioso collar hecho con piedrecitas de colores que brillan bajo la luz de las bombillas. Entonces sé que lo que he hecho ha estado muy mal. Mi familia me prepara una sorpresa con tarta y regalos y yo lo estropeo todo portándome como una borde. Me siento en la mesa y me sirvo un cacho. Cojo uno de los tenedores que tengo en frente y pruebo la tarta; está deliciosa.

    Luca y yo llegamos al centro a la hora de siempre. Él no me ha dirigido la palabra en todo el trayecto. Y lo entiendo; si yo fuera él tampoco habría hablado conmigo. Hoy hace más frio que ayer y el cielo está encapotado por una enorme nube negra. Miro al cielo y parece que comienza a nevar. Abro la mano y dejo un copo caiga sobre la palma de mi mano. Lo estudio y descubro que no es nieve lo que cae del cielo. Es ceniza. ¿Qué estarán quemando? Avanzo hasta el pabellón sin quitar la vista del horizonte; sea lo que sea que estén quemando, lo están haciendo en las afueras de la ciudad, detrás de las montañas de Ebany. Me detengo cuando una voz familiar me llama a lo lejos.
    -¡Feliz cumpleaños!-Narel aparece detrás de mí y me abraza. Yo intento esbozar una sonrisa para que no descubra lo triste que estoy, pero es en vano. Pero a pesar de que sabe que no estoy contenta, no me pregunta el motivo. Únicamente asiente y me agarra de las manos.- ¿Qué te han regalado?
    -Me han preparado un desayuno con una enorme tarta de almendras.-agacho la cabeza, pensando el error que he cometido esta mañana.-Y Luca me ha regalado este collar.-meto la mano en la mochila y saco el abalorio de colores.
    -Es muy bonito.-sonríe y lo coge para verlo mejor.-Yo también tengo un regalo para ti.-Narel pone las manos en la espalda y da un pequeño saltito.
    -¿Y qué es?-pregunto, intrigada.
    -Tendrás que esperar a que terminen las clases para descubrirlo…-una sonrisa aparece en su rostro y luego se marcha al interior del edificio. ¿Qué tendrá preparada?

    Pasan las horas y cada vez que se acerca la hora del recreo me arrepiento más de lo que dije ayer en la clase de matemáticas. ¿Qué castigo me depara? ¿Me encerraran en una habitación durante largas horas? ¿Me torturarán por haber expresado mi odio hacia el Gobierno? ¿O me matarán por qué ya tengo soy mayor de edad? Sea lo que sea que me hagan estoy muy asustada. La chica que ayer consiguió alzar la voz en contra del Gobierno se ha convertido en una ingenua y cobarde chica que se esconde. Suena el timbre para salir al patio y el corazón se me encoge. Pero no debo dejarme vencer por el miedo. Me levanto del pupitre y salgo al exterior. Miro hacia todos los lados, esperando mi castigo.
    Segundos más tarde, aparece al final del pasillo; pero no está solo. Dos agentes le acompañan a sus espaldas. Los nervios se apoderan de mí. ¿Qué me va a ocurrir? Entrecierro los ojos y me percato de que llevan las armas amarradas al cinturón. Entonces entiendo que todo acaba aquí. Me pegarán un tiro en la cabeza y dejaran mi cadáver en la calle. Seguramente colocarán carteles por el motivo de mi muerte. Hace un año pegaron pancartas con imágenes del cadáver de un hombre que se opuso al Gobierno, e incluso colgaron su cuerpo en el puente. Fue una mala experiencia para nosotros, y las pocas ganas que habían de luchar contra las injusticias desaparecieron.
    A pesar de eso, no me muestro asustada. Si voy a morir, debo hacerlo con la cabeza bien alta. Así mostraré que aún hay gente que se opone al Gobierno y quizá algunas personas vean que si se unen tienen posibilidades de luchar. Me muevo y me quedo de pie en medio del pasillo, con la cabeza bien alta. Entonces, mi profesor se queda parado delante de mí.
    -Estoy preparada.-digo mirándole a los ojos.
    -¿Preparada para qué?-la pregunta me sorprende. Es imposible que se haya olvidado de lo que hice ayer en su clase.
    -Preparada para mi castigo.-Arqueo una ceja, extrañada. Los agentes se giran y me miran fijamente, frunciendo el ceño.
    -¿Castigo?-empieza a reírse y pone la mano sobre mi hombro derecho.-Tus notas son excelentes y tu comportamiento es estupendo. No veo porque debería castigarte.-entonces me guiña un ojo, ocultando vagamente el rostro para que los guardias que lo acompañan no lo descubran. Ahí es cuando descubro que, a pesar de que me gritara ayer en clase, sabe que estaba en lo cierto. Pero, si los agentes de policía no están aquí para hacerme pagar lo que dije, ¿qué hacen aquí?
    -Bueno, Alice.-se lleva la mano a la corbata y se la ajusta al cuello.-Debemos marcharnos. Estos señores y yo debemos hablar en mi despacho.- ¿hablar? ¿Sobre qué? ¿Qué está ocurriendo? Mi profesor y los agentes se marchan y se meten dentro del estudio. Un escalofrío me recorre la espalda cuando una idea flota en mi mente. ¿Lo van a matar? No puede ser. El señor Williams respeta las normas al pie de la letra y nunca ha expresado dio hacia el Gobierno o a sus medidas. No. Debe tratarse de otra cosa.

    Horas después, el instituto termina y me marcho con Luca a mi casa. Entramos dentro, pero no hay nadie. Mi tío Darel no habrá vuelto del trabajo y Kora se habrá marchado ha trabajar a la sastrería. Dejo la mochila en el comedor y mi hermano se dirige ha mi habitación. Ando hacia a la cocina y me sirvo otro trozo de tarta, que está intacto excepto por los pequeños trozos que hemos cortado esta mañana. Me siento en la mesa y me lo como sin ganas. En mi mente aún ronda muchas incógnitas y preguntas sin resolver. De pronto, el timbre rompe el silencio de la estancia. Me dirijo hacia la puerta y la abro, sorprendiéndome al ver quien me espera en el exterior.
    -¿Estás preparada para ver mi regalo?-Narel sonríe en frente de mí y me tiende una mano para que la siga.
    -Por supuesto.-esbozo una sonrisa y consigo que las preguntas que rondan en mi cabeza se disipen.-Pero espérate un momento. Voy a dejarles una nota para que sepan que me ido contigo.-arranco una hoja de la libreta que tengo la mochila y escribo en ella. Luego me dirijo a la habitación de mi hermano y le sorprendo haciendo los deberes.
    -Luca, me marcho con Narel.-me acerco a él y me agacho para ponerme a la altura del escritorio donde está sentado.-Te quedas solo en casa, así que no abras la puerta a nadie a no ser que sean lis tíos.-él se gira y frunce el ceño, molesto.
    -Ya no tengo seis años. Se cuidarme solo.-luego se acerca a mí y me abraza con fuerza.
    Bajo las escaleras y sigo a Narel, que anda rápidamente por las estrechas calles. Alzo la vista y veo que está anocheciendo. ¿Cuál será mi regalo? Nos dirigimos a un callejón cerrado. Al final hay una enorme puerta que es difícil de ver ya que es del mismo color que las paredes que la rodean. Entramos y bajamos una enorme escalera. Tengo que agarrarme a la barandilla ya que a medida que bajas la luz es más escasa. Cuando llego al final descubro que Narel no está a mi lado. Me doy la vuelta y veo como la puerta por la que hemos entrado se cierra lentamente. La oscuridad se apodera de todo lo que me rodea. ¿Qué está ocurriendo? De pronto, la luz se enciende de golpe, cegándome. Miro a todas las direcciones intentando vislumbrar quienes hay en la sala, pero las chiribitas me lo dificultan. Hasta que de repente, todos los presentes gritan una palabra que retumba en mis oídos.
   -¡Sorpresa!-las chipas en mis ojos desaparecen y veo que todos mis amigos están allí. Me han preparado una fiesta sorpresa clandestina. Las lágrimas caen por mis mejillas de la emoción. Nunca nadie había hecho eso por mí. La sala es redonda y hay varias mesas dispersas por la estancia. Al final hay una barra llena de botellas y frascos con extraños colores, y la luz que alumbra es de un tono verdoso.
    -¡Muchísimas gracias!-Narel se acerca y me da un abrazo; yo lo acepto y la beso en la mejilla. Me agarra de la mano y me lleva a la mesa que está llena de aperitivos: gusanitos que queso, patatas fritas de exóticos colores, pequeñas piezas de sushi. Esto debe costar una fortuna. Al principio me siento mal porque se han gastado mucho dinero por mí, pero intento que esa idea desaparezca de mi cabeza. No quiero cometer el mismo error que he cometido esta mañana.
    Alargo el brazo y cojo una patata de color violeta y me la llevo a la boca. Tiene un sabor salado y un poco agridulce. Luego asgo otra de color azul pálido. Esta sabe a pescado con albahaca. Cierro los ojos y saboreo con todo detalle el sabor de estos manjares. Esto es algo que no se come todos los días. De pronto, siento que alguien me toca la espalda. Me giro y me asombro al ver quien es.
    -Hola Eva.-me cerco y la saludo en la mejilla. La verdad es que me sorprende que esté aquí. Ayer ella y Narel no se mostraban muy amigables después del incidente de clase.-Me alegro de que estés aquí.
    -¿Cómo no iba a venir? No me lo habría perdido por nada del mundo.-se acerca a mí y me da la mano.-Ven, quiero presentarte a un amigo que está interesado en ti.-me aleja de Narel, que parece que está bastante entretenida saboreando los aperitivos de queso, y me lleva a otra mesa. Me giro y veo que en frente de mí hay un misterioso hombre de cabello blanco que oculta ligeramente su rostro bajo una capucha de color azul.
    -Ella es Alice.-Eva sonríe y se hacer a él. Parece que le ha dicho algo al oído. Sea lo que sea que haya dicho, a él parece que le ha gustado.
    -Encantado de conocerte Alice.-me extiende la mano y yo la acepto. Este me la aprieta y yo no puedo evitar dar un pequeño respingo. Por lo que sugiere su fuerza y su cuerpo, debe de hacer mucho ejercicio físico. Luego mira a Eva y esta asiente.-Así que, ¿eres hija de Dainan y de Kylie?-esas palabras hacen que me aleje un poco de la mesa. ¿Cómo sabe eso?
    -No te asustes Alice.-Eva me coge de la mano y me mira fijamente.-Él es Finn, y es…-él la interrumpe antes de que pueda terminar.
    -¡No lo digas!-Finn estira la capucha hacia abajo para ocultar más rostro.-Este no es un lugar seguro. Además, aunque sea hija de Dainan y Kylie no podemos fiarnos de ella. Aún no.-yo les observo frunciendo el ceño y me alejo de su mesa. ¿Qué está pasando? ¿Cómo sabe el nombre de mis padres? Me dirijo a la barra, intentando ocultarme para que no descubran donde estoy. De repente, alguien delante de mí me dice algo y consigue extraerme de mis pensamientos.
    -¿Qué quiere tomar?-me pregunta el camarero. Miro las botellas de colores y descubro que todas llevan alcohol. La verdad, es que nunca había bebido y no me llamaba mucho la atención. Abro la boca para hablar y decirle que mejor no me pusiera nada, pero alguien se interpone.
    -Dos copas de absenta, por favor.-me doy la vuelta, molesta, y descubro quien es. Mi corazón se dispara al descubrirlo.
    -Hola Jayden.-dentro de mí, siento como si alguien estuviera bailando en mi estomago y me gritara que le besara. El sirviente nos sirve dos copas llenas de líquido de color verde muy llamativo. ¿De verdad se puede beber? Bueno, ya he comido patatas de color violeta y azul, así que no es lo más raro que voy a probar esta noche. Agarro el baso y me lo llevo a la boca. La absenta se esparce por los rincones de mi boca, permitiéndome saborearla. Tiene un gusto a anís junto con varias especias aromáticas. Cuando lo trago, siento como me arde la garganta. Miro hacia las botellas que hay alrededor; parece que el contenido de ellas brille y rebote en la semioscuridad del local. Creo que me está sentando mal la absenta.
    -No te preocupes.-Jayden da un sorbo como si nada de su vaso.-La absenta hace que tengas alucinaciones.-se ríe y da otro pequeño sorbo del verde fluido.- ¿Es la primera vez que bebes alcohol?-yo asiento y me agarro a la barra para no caerme. Creo que es lo peor que he probado esta noche. Aunque, la verdad, es que sabe muy bien. Doy otro sorbo y cierro los ojos con fuerza. Miro la botella que el metre nos ha dejado delante. ¿Qué lleva este alucinógeno llamado absenta? Leo con dificultad el nombre inscrito en el frasco: La Fee Verte. Me fijo mejor y observo que hay dibujada un hada de color verde en ella. De pronto, el hada empieza a bailar, moviéndose de forma sensual. Cierro y abro los ojos para disipar esa alucinación, pero no desaparece. Jayden empieza a reírse y yo le miro, extrañada. Debo tener una cara muy divertida para que se tronche de esa forma.-Por cierto, te he traído tu regalo.-se me había olvidado por completo. Con todo lo que me ha pasado hoy ya no me acordaba.-Ven, quiero que lo veas.-me tiende la mano y mi corazón se acelera. En mi estomago noto una agradable sensación cuando le doy la mano. Pero antes de marcharme, cojo la copa y me la termino de un trago. Noto como me sube a la garganta y me tiemblan las sienes. Pero no es una sensación que me desagrada.
Miro al techo mientras avanzo por la estancia; las alucinaciones comienzan a ir a peor. Las luces verdes del techo se transforman en pequeños y delicados pájaros que bailan a mí alrededor. El oscuro suelo se tiñe de azul y bonitas flores florecen bajo mis pies. No se si la absenta es mala para la salud (seguro que sí. Todo lo que más me gusta no es conveniente para la salid) pero me encanta ver las cosas de otro modo. Jayden me lleva a un estrecho pasadizo que hay cerca de la salida. Cierra la puerta y la oscuridad es casi absoluta. Me apoyo en él para no caerme ya que las piernas se me mueven solas. Entonces, saca una cajita de color azul oscuro de detrás de él.
    -No es gran cosa, pero como he oído que te gustan…-agarro la caja entre mis temblorosas manos y la abro. Mi respiración se hace intermitente y el vaho sale de mis labios por el frío de la noche. Son galletas de vainilla y canela. Cojo una y me la llevo a la boca. Mi lengua salta de alegría cuando la saborea. Son exactas a las que hacían mis padres. De repente, una sensación se apodera de mí ser. No se si es otro efecto del alucinógeno verde, pero me abalanzo sobre él y le beso en los labios. Para mi sorpresa, Jayden no se aparta. Cierro lo ojos y bebo de ese beso. Mi corazón se calma y siento como se libera la adrenalina de mi cuerpo. Alzo las manos y las poso sobre su nuca, atrayéndole a mí. Pequeñas lágrimas aparecen en mis verdes ojos. Nunca nadie me había hecho sentir de esa forma. Sin embargo, algo nos extrae del intenso beso.
    -¡La policía viene hacia aquí!-una voz nos advierte en el interior. Jayden se separa de mí y me coge la mano. Volvemos a entrar y ayudamos a recoger para que no nos vean. Escondemos las bebidas en una despensa oculta que hay al lado de la barra. Apagamos las luces y nos ocultamos entra la oscuridad. Segundos más tarde, dos agentes entran en la estancia, andando a tientas. Me tapo la boca para que mi respiración no me delate. Aprieto la mano de Jayden y me pego a él. A pesar de que la oscuridad es total, siento que Jayden me besa en la frente y me abraza. De pronto, el transmisor de uno de los guardias se activa y su luz nos delata. Lo siguiente ocurre muy rápido. Los agentes se pelean con los asistentes y viceversa. Puedo escuchar varios gritos y disparos en la sala. Alguien enciende la luz y descubro que solo son cuatro agentes. Cuatro agentes contra más de veinte personas. Jayden tira de mí y me lleva hacia la salida. Me giro y veo como un guardia intenta golpear a Eva, pero esta arremete una fuerte patada contra él en el cuello y cae al suelo, inconsciente. Los demás pelean con las botellas o con los propios puños. Entonces lo veo claro en mi mente. Si hubiera una revolución, saldríamos ganados. El pueblo supera a las fuerzas del Gobierno. Por eso eliminan a todo aquel que exprese su odio y ganas de lucha contra ellos. Tienen miedo.
    Jayden me saca del alborotado local, pero el suelo está lleno de escarcha y caemos. Me giro, aún aturdida por los efectos de la bebida, y veo que a Jayden le cuesta mucho levantarse. Me acerco a él para que se levante del frío suelo, pero me aparta con suavidad.
    -Debes huir. Corre y no te pares hasta llegar a casa.-luego se incorpora como puede y me guiña el ojo. Y entonces comprendo que debo hacerlo. Huir hasta ponerme a salvo. Avanzo a gran velocidad por las estrechas calles, esquivando a las tropas de agentes que hacen la ronda nocturna. Troto todo lo rápido que me permiten mis piernas, la absenta y el hielo en el suelo. Pero de pronto, resbalo y me caigo, golpeándome la mejilla contra la acera. Intento levantarme y entiendo porque Jayden no se podía alzar. El pavimento está tan lleno de escarcha y hielo que es casi imposible ponerse en pie. Me apoyo en la pared y me levanto lentamente. Cuando lo consigo, miro a mis pies con dificultad. Mi visión es borrosa y me laten los oídos. El golpe en el pómulo me ha dejado totalmente aturdida. Deslizo con suavidad la palma de mi mano sobre mi mejilla, que está ardiendo e hinchada. Levanto la vista y doy un respingo al ver que delante de mí hay un agente de brazos cruzados.
    -¿A dónde te crees qué vas, preciosa?-y después de eso pierdo el conocimiento y me caigo al suelo. Lo único que consigo ver después es el hálito saliendo de mi boca, que cubre mi borrosa visión.  

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