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Galletas de vainilla y canela
Me siento delante del
espejo empañado y paso el cepillo sobre mi rubio cabello. Ayer fue un día muy
largo. Eva, Narel y yo nos saltamos las normas, y eso fue algo que me sentó muy
bien. Además, fue la primera vez que tenía una conversación de verdad con
Jayden. No puedo dejar de pensar en lo que me había dicho: <<¿Puedo
regalarte algo?>> Estoy muy impaciente por averiguar que es lo que me
tiene preparado. Miro mi reflejo y me doy cuenta de que se ha dibujado en mi
rostro una estúpida sonrisa de oreja a oreja. Es la primera vez que me ocurre
mientras pienso en alguien. Miro el reloj y me percato de que si no bajo rápido
a desayunar, llegaré tarde al colegio. Aunque prefiero no ir. No quiero saber
la reprimenda que me va ha caer. Me visto con el uniforme y bajo al comedor,
inconsciente de lo que me espera abajo.
-¡Felicidades!-gritan mis
tíos y Luca al unísono. Yo no puedo evitar dar un respingo, y del susto, me
precipito contra la pared.
-No puede ser…-pienso. Al
final, el día que había estado evitando, ha llegado. Hoy cumplo dieciocho años.
Miro a la mesa y descubro en el centro una tarta de almendra con merengue
decorada con flores negras y grises y con bolitas plateadas de caramelo. Alzo
la vista y veo que mi tío Darel también está aquí.-¿No deberías estar
trabajando?-le digo.
-¿Eso es todo lo que
tienes que decir?-reprocha Kora. Entonces se miran de reojo y ella muestra una
mueca de preocupación.
-Me he tomado el día
libre.-responde mirando al suelo. Yo me llevo la mano a la cabeza. En los
tiempos que corren, tomarse los días libres por tu cuenta está terminantemente
prohibido. Y si lo haces, no te pagan el salario de ese mes. Y no estamos para
eso. Además, la tarta tiene pinta de haber costado una fortuna y no podemos
gastar tontamente el dinero.
-No deberías haberme
preparado esto. No podemos permitírnoslo.-suspiro mirando al suelo. La verdad,
es que me hace muy feliz que me hayan comprado un pastel y que mi tío esté aquí
para celebrarlo. Lo que me enfada es que se han gastado dinero que no tenemos y
que nos hace falta, y probablemente, nos pasará factura.
-Eres una
desagradecida…-Kora me lanza una furiosa mirada y luego se marcha del comedor.
Mi tío se sienta en la mesa y parte un pequeño trozo de tarta; se lo pone en
plato y sube a su habitación sin dirigirme la palabra. Miro a mi hermano y,
después de servirse un trozo de pastel, me mira negando con la cabeza.
-Toma.-se acerca a mí y
me pone en la palma de la mano un saquito marrón.-Espero que te guste mi
regalo…-y desaparece de mi lado,
dejándome sola en la habitación. Abro la bolsita de cuero y saco lo que hay en
su interior: un precioso collar hecho con piedrecitas de colores que brillan
bajo la luz de las bombillas. Entonces sé que lo que he hecho ha estado muy
mal. Mi familia me prepara una sorpresa con tarta y regalos y yo lo estropeo todo
portándome como una borde. Me siento en la mesa y me sirvo un cacho. Cojo uno
de los tenedores que tengo en frente y pruebo la tarta; está deliciosa.
Luca y yo llegamos al
centro a la hora de siempre. Él no me ha dirigido la palabra en todo el
trayecto. Y lo entiendo; si yo fuera él tampoco habría hablado conmigo. Hoy
hace más frio que ayer y el cielo está encapotado por una enorme nube negra.
Miro al cielo y parece que comienza a nevar. Abro la mano y dejo un copo caiga
sobre la palma de mi mano. Lo estudio y descubro que no es nieve lo que cae del
cielo. Es ceniza. ¿Qué estarán quemando? Avanzo hasta el pabellón sin quitar la
vista del horizonte; sea lo que sea que estén quemando, lo están haciendo en
las afueras de la ciudad, detrás de las montañas de Ebany. Me detengo cuando
una voz familiar me llama a lo lejos.
-¡Feliz cumpleaños!-Narel
aparece detrás de mí y me abraza. Yo intento esbozar una sonrisa para que no
descubra lo triste que estoy, pero es en vano. Pero a pesar de que sabe que no
estoy contenta, no me pregunta el motivo. Únicamente asiente y me agarra de las
manos.- ¿Qué te han regalado?
-Me han preparado un
desayuno con una enorme tarta de almendras.-agacho la cabeza, pensando el error
que he cometido esta mañana.-Y Luca me ha regalado este collar.-meto la mano en
la mochila y saco el abalorio de colores.
-Es muy bonito.-sonríe y
lo coge para verlo mejor.-Yo también tengo un regalo para ti.-Narel pone las
manos en la espalda y da un pequeño saltito.
-¿Y qué es?-pregunto,
intrigada.
-Tendrás que esperar a
que terminen las clases para descubrirlo…-una sonrisa aparece en su rostro y
luego se marcha al interior del edificio. ¿Qué tendrá preparada?
Pasan las horas y cada
vez que se acerca la hora del recreo me arrepiento más de lo que dije ayer en
la clase de matemáticas. ¿Qué castigo me depara? ¿Me encerraran en una
habitación durante largas horas? ¿Me torturarán por haber expresado mi odio
hacia el Gobierno? ¿O me matarán por qué ya tengo soy mayor de edad? Sea lo que
sea que me hagan estoy muy asustada. La chica que ayer consiguió alzar la voz
en contra del Gobierno se ha convertido en una ingenua y cobarde chica que se
esconde. Suena el timbre para salir al patio y el corazón se me encoge. Pero no
debo dejarme vencer por el miedo. Me levanto del pupitre y salgo al exterior.
Miro hacia todos los lados, esperando mi castigo.
Segundos más tarde,
aparece al final del pasillo; pero no está solo. Dos agentes le acompañan a sus
espaldas. Los nervios se apoderan de mí. ¿Qué me va a ocurrir? Entrecierro los
ojos y me percato de que llevan las armas amarradas al cinturón. Entonces
entiendo que todo acaba aquí. Me pegarán un tiro en la cabeza y dejaran mi
cadáver en la calle. Seguramente colocarán carteles por el motivo de mi muerte.
Hace un año pegaron pancartas con imágenes del cadáver de un hombre que se
opuso al Gobierno, e incluso colgaron su cuerpo en el puente. Fue una mala
experiencia para nosotros, y las pocas ganas que habían de luchar contra las
injusticias desaparecieron.
A pesar de eso, no me
muestro asustada. Si voy a morir, debo hacerlo con la cabeza bien alta. Así
mostraré que aún hay gente que se opone al Gobierno y quizá algunas personas
vean que si se unen tienen posibilidades de luchar. Me muevo y me quedo de pie
en medio del pasillo, con la cabeza bien alta. Entonces, mi profesor se queda
parado delante de mí.
-Estoy preparada.-digo
mirándole a los ojos.
-¿Preparada para qué?-la
pregunta me sorprende. Es imposible que se haya olvidado de lo que hice ayer en
su clase.
-Preparada para mi
castigo.-Arqueo una ceja, extrañada. Los agentes se giran y me miran fijamente,
frunciendo el ceño.
-¿Castigo?-empieza a
reírse y pone la mano sobre mi hombro derecho.-Tus notas son excelentes y tu
comportamiento es estupendo. No veo porque debería castigarte.-entonces me
guiña un ojo, ocultando vagamente el rostro para que los guardias que lo
acompañan no lo descubran. Ahí es cuando descubro que, a pesar de que me
gritara ayer en clase, sabe que estaba en lo cierto. Pero, si los agentes de
policía no están aquí para hacerme pagar lo que dije, ¿qué hacen aquí?
-Bueno, Alice.-se lleva
la mano a la corbata y se la ajusta al cuello.-Debemos marcharnos. Estos
señores y yo debemos hablar en mi despacho.- ¿hablar? ¿Sobre qué? ¿Qué está
ocurriendo? Mi profesor y los agentes se marchan y se meten dentro del estudio.
Un escalofrío me recorre la espalda cuando una idea flota en mi mente. ¿Lo van
a matar? No puede ser. El señor Williams respeta las normas al pie de la letra
y nunca ha expresado dio hacia el Gobierno o a sus medidas. No. Debe tratarse
de otra cosa.
Horas después, el
instituto termina y me marcho con Luca a mi casa. Entramos dentro, pero no hay
nadie. Mi tío Darel no habrá vuelto del trabajo y Kora se habrá marchado ha
trabajar a la sastrería. Dejo la mochila en el comedor y mi hermano se dirige
ha mi habitación. Ando hacia a la cocina y me sirvo otro trozo de tarta, que
está intacto excepto por los pequeños trozos que hemos cortado esta mañana. Me
siento en la mesa y me lo como sin ganas. En mi mente aún ronda muchas
incógnitas y preguntas sin resolver. De pronto, el timbre rompe el silencio de
la estancia. Me dirijo hacia la puerta y la abro, sorprendiéndome al ver quien
me espera en el exterior.
-¿Estás preparada para
ver mi regalo?-Narel sonríe en frente de mí y me tiende una mano para que la
siga.
-Por supuesto.-esbozo una
sonrisa y consigo que las preguntas que rondan en mi cabeza se disipen.-Pero
espérate un momento. Voy a dejarles una nota para que sepan que me ido
contigo.-arranco una hoja de la libreta que tengo la mochila y escribo en ella.
Luego me dirijo a la habitación de mi hermano y le sorprendo haciendo los
deberes.
-Luca, me marcho con
Narel.-me acerco a él y me agacho para ponerme a la altura del escritorio donde
está sentado.-Te quedas solo en casa, así que no abras la puerta a nadie a no
ser que sean lis tíos.-él se gira y frunce el ceño, molesto.
-Ya no tengo seis años.
Se cuidarme solo.-luego se acerca a mí y me abraza con fuerza.
Bajo las escaleras y sigo
a Narel, que anda rápidamente por las estrechas calles. Alzo la vista y veo que
está anocheciendo. ¿Cuál será mi regalo? Nos dirigimos a un callejón cerrado.
Al final hay una enorme puerta que es difícil de ver ya que es del mismo color
que las paredes que la rodean. Entramos y bajamos una enorme escalera. Tengo que
agarrarme a la barandilla ya que a medida que bajas la luz es más escasa.
Cuando llego al final descubro que Narel no está a mi lado. Me doy la vuelta y
veo como la puerta por la que hemos entrado se cierra lentamente. La oscuridad
se apodera de todo lo que me rodea. ¿Qué está ocurriendo? De pronto, la luz se
enciende de golpe, cegándome. Miro a todas las direcciones intentando
vislumbrar quienes hay en la sala, pero las chiribitas me lo dificultan. Hasta
que de repente, todos los presentes gritan una palabra que retumba en mis
oídos.
-¡Sorpresa!-las chipas en
mis ojos desaparecen y veo que todos mis amigos están allí. Me han preparado
una fiesta sorpresa clandestina. Las lágrimas caen por mis mejillas de la
emoción. Nunca nadie había hecho eso por mí. La sala es redonda y hay varias
mesas dispersas por la estancia. Al final hay una barra llena de botellas y
frascos con extraños colores, y la luz que alumbra es de un tono verdoso.
-¡Muchísimas
gracias!-Narel se acerca y me da un abrazo; yo lo acepto y la beso en la
mejilla. Me agarra de la mano y me lleva a la mesa que está llena de
aperitivos: gusanitos que queso, patatas fritas de exóticos colores, pequeñas
piezas de sushi. Esto debe costar una fortuna. Al principio me siento mal
porque se han gastado mucho dinero por mí, pero intento que esa idea
desaparezca de mi cabeza. No quiero cometer el mismo error que he cometido esta
mañana.
Alargo el brazo y cojo
una patata de color violeta y me la llevo a la boca. Tiene un sabor salado y un
poco agridulce. Luego asgo otra de color azul pálido. Esta sabe a pescado con
albahaca. Cierro los ojos y saboreo con todo detalle el sabor de estos
manjares. Esto es algo que no se come todos los días. De pronto, siento que
alguien me toca la espalda. Me giro y me asombro al ver quien es.
-Hola Eva.-me cerco y la
saludo en la mejilla. La verdad es que me sorprende que esté aquí. Ayer ella y
Narel no se mostraban muy amigables después del incidente de clase.-Me alegro
de que estés aquí.
-¿Cómo no iba a venir? No
me lo habría perdido por nada del mundo.-se acerca a mí y me da la mano.-Ven,
quiero presentarte a un amigo que está interesado en ti.-me aleja de Narel, que
parece que está bastante entretenida saboreando los aperitivos de queso, y me
lleva a otra mesa. Me giro y veo que en frente de mí hay un misterioso hombre
de cabello blanco que oculta ligeramente su rostro bajo una capucha de color
azul.
-Ella es Alice.-Eva
sonríe y se hacer a él. Parece que le ha dicho algo al oído. Sea lo que sea que
haya dicho, a él parece que le ha gustado.
-Encantado de conocerte
Alice.-me extiende la mano y yo la acepto. Este me la aprieta y yo no puedo
evitar dar un pequeño respingo. Por lo que sugiere su fuerza y su cuerpo, debe
de hacer mucho ejercicio físico. Luego mira a Eva y esta asiente.-Así que,
¿eres hija de Dainan y de Kylie?-esas palabras hacen que me aleje un poco de la
mesa. ¿Cómo sabe eso?
-No te asustes Alice.-Eva
me coge de la mano y me mira fijamente.-Él es Finn, y es…-él la interrumpe
antes de que pueda terminar.
-¡No lo digas!-Finn
estira la capucha hacia abajo para ocultar más rostro.-Este no es un lugar
seguro. Además, aunque sea hija de Dainan y Kylie no podemos fiarnos de ella.
Aún no.-yo les observo frunciendo el ceño y me alejo de su mesa. ¿Qué está
pasando? ¿Cómo sabe el nombre de mis padres? Me dirijo a la barra, intentando
ocultarme para que no descubran donde estoy. De repente, alguien delante de mí
me dice algo y consigue extraerme de mis pensamientos.
-¿Qué quiere tomar?-me
pregunta el camarero. Miro las botellas de colores y descubro que todas llevan
alcohol. La verdad, es que nunca había bebido y no me llamaba mucho la
atención. Abro la boca para hablar y decirle que mejor no me pusiera nada, pero
alguien se interpone.
-Dos copas de absenta,
por favor.-me doy la vuelta, molesta, y descubro quien es. Mi corazón se
dispara al descubrirlo.
-Hola Jayden.-dentro de
mí, siento como si alguien estuviera bailando en mi estomago y me gritara que
le besara. El sirviente nos sirve dos copas llenas de líquido de color verde
muy llamativo. ¿De verdad se puede beber? Bueno, ya he comido patatas de color
violeta y azul, así que no es lo más raro que voy a probar esta noche. Agarro
el baso y me lo llevo a la boca. La absenta se esparce por los rincones de mi
boca, permitiéndome saborearla. Tiene un gusto a anís junto con varias especias
aromáticas. Cuando lo trago, siento como me arde la garganta. Miro hacia las
botellas que hay alrededor; parece que el contenido de ellas brille y rebote en
la semioscuridad del local. Creo que me está sentando mal la absenta.
-No te preocupes.-Jayden
da un sorbo como si nada de su vaso.-La absenta hace que tengas alucinaciones.-se
ríe y da otro pequeño sorbo del verde fluido.- ¿Es la primera vez que bebes
alcohol?-yo asiento y me agarro a la barra para no caerme. Creo que es lo peor
que he probado esta noche. Aunque, la verdad, es que sabe muy bien. Doy otro
sorbo y cierro los ojos con fuerza. Miro la botella que el metre nos ha dejado
delante. ¿Qué lleva este alucinógeno llamado absenta? Leo con dificultad el
nombre inscrito en el frasco: La Fee Verte. Me fijo mejor y observo que hay
dibujada un hada de color verde en ella. De pronto, el hada empieza a bailar, moviéndose
de forma sensual. Cierro y abro los ojos para disipar esa alucinación, pero no
desaparece. Jayden empieza a reírse y yo le miro, extrañada. Debo tener una cara
muy divertida para que se tronche de esa forma.-Por cierto, te he traído tu
regalo.-se me había olvidado por completo. Con todo lo que me ha pasado hoy ya
no me acordaba.-Ven, quiero que lo veas.-me tiende la mano y mi corazón se
acelera. En mi estomago noto una agradable sensación cuando le doy la mano. Pero
antes de marcharme, cojo la copa y me la termino de un trago. Noto como me sube
a la garganta y me tiemblan las sienes. Pero no es una sensación que me
desagrada.
Miro al techo mientras avanzo por la estancia; las alucinaciones
comienzan a ir a peor. Las luces verdes del techo se transforman en pequeños y
delicados pájaros que bailan a mí alrededor. El oscuro suelo se tiñe de azul y
bonitas flores florecen bajo mis pies. No se si la absenta es mala para la
salud (seguro que sí. Todo lo que más me gusta no es conveniente para la salid)
pero me encanta ver las cosas de otro modo. Jayden me lleva a un estrecho
pasadizo que hay cerca de la salida. Cierra la puerta y la oscuridad es casi
absoluta. Me apoyo en él para no caerme ya que las piernas se me mueven solas. Entonces,
saca una cajita de color azul oscuro de detrás de él.
-No es gran cosa, pero
como he oído que te gustan…-agarro la caja entre mis temblorosas manos y la
abro. Mi respiración se hace intermitente y el vaho sale de mis labios por el frío
de la noche. Son galletas de vainilla y canela. Cojo una y me la llevo a la boca.
Mi lengua salta de alegría cuando la saborea. Son exactas a las que hacían mis
padres. De repente, una sensación se apodera de mí ser. No se si es otro efecto
del alucinógeno verde, pero me abalanzo sobre él y le beso en los labios. Para
mi sorpresa, Jayden no se aparta. Cierro lo ojos y bebo de ese beso. Mi corazón
se calma y siento como se libera la adrenalina de mi cuerpo. Alzo las manos y
las poso sobre su nuca, atrayéndole a mí. Pequeñas lágrimas aparecen en mis
verdes ojos. Nunca nadie me había hecho sentir de esa forma. Sin embargo, algo
nos extrae del intenso beso.
-¡La policía viene hacia
aquí!-una voz nos advierte en el interior. Jayden se separa de mí y me coge la
mano. Volvemos a entrar y ayudamos a recoger para que no nos vean. Escondemos
las bebidas en una despensa oculta que hay al lado de la barra. Apagamos las
luces y nos ocultamos entra la oscuridad. Segundos más tarde, dos agentes
entran en la estancia, andando a tientas. Me tapo la boca para que mi respiración
no me delate. Aprieto la mano de Jayden y me pego a él. A pesar de que la
oscuridad es total, siento que Jayden me besa en la frente y me abraza. De
pronto, el transmisor de uno de los guardias se activa y su luz nos delata. Lo siguiente
ocurre muy rápido. Los agentes se pelean con los asistentes y viceversa. Puedo
escuchar varios gritos y disparos en la sala. Alguien enciende la luz y
descubro que solo son cuatro agentes. Cuatro agentes contra más de veinte personas.
Jayden tira de mí y me lleva hacia la salida. Me giro y veo como un guardia
intenta golpear a Eva, pero esta arremete una fuerte patada contra él en el
cuello y cae al suelo, inconsciente. Los demás pelean con las botellas o con
los propios puños. Entonces lo veo claro en mi mente. Si hubiera una revolución,
saldríamos ganados. El pueblo supera a las fuerzas del Gobierno. Por eso
eliminan a todo aquel que exprese su odio y ganas de lucha contra ellos. Tienen
miedo.
Jayden me saca del
alborotado local, pero el suelo está lleno de escarcha y caemos. Me giro, aún aturdida
por los efectos de la bebida, y veo que a Jayden le cuesta mucho levantarse. Me
acerco a él para que se levante del frío suelo, pero me aparta con suavidad.
-Debes huir. Corre y no
te pares hasta llegar a casa.-luego se incorpora como puede y me guiña el ojo. Y
entonces comprendo que debo hacerlo. Huir hasta ponerme a salvo. Avanzo a gran
velocidad por las estrechas calles, esquivando a las tropas de agentes que
hacen la ronda nocturna. Troto todo lo rápido que me permiten mis piernas, la
absenta y el hielo en el suelo. Pero de pronto, resbalo y me caigo, golpeándome
la mejilla contra la acera. Intento levantarme y entiendo porque Jayden no se
podía alzar. El pavimento está tan lleno de escarcha y hielo que es casi
imposible ponerse en pie. Me apoyo en la pared y me levanto lentamente. Cuando
lo consigo, miro a mis pies con dificultad. Mi visión es borrosa y me laten los
oídos. El golpe en el pómulo me ha dejado totalmente aturdida. Deslizo con suavidad
la palma de mi mano sobre mi mejilla, que está ardiendo e hinchada. Levanto la
vista y doy un respingo al ver que delante de mí hay un agente de brazos
cruzados.
-¿A dónde te crees qué
vas, preciosa?-y después de eso pierdo el conocimiento y me caigo al suelo. Lo único
que consigo ver después es el hálito saliendo de mi boca, que cubre mi borrosa
visión.
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