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El bosque mecánico
Eva me extrae de mis pensamientos tirando de mí brazo. Cojo la mano
de Luca con fuerza y nos alejamos de mi casa. Mientras avanzamos, me giro y veo
una silueta que se asoma por la ventana de mi casa. Es el agente que había
intentado violarme en los servicios. Entrecierro los ojos para observarle mejor
y descubro que, plasmada en su rostro, yace una siniestra sonrisa que me eriza
el vello. Bajo la cabeza y miro a Luca. Sus ojos están hinchados y enrojecidos
de tanto llorar pero su rostro no muestra ningún tipo de sentimiento;
únicamente observa el suelo mientras corremos. Marchamos entre las estrechas
calles hasta que, al llegar a la desembocadura de una, Eva se para de
improvisto, tirándome al suelo. Seguidamente, me levanta con fuerza y tira de
mí hasta el interior del paseo. Nos agazapamos detrás de un enorme y mugriento
contenedor de basura y Eva agarra una de las armas entre las manos. Tres
agentes acaban de entrar en la calle en nuestra búsqueda. Aprieto con fuerza la
mano de Luca y le abrazo, pero él sigue sin inmutarse. A pesar de que quiero
ser fuerte, cuando le miro a los ojos lo único que veo es miedo y tristeza; y
eso me corrompe por dentro. Miro hacia otra dirección y observo a Eva, que
parece estar pensando en sus cosas. Segundos más tarde, cuando los agentes están
a punto de descubrirnos, ella me vuelve ha agarrar de la mano y tira de mí con
todas su fuerzas, delatándonos. Corremos y corremos, intentando huir de la
policía. Entonces comienzo a escuchar como nos disparan y el corazón se me
acelera. Empujo a Luca delante de mí para que no reciba ninguna bala y me
suelto de la mano de Eva. Rápidamente, asgo la pistola que tengo enganchada en
el cinturón y, cerrando los ojos con fuerza, disparo descontroladamente hasta que
el cartucho de balas se agota. Abro los párpados y descubro que no he dado en
ninguno de los agentes. Es más, ni siquiera se han acercado. Los guardias miran
a su alrededor, atónitos, y segundos después se preparan para volver a
atacarnos. Entonces, los brazos de Eva se enlazan en mis hombros y alza el
arma. Tres disparos limpios y certeros atraviesan la frente de los agentes.
Luego me suelta y me mira fijamente. Yo espero a que me grite o, incluso, a que
me pegue, pero no lo hace. Simplemente mira a mis ojos y yo miro los suyos. Y
entiendo lo que significa: ahora mismo somos lo más buscado, y si no nos damos
prisa, nos encontrarán.
Corremos y corremos hasta
llegar a las afueras de la ciudad. Sinceramente, no sé cuanto tiempo hemos
estado corriendo, pero ha sido bastante. Nos sentamos en el suelo, ocultándonos
detrás de la última casa de la ciudad, para coger aire y descansar. Alzo la
vista hacia lo que tenemos delante. Las montañas Ebany se abren ante nuestros
ojos. Un monte de varios metros de altura sin vegetación alguna crece bajo
nuestros pies. El sol comienza a ocultarse detrás de la montaña y la sombra que
produce sepulta varios metros a su alrededor. De pronto, alguien me empieza a
hablarme y me extrae de mis pensamientos.
-¿Estás bien, Alice?-Eva
se sienta junto a mí y se apoya en mi hombro. Yo asiento, intentando sonreír.
Entonces me derrumbo. Comienzo a llorar descontroladamente y no puedo parar.
Siento que la muerte de mis tíos me supera y que me impide que siga adelante.
Ésta me abraza con fuerza, tratando de calmarme y de consolarme. Abro la boca
para gritar, pero no puedo. Lo único que sale de mi boca que un grito ahogado.
Intento moverme y responder a su abrazo, pero me he quedado paralizada por la
pena que siento. Me cuesta respirar y algo en mi interior me produce un
insoportable dolor. Luego, noto que algo coge mi mano con delicadeza. Giro la
cabeza y miro entre lágrimas a Luca, que se había agarrado en mi mano. Por fin,
veo en sus ojos un sentimiento de tristeza. Pero a pesar de eso, me muestra una
gran sonrisa. Eso hace que me calme por fuera, peo no por dentro.
Eva me tiende la mano y,
después de enjugarme las lágrimas, la acepta y nos ponemos en marcha de nuevo. El
sol se ha ocultado completamente tras la montaña y la oscuridad comienza a ser
casi absoluta. Nos dirigimos a uno de los caminos que tiene el monte y subimos
la pendiente todo lo rápido que podemos. No paramos a descansar en ningún
momento, pues como no hay vegetación, seríamos un blanco fácil. Un par de horas
más tarde conseguimos llegar a la parte más elevada de la montaña. Comienzo a
jadear, fatigada, y necesito hacer pequeñas paradas para descansar. Sin
embargo, Eva no se detiene en ningún momento. Me incorporo y, tras agarrar a
Luca de la mano, continuamos avanzando. Esta vez el camino es completamente horizontal;
y eso me gusta, ya que empezaba a estar harta de subir cuestas. El frío en lo
alto de la montaña es insoportable. Mi piel está congelada y el aire que se
respira está tan gélido que, cada vez que doy una bocanada, se me hielan las
vías respiratorias. Luca me abraza con fuerza y yo le rodeo con los brazos para
que podamos entrar en calor, pero la diferencia de temperatura es casi nula.
Segundos más tarde, miro a Eva, que parece no importarle que estemos a bajo
cero. En todo el trayecto no ha abierto la boca en ningún momento. La observo
con detenimiento y me doy cuenta de que
parece que está buscando algo en el suelo. Yo la imito y clavo la vista en la superficie.
La estudio con detenimiento, y me percato de que andamos sobre tierra quemada.
El color del suelo es mucho más oscuro que la de la tierra por la que andábamos
anteriormente. Entonces recuerdo que, hace unos días, el día de mi cumpleaños,
cuando llegué al colegio me di cuenta de que estaban quemando algo en lo alto
de las montañas Ebany. Alzo la vista del suelo y me asombro al ver lo que tengo
delante. Delante de mí crece un enorme Oxigenador. Nunca había visto uno de
cerca. Mide unos 48 metros de alto y es de un color verde oscuro. La forma que
tiene de faro de impresiona bastante, y me alejo para observarlo mejor. Agacho
la cabeza y miro el suelo. Alrededor de éste se abre un enorme cerco de tierra
oscura. Me agacho y rozo la yema de mis dedos por la superficie. Observo con
detenimiento la mancha negra que se ha quedado plasmada en los dedos y me doy
cuenta que aquí la tierra también está quemada. Además, por lo que parece, las
paredes del Oxigenador también están calcinadas. Me doy la vuelta para
preguntarle a Eva si sabe algo sobre el incendio, pero para mi sorpresa, ella
continuaba andando, ahora bajando por el otro lado la montaña. Sin embargo, yo
no la sigo. Hay algo que me llama la atención. Cientos de Oxigenadores se abren
ante mis ojos, llegando hasta donde alcanza mi vista. La oscuridad de la noche
y el siniestro sonido que producen dan al paisaje escalofriante. Tanto, que al
descubrirlo el corazón se me para y mi instinto me dice que no entre. Y
entonces comprendo donde estoy. Hay una leyenda en el pueblo que dice que
detrás de las montañas Ebany crece un inmenso bosque. Un bosque donde no hay
vida. Tan pérfido que hace que los latidos del corazón se detengan. Sin duda,
estamos en el bosque mecánico.
Agarro con fuerza a Luca
y lo atraigo hacia a mí. Miro hacia el interior del bosque mecánico y descubro
que Eva continúa andando, sin importarle donde se encuentra. Segundos más
tarde, esta desaparece entra la oscuridad. Cuando esto ocurre, me quedo
paralizada, sin saber que hacer. Si no actuó pronto me quedaré atrás, porque no
tiene pinta de que Eva vaya a venir a por mí. Entonces me armo de valor, trago
saliva y me adentro a las tinieblas. Es como en las películas de terror, cuando
la típica rubia tonta entra en el desván cuando escucha un espeluznante ruido y
baja para ver si el sicópata asesino la espera ahí. Pues es este momento, yo
soy la rubia tonta.
Bajo la cuesta mirando
por donde piso. Aunque de poco me sirve, ya que la oscuridad es prácticamente
absoluta. Avanzo abrazando a Luca y esquivando a los Oxigenadores. El ruido que
generan provoca que la piel se me erice. Alzo la vista e intento mirar el
cielo, pero lo único que consigo ver son las copas de las enorme máquinas sobre
mi cabeza. De repente, escucho un ruido que proviene de detrás de uno de esos
mecanismos. Me quedo quieta y me interpongo delante de Luca para protegerlo.
Avanzo con cuidado, bordeando la máquina. Me apoyo sobre la pared del
Oxigenador y asomo la cabeza; suspiro al averiguar quien hay detrás. Eva se
encuentra enfrente de mí, con los brazos cruzados y arqueando una ceja. Yo
salgo de mi escondite y me limito a mirar al suelo y a seguirla. Ninguno de los
tres dice nada durante el camino hasta que, finalmente, Eva rompe el silencio.
-Ya hemos llegado.-dice
al pararse enfrente de la puerta de una de las máquinas. La verdad, es que no
me hace mucha gracia entrar dentro, pero no tengo alternativa. Vacilo un
instante y, seguidamente, entro. Abro los ojos como platos al ver lo que me
espera en el interior. El Oxigenador esta hueco y cientos de farolillos
alumbran la estancia. Dentro, hay muchísima gente, y por lo que parece, son de
distintos lugares y países. Las voces de las personas vuelan por la sala provocando
mucho alboroto. Sin embargo, en el exterior, no se escuchaba más que el sonido
de las demás máquinas. Alzo la cabeza y miro hacia el techo, pero me es difícil
verlo con claridad, pues está demasiado alto. Pero es eso no es lo que me llama
la atención. Varias plataformas de acero crecen alrededor de la cilíndrica
pared, formando una especie de espiral. Y encima de ellas hay más gente. De
repente, una voz familiar me extrae de mis pensamientos.
-¡¿Qué hacen ellos
aquí!?-Finn, el chico que había conocido en la fiesta días atrás, aparece
delante de nosotros, y esta vez no lleva ninguna prenda que me impida verle la
cara. Su cabello blanco cae ligeramente sobre su rostro, que muestra una mueca
de rabia. Sus ojos grises se posan sobre mí, y yo aparto la mirada. Una pequeña
cicatriz de quemadura yace sobre su ceja derecha, y por lo que parece, es
bastante reciente.
-¡No te enfades!-Eva se
separa de nosotros y se dirige hacia él.- ¡Ella y su hermano acaban de…!-ella
se detiene y, después de mirarnos, baja el tono de la voz.-Acaban de perder a
sus tíos y se han quedado solos. Debemos ayudarlos.-Finn se calma pero no le
hace cambiar de opinión.
-Eso no es de mi
incumbencia. No quiero que se queden.-Finn intenta largarse, pero Eva le agarra
del antebrazo.
-Necesitan nuestra
ayuda.-vuelva a repetir Eva.- ¿No es eso acaso lo que hacemos aquí? Ayudar a
los que lo necesitan, a los que han sido maltratados por el Gobierno, a los que
quieren el cambio. Además, ella es la única que nos puede guiar hacia la
victoria.
-Está bien. Que se
quede.-masculla Finn entre dientes, después de una larga pausa. Luego se acerca
a mí y me mira fijamente.-Pero no esperes que confíe en ti. Debes ganarte mi
fe.-y tras eso, se marcha de mi lado y desaparece entre la multitud.
-Ven Alice.-Eva me alarga
la mano mientras mira entre la gente.-Quiero presentarte a alguno de los
nuestros. Pero antes, cero que Luca debería ir a descansar.
-¿Dónde?-alzo los hombros
y cojo a Luca de la mano.
-Allí arriba…-y tras
decir eso, me indica con el dedo índice una de las plataformas que hay sobre la
pared.-Seguidme.-Eva avanza entre el gentío y yo y Luca la acompañamos.
Llegamos a la pared, donde un interruptor se posa sobre ella. Ésta lo pulsa y,
de la nada, aparece un enorme ascensor hecho con madera y metales. Subimos en
él, y después de que el elevador chirriara, comienza a ascender. Pero no es un
ascensor normal. En vez de subir hacia arriba en línea recta, asciende
avanzando diagonalmente, siguiendo una estructura en espiral, similar a la
posición de los entarimados. Segundos más tarde, se detiene en la tercera
plataforma. Vista desde aquí, el tablero es mucho más grande y una enorme cúpula
de cristal la cubre. Dentro de ésta, hay más niños y niñas que corretean
jugando entre ellos. Luca, tras vacilar un instante, se suelta de mí y se
dirige hacia un niño de más o menos su edad de tez oscura.
-No te preocupes. Aquí
estará bien.-me dice Eva al percatarse de la mueca de preocupación de mi
rostro. Yo asiento y subimos con el ascensor hacia sexta plataforma. Me asomo
por la barandilla del elevador y veo que estamos a varios metros de altura. Eva
enlaza su brazo con el mio y me lleva al interior, el cual está lleno de
camillas, armarios blancos y botiquines.-Esta es la enfermería.-pero no estamos
solas. Una mujer rubia de piel pálida y pecosa se encuentra al final de la
estancia. Segundos más tarde, se da la vuelta y se acerca a nosotras con una
sonrisa. Por su aspecto, diría que tiene unos treinta y nueve años. Sus enormes
ojos azules se posan sobre mí, y al verme, su sonrisa se hace más amplia.-Ella
es nuestra doctora Czarina Petrova. Es de Rusia.
-Encantada de conocerte,
Alice.-ella se acerca a mí y me abraza. Se puede percibir de donde viene
perfectamente, pues su acento es muy pronunciado y su voz es muy grave.
-Lo mismo digo Coz…
Catri…-la lengua se me traba al intentar pronunciar su nombre y agacho la
cabeza, un tanto avergonzada.
-Puedes llamarme Caz.
Aquí todos me llaman así.-se ríe mientras apoya su mano sobre mi hombro.
-Bueno, Alice, te dejo un
momento con Caz. Debo ir a hablar con Finn.-y tras eso, Eva se marcha con el
ascensor, dejándonos solas. Caz continúa sonriendo hasta que, de repente, deja
de sonreír y se acerca bastante a mí. Tan cerca que consigue intimidarme.
-Menudo morado tienes en
el pómulo.-pronuncia rozándome el cardenal provocado por el golpe contra el
suelo días atrás.-Ven conmigo.-Caz se dirige hacia el final de la plataforma y
me sienta en una camilla. Luego, de un enorme botiquín, extrae un frasco lleno
de un ungüento blanco. Introduce los dedos en él, impregnándolos, y me
embadurna la mejilla. Yo doy un respingo al sentir el frío bálsamo en mi piel.
-Oye, Caz, ¿cómo es que
sabías mi nombre?-pregunto mientras levanto de la camilla.
-Aquí todo el mundo sabe
quién eres. Tú y tu hermano Luca.-cierra el frasco y lo guarda dentro del
botiquín.-Tus padres fueron muy importantes para nosotros. ¿Sabes? Yo conocí a
vuestros padres.
-¿En serio?-alzo la voz,
sorprendida.
-Si…-Caz se sienta en la
camilla, junto a mí, para estar más cómoda.-Era gran amiga de tu madre. Y tu
padre era muy amable conmigo.
-¿Y cómo os conocisteis?
-Nos conocimos cuando
perdí a mi hija. El Gobierno me la arrebató. Se la llevaron de mi lado…-Caz se
lleva la mano a los ojos y se enjuga las lágrimas, que estaban a punto de
derramarse.-Tus padres vieron como me la quitaban, y ellos se ofrecieron para
ayudarme.-Caz aparta la mirada de mi y esconde su rostro detrás de su hombro.
Yo coloco mi mano sobre su mano intentando calmarla. Silenciosos segundos más
tarde, me vuelve a mirar y sonríe.-Eres muy parecida a tu madre, Alice.-yo
sonrío y apoyo la cabeza sobre su hombro, como si nos conociéramos de toda la
vida.
-¿Sabes por qué está
quemado el primer Oxigenador?-cuestiono, intentando cambiar de tema.
-Eso no es algo que yo
deba decir…-Caz se levanta y se dirige hacia la barandilla que hay al final de
la plataforma.
-¿Alguien aquí puede
decirme que pasó?-curioseo, acercándome
a la baranda.
-Si… él.-y tras eso,
señala a alguien en la sala central de la máquina. Señala a Finn.
Entonces, el
característico sonido del ascensor nos interrumpe. Eva volvía a por mí. Yo me
despido de Caz y la acompaño. El elevador comienza a subir, pero esta vez, se
detiene al llegar a la antepenúltima plataforma. Asomo la cabeza por la
barandilla y observo lo lejos que está el suelo. Necesito agarrarme a Eva ya
que me he mareado al ver la distancia a la que estamos. Esta me sujeta con
fuerza y me lleva dentro de la cúpula de cristal. Esta habitación esta repleta
de sacos de boxeo y artilugios para ejercitarse.
-Este es el
gimnasio.-dice Eva mientras un chico más alto que yo se acerca a nosotras.
Tiene la piel morena y el cabello negro. Sus ojos castaños se posan
inmediatamente en mí, al igual que ocurrió con Caz.-Este es Lilian Pelletier.
Él y su hermana son de Francia.
-Bienvenida a los
rebeldes, ojos verdes.-dice mientras se acerca a mí y me da un beso en la
mejilla. Yo doy un brinco hacia atrás cuando el me besa y le observo
detenidamente. La verdad es que es muy atractivo. Además, su acento le hace
ciertamente irresistible.
-¡Lilian!-la voz de una
chica con acento francés se escucha tras él.- ¿Se puede saber qué hace ligando
con ella?
-Ella es la pesada de mi
hermana mayor, Marion.-ella se pone al lado de Lilian y me sonríe fríamente. Él
tendrá unos cinco años más que yo y ella parece tener casi treinta. Sin
embargo, los dos son muy parecidos al igual que atractivos.
-Tú debes de ser Alice,
¿no?-pronuncia mientras se alisa su cabello oscuro con los dedos. Yo asiento y
abro la boca para hablar, pero alguien a mis espaldas me interrumpe.
-¿Alice? ¿Eres tú?-yo me
giro y abro la boca al descubrir quien había hablado. Jayden. Como un acto
reflejo, me abalanzo a sus brazos y lo abrazo con todas mis fuerzas y,
seguidamente, lo beso en los labios. Casi de inmediato, me aparto de él,
avergonzada por haberlo besado tan bruscamente.
-Menos mal que estás
bien.-mascullo, intentando evadir lo que acababa de hacer.-Empezaba a
preocuparme.
-No te preocupes más. No
hay nada que me pueda hacer daño.-se ríe mientras se acerca a mí.
-¿Qué ocurrió después de que me marchara en la
fiesta?-pregunto jugando con los dedos de mis manos.
-Eva me ayudó a escapar. Llegamos
a mi casa y mis padres y yo nos largamos con ella aquí.-Jayden se acerca a mí
me roza suavemente la mejilla sana con los dedos.-Te he echado de menos.-mi
corazón se acelera y yo necesito acercarme más a él. Pongo mis manos sobre su
nuca e intento besarlo de nuevo, pero alguien nos interrumpe.
-Por favor, marchaos a
vuestras habitaciones. No queremos potar.-se burla Marion mientras se ríe. Jayden
le lanza una furiosa mirada y me lleva al ascensor, y tras pulsar un botón,
bajamos varias plataformas, hasta llegar a la octava. Jayden me coge de la mano
y nos apoyamos en la barandilla. Durante varios minutos, nos miramos fijamente
sin decir nada, pues sobran las palabras, hasta que Jayden comienza a hablar.
-Me he enterado de que
tus tíos…-pero se calla al ver mi expresión en mi cara. Sus palabras me habían
hecho recordar y ahora me siento triste y cansada.-Quiero que sepas que yo
siempre estaré contigo, pase lo pase…-yo asiento intentando sonreír.
-Mañana continuamos
hablando. Necesito descansar. Hoy ha sido un día muy largo.-me despido de él y
me alejo pero este me agarra de la muñeca. Me atrae hacia él y, tras una leve
pausa, roza sus labios con los míos. Este último beso es muy delicado, peo la
sensación que noto dentro de mí es inmensa. Nos separamos lentamente y, al cabo
de un par de segundos, Jayden se marcha.
En esta habitación, toda
esta lleno de pequeñas camas, que al parecer, no son muy cómodas. Miro a mi
alrededor y descubro que las cosas que he traído de mí casa están sobre uno de
los lechos. Aparto los sacos y la mochila de ella y, tras ponerme el pijama, me
meto en la cama, tapándome con todas las mantas. Sin embargo, me cuesta
quedarme dormida. No puedo dejar de pensar en mis tíos, en mis padres y en que
todo esto me supera.
Instantes después, Eva
aparece y se tumba en la cama siguiente a la mía.
-¿Cómo te encuentras?-me
pregunta después de varios largos segundos de silencio. Yo asiento, intentando
ocultarme bajo las mantas, y ella comprende que no quiero hablar del tema.-Mañana
hablaré con Finn para que cambie de opinión sobre ti.-cuando me dice eso,
recuerdo lo que Caz me había dicho momentos antes. Si quiero saber por qué hubo
un incendio días atrás debo preguntárselo a él.
-Eva, ¿qué puedo hacer
para ganarme la confianza de Finn?-pregunto, asomándome a través del edredón.
-Simplemente, se tú
misma. Cuando llegue el momento, Finn sabrá que debe confiar en ti.
Me despierto a madrugada,
congelada. Todo el mundo duerme en sus camas, excepto yo. No sé porque me he
despertado, pero es como si tuviera la sensación de que debía hacerlo. Me doy
la vuelta y miro a Eva, que duerme con la boca abierta, produciendo un leve
sonido. Después, observo a Luca, que yace en el lecho que hay enfrente del mío.
Me levanto y me abrigo con una chaqueta roja que cogí de casa. Avanzo con
cuidado entre los catres hasta que llego al ascensor. Me subo en él, y baja
recorriendo la pared en forma de espiral hasta que llega a la planta baja. La
oscuridad es casi absoluta y hace tanto frío que el vaho asoma por mis labios. Me
dirijo hacia la puerta y salgo al exterior. Un fuerte torrente de aire me
golpea, revolviéndome el cabello. Me agacho y cojo una piedra; marco la puerta
con una diminuta equis y me alejo del Oxigenador. No se porque estoy andando o
ha donde voy. Simplemente sigo mi instinto.
Avanzo entre las
tinieblas mirando por donde piso, pues en el suelo hay escarcha. Pero me quedo
quieta al escuchar varias voces. Me escondo detrás de una máquina y me asomo,
intentando vislumbrar quienes estaban hablando. El miedo se apodera de mí al
ver que cientos de agentes armados hasta e cuello acaban de entrar en el bosque
mecánico. Seguramente han seguido nuestro rastro. Corro hacia la puerta todo lo
rápido que puedo hasta que entro. Sin embargo, doy un respingo al descubrir que
alguien me esperaba en el interior.
-¿Qué estabas haciendo
fuera, Alice?-me pregunta Finn, clavándome sus grises ojos sobre los míos. Abro
la boca para poder hablar, pero no me salen las palabras. El miedo y el
cansancio se apoderan de mí. Finalmente, consigo hablar.
-Ahí fuera hay cientos de
agentes buscándonos. Y es cuestión de minutos de que nos encuentres…
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