sábado, 11 de agosto de 2012

En tierra quemada: Cap. 4


4
El bosque mecánico

    Eva me extrae de mis pensamientos tirando de mí brazo. Cojo la mano de Luca con fuerza y nos alejamos de mi casa. Mientras avanzamos, me giro y veo una silueta que se asoma por la ventana de mi casa. Es el agente que había intentado violarme en los servicios. Entrecierro los ojos para observarle mejor y descubro que, plasmada en su rostro, yace una siniestra sonrisa que me eriza el vello. Bajo la cabeza y miro a Luca. Sus ojos están hinchados y enrojecidos de tanto llorar pero su rostro no muestra ningún tipo de sentimiento; únicamente observa el suelo mientras corremos. Marchamos entre las estrechas calles hasta que, al llegar a la desembocadura de una, Eva se para de improvisto, tirándome al suelo. Seguidamente, me levanta con fuerza y tira de mí hasta el interior del paseo. Nos agazapamos detrás de un enorme y mugriento contenedor de basura y Eva agarra una de las armas entre las manos. Tres agentes acaban de entrar en la calle en nuestra búsqueda. Aprieto con fuerza la mano de Luca y le abrazo, pero él sigue sin inmutarse. A pesar de que quiero ser fuerte, cuando le miro a los ojos lo único que veo es miedo y tristeza; y eso me corrompe por dentro. Miro hacia otra dirección y observo a Eva, que parece estar pensando en sus cosas. Segundos más tarde, cuando los agentes están a punto de descubrirnos, ella me vuelve ha agarrar de la mano y tira de mí con todas su fuerzas, delatándonos. Corremos y corremos, intentando huir de la policía. Entonces comienzo a escuchar como nos disparan y el corazón se me acelera. Empujo a Luca delante de mí para que no reciba ninguna bala y me suelto de la mano de Eva. Rápidamente, asgo la pistola que tengo enganchada en el cinturón y, cerrando los ojos con fuerza, disparo descontroladamente hasta que el cartucho de balas se agota. Abro los párpados y descubro que no he dado en ninguno de los agentes. Es más, ni siquiera se han acercado. Los guardias miran a su alrededor, atónitos, y segundos después se preparan para volver a atacarnos. Entonces, los brazos de Eva se enlazan en mis hombros y alza el arma. Tres disparos limpios y certeros atraviesan la frente de los agentes. Luego me suelta y me mira fijamente. Yo espero a que me grite o, incluso, a que me pegue, pero no lo hace. Simplemente mira a mis ojos y yo miro los suyos. Y entiendo lo que significa: ahora mismo somos lo más buscado, y si no nos damos prisa, nos encontrarán.
    Corremos y corremos hasta llegar a las afueras de la ciudad. Sinceramente, no sé cuanto tiempo hemos estado corriendo, pero ha sido bastante. Nos sentamos en el suelo, ocultándonos detrás de la última casa de la ciudad, para coger aire y descansar. Alzo la vista hacia lo que tenemos delante. Las montañas Ebany se abren ante nuestros ojos. Un monte de varios metros de altura sin vegetación alguna crece bajo nuestros pies. El sol comienza a ocultarse detrás de la montaña y la sombra que produce sepulta varios metros a su alrededor. De pronto, alguien me empieza a hablarme y me extrae de mis pensamientos.
    -¿Estás bien, Alice?-Eva se sienta junto a mí y se apoya en mi hombro. Yo asiento, intentando sonreír. Entonces me derrumbo. Comienzo a llorar descontroladamente y no puedo parar. Siento que la muerte de mis tíos me supera y que me impide que siga adelante. Ésta me abraza con fuerza, tratando de calmarme y de consolarme. Abro la boca para gritar, pero no puedo. Lo único que sale de mi boca que un grito ahogado. Intento moverme y responder a su abrazo, pero me he quedado paralizada por la pena que siento. Me cuesta respirar y algo en mi interior me produce un insoportable dolor. Luego, noto que algo coge mi mano con delicadeza. Giro la cabeza y miro entre lágrimas a Luca, que se había agarrado en mi mano. Por fin, veo en sus ojos un sentimiento de tristeza. Pero a pesar de eso, me muestra una gran sonrisa. Eso hace que me calme por fuera, peo no por dentro.
    Eva me tiende la mano y, después de enjugarme las lágrimas, la acepta y nos ponemos en marcha de nuevo. El sol se ha ocultado completamente tras la montaña y la oscuridad comienza a ser casi absoluta. Nos dirigimos a uno de los caminos que tiene el monte y subimos la pendiente todo lo rápido que podemos. No paramos a descansar en ningún momento, pues como no hay vegetación, seríamos un blanco fácil. Un par de horas más tarde conseguimos llegar a la parte más elevada de la montaña. Comienzo a jadear, fatigada, y necesito hacer pequeñas paradas para descansar. Sin embargo, Eva no se detiene en ningún momento. Me incorporo y, tras agarrar a Luca de la mano, continuamos avanzando. Esta vez el camino es completamente horizontal; y eso me gusta, ya que empezaba a estar harta de subir cuestas. El frío en lo alto de la montaña es insoportable. Mi piel está congelada y el aire que se respira está tan gélido que, cada vez que doy una bocanada, se me hielan las vías respiratorias. Luca me abraza con fuerza y yo le rodeo con los brazos para que podamos entrar en calor, pero la diferencia de temperatura es casi nula. Segundos más tarde, miro a Eva, que parece no importarle que estemos a bajo cero. En todo el trayecto no ha abierto la boca en ningún momento. La observo con detenimiento y  me doy cuenta de que parece que está buscando algo en el suelo.  Yo la imito y clavo la vista en la superficie. La estudio con detenimiento, y me percato de que andamos sobre tierra quemada. El color del suelo es mucho más oscuro que la de la tierra por la que andábamos anteriormente. Entonces recuerdo que, hace unos días, el día de mi cumpleaños, cuando llegué al colegio me di cuenta de que estaban quemando algo en lo alto de las montañas Ebany. Alzo la vista del suelo y me asombro al ver lo que tengo delante. Delante de mí crece un enorme Oxigenador. Nunca había visto uno de cerca. Mide unos 48 metros de alto y es de un color verde oscuro. La forma que tiene de faro de impresiona bastante, y me alejo para observarlo mejor. Agacho la cabeza y miro el suelo. Alrededor de éste se abre un enorme cerco de tierra oscura. Me agacho y rozo la yema de mis dedos por la superficie. Observo con detenimiento la mancha negra que se ha quedado plasmada en los dedos y me doy cuenta que aquí la tierra también está quemada. Además, por lo que parece, las paredes del Oxigenador también están calcinadas. Me doy la vuelta para preguntarle a Eva si sabe algo sobre el incendio, pero para mi sorpresa, ella continuaba andando, ahora bajando por el otro lado la montaña. Sin embargo, yo no la sigo. Hay algo que me llama la atención. Cientos de Oxigenadores se abren ante mis ojos, llegando hasta donde alcanza mi vista. La oscuridad de la noche y el siniestro sonido que producen dan al paisaje escalofriante. Tanto, que al descubrirlo el corazón se me para y mi instinto me dice que no entre. Y entonces comprendo donde estoy. Hay una leyenda en el pueblo que dice que detrás de las montañas Ebany crece un inmenso bosque. Un bosque donde no hay vida. Tan pérfido que hace que los latidos del corazón se detengan. Sin duda, estamos en el bosque mecánico.

    Agarro con fuerza a Luca y lo atraigo hacia a mí. Miro hacia el interior del bosque mecánico y descubro que Eva continúa andando, sin importarle donde se encuentra. Segundos más tarde, esta desaparece entra la oscuridad. Cuando esto ocurre, me quedo paralizada, sin saber que hacer. Si no actuó pronto me quedaré atrás, porque no tiene pinta de que Eva vaya a venir a por mí. Entonces me armo de valor, trago saliva y me adentro a las tinieblas. Es como en las películas de terror, cuando la típica rubia tonta entra en el desván cuando escucha un espeluznante ruido y baja para ver si el sicópata asesino la espera ahí. Pues es este momento, yo soy la rubia tonta.
    Bajo la cuesta mirando por donde piso. Aunque de poco me sirve, ya que la oscuridad es prácticamente absoluta. Avanzo abrazando a Luca y esquivando a los Oxigenadores. El ruido que generan provoca que la piel se me erice. Alzo la vista e intento mirar el cielo, pero lo único que consigo ver son las copas de las enorme máquinas sobre mi cabeza. De repente, escucho un ruido que proviene de detrás de uno de esos mecanismos. Me quedo quieta y me interpongo delante de Luca para protegerlo. Avanzo con cuidado, bordeando la máquina. Me apoyo sobre la pared del Oxigenador y asomo la cabeza; suspiro al averiguar quien hay detrás. Eva se encuentra enfrente de mí, con los brazos cruzados y arqueando una ceja. Yo salgo de mi escondite y me limito a mirar al suelo y a seguirla. Ninguno de los tres dice nada durante el camino hasta que, finalmente, Eva rompe el silencio.
    -Ya hemos llegado.-dice al pararse enfrente de la puerta de una de las máquinas. La verdad, es que no me hace mucha gracia entrar dentro, pero no tengo alternativa. Vacilo un instante y, seguidamente, entro. Abro los ojos como platos al ver lo que me espera en el interior. El Oxigenador esta hueco y cientos de farolillos alumbran la estancia. Dentro, hay muchísima gente, y por lo que parece, son de distintos lugares y países. Las voces de las personas vuelan por la sala provocando mucho alboroto. Sin embargo, en el exterior, no se escuchaba más que el sonido de las demás máquinas. Alzo la cabeza y miro hacia el techo, pero me es difícil verlo con claridad, pues está demasiado alto. Pero es eso no es lo que me llama la atención. Varias plataformas de acero crecen alrededor de la cilíndrica pared, formando una especie de espiral. Y encima de ellas hay más gente. De repente, una voz familiar me extrae de mis pensamientos.
    -¡¿Qué hacen ellos aquí!?-Finn, el chico que había conocido en la fiesta días atrás, aparece delante de nosotros, y esta vez no lleva ninguna prenda que me impida verle la cara. Su cabello blanco cae ligeramente sobre su rostro, que muestra una mueca de rabia. Sus ojos grises se posan sobre mí, y yo aparto la mirada. Una pequeña cicatriz de quemadura yace sobre su ceja derecha, y por lo que parece, es bastante reciente.
    -¡No te enfades!-Eva se separa de nosotros y se dirige hacia él.- ¡Ella y su hermano acaban de…!-ella se detiene y, después de mirarnos, baja el tono de la voz.-Acaban de perder a sus tíos y se han quedado solos. Debemos ayudarlos.-Finn se calma pero no le hace cambiar de opinión.
    -Eso no es de mi incumbencia. No quiero que se queden.-Finn intenta largarse, pero Eva le agarra del antebrazo.
    -Necesitan nuestra ayuda.-vuelva a repetir Eva.- ¿No es eso acaso lo que hacemos aquí? Ayudar a los que lo necesitan, a los que han sido maltratados por el Gobierno, a los que quieren el cambio. Además, ella es la única que nos puede guiar hacia la victoria.
    -Está bien. Que se quede.-masculla Finn entre dientes, después de una larga pausa. Luego se acerca a mí y me mira fijamente.-Pero no esperes que confíe en ti. Debes ganarte mi fe.-y tras eso, se marcha de mi lado y desaparece entre la multitud.
    -Ven Alice.-Eva me alarga la mano mientras mira entre la gente.-Quiero presentarte a alguno de los nuestros. Pero antes, cero que Luca debería ir a descansar.
    -¿Dónde?-alzo los hombros y cojo a Luca de la mano.
    -Allí arriba…-y tras decir eso, me indica con el dedo índice una de las plataformas que hay sobre la pared.-Seguidme.-Eva avanza entre el gentío y yo y Luca la acompañamos. Llegamos a la pared, donde un interruptor se posa sobre ella. Ésta lo pulsa y, de la nada, aparece un enorme ascensor hecho con madera y metales. Subimos en él, y después de que el elevador chirriara, comienza a ascender. Pero no es un ascensor normal. En vez de subir hacia arriba en línea recta, asciende avanzando diagonalmente, siguiendo una estructura en espiral, similar a la posición de los entarimados. Segundos más tarde, se detiene en la tercera plataforma. Vista desde aquí, el tablero es mucho más grande y una enorme cúpula de cristal la cubre. Dentro de ésta, hay más niños y niñas que corretean jugando entre ellos. Luca, tras vacilar un instante, se suelta de mí y se dirige hacia un niño de más o menos su edad de tez oscura.
    -No te preocupes. Aquí estará bien.-me dice Eva al percatarse de la mueca de preocupación de mi rostro. Yo asiento y subimos con el ascensor hacia sexta plataforma. Me asomo por la barandilla del elevador y veo que estamos a varios metros de altura. Eva enlaza su brazo con el mio y me lleva al interior, el cual está lleno de camillas, armarios blancos y botiquines.-Esta es la enfermería.-pero no estamos solas. Una mujer rubia de piel pálida y pecosa se encuentra al final de la estancia. Segundos más tarde, se da la vuelta y se acerca a nosotras con una sonrisa. Por su aspecto, diría que tiene unos treinta y nueve años. Sus enormes ojos azules se posan sobre mí, y al verme, su sonrisa se hace más amplia.-Ella es nuestra doctora Czarina Petrova. Es de Rusia.
    -Encantada de conocerte, Alice.-ella se acerca a mí y me abraza. Se puede percibir de donde viene perfectamente, pues su acento es muy pronunciado y su voz es muy grave.
    -Lo mismo digo Coz… Catri…-la lengua se me traba al intentar pronunciar su nombre y agacho la cabeza, un tanto avergonzada.
    -Puedes llamarme Caz. Aquí todos me llaman así.-se ríe mientras apoya su mano sobre mi hombro.
    -Bueno, Alice, te dejo un momento con Caz. Debo ir a hablar con Finn.-y tras eso, Eva se marcha con el ascensor, dejándonos solas. Caz continúa sonriendo hasta que, de repente, deja de sonreír y se acerca bastante a mí. Tan cerca que consigue intimidarme.
    -Menudo morado tienes en el pómulo.-pronuncia rozándome el cardenal provocado por el golpe contra el suelo días atrás.-Ven conmigo.-Caz se dirige hacia el final de la plataforma y me sienta en una camilla. Luego, de un enorme botiquín, extrae un frasco lleno de un ungüento blanco. Introduce los dedos en él, impregnándolos, y me embadurna la mejilla. Yo doy un respingo al sentir el frío bálsamo en mi piel.
    -Oye, Caz, ¿cómo es que sabías mi nombre?-pregunto mientras levanto de la camilla.
    -Aquí todo el mundo sabe quién eres. Tú y tu hermano Luca.-cierra el frasco y lo guarda dentro del botiquín.-Tus padres fueron muy importantes para nosotros. ¿Sabes? Yo conocí a vuestros padres.
    -¿En serio?-alzo la voz, sorprendida.
    -Si…-Caz se sienta en la camilla, junto a mí, para estar más cómoda.-Era gran amiga de tu madre. Y tu padre era muy amable conmigo.
    -¿Y cómo os conocisteis?
    -Nos conocimos cuando perdí a mi hija. El Gobierno me la arrebató. Se la llevaron de mi lado…-Caz se lleva la mano a los ojos y se enjuga las lágrimas, que estaban a punto de derramarse.-Tus padres vieron como me la quitaban, y ellos se ofrecieron para ayudarme.-Caz aparta la mirada de mi y esconde su rostro detrás de su hombro. Yo coloco mi mano sobre su mano intentando calmarla. Silenciosos segundos más tarde, me vuelve a mirar y sonríe.-Eres muy parecida a tu madre, Alice.-yo sonrío y apoyo la cabeza sobre su hombro, como si nos conociéramos de toda la vida.
    -¿Sabes por qué está quemado el primer Oxigenador?-cuestiono, intentando cambiar de tema.
    -Eso no es algo que yo deba decir…-Caz se levanta y se dirige hacia la barandilla que hay al final de la plataforma.
    -¿Alguien aquí puede decirme que pasó?-curioseo, acercándome  a la baranda.
    -Si… él.-y tras eso, señala a alguien en la sala central de la máquina. Señala a Finn.
    Entonces, el característico sonido del ascensor nos interrumpe. Eva volvía a por mí. Yo me despido de Caz y la acompaño. El elevador comienza a subir, pero esta vez, se detiene al llegar a la antepenúltima plataforma. Asomo la cabeza por la barandilla y observo lo lejos que está el suelo. Necesito agarrarme a Eva ya que me he mareado al ver la distancia a la que estamos. Esta me sujeta con fuerza y me lleva dentro de la cúpula de cristal. Esta habitación esta repleta de sacos de boxeo y artilugios para ejercitarse.
    -Este es el gimnasio.-dice Eva mientras un chico más alto que yo se acerca a nosotras. Tiene la piel morena y el cabello negro. Sus ojos castaños se posan inmediatamente en mí, al igual que ocurrió con Caz.-Este es Lilian Pelletier. Él y su hermana son de Francia.
    -Bienvenida a los rebeldes, ojos verdes.-dice mientras se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Yo doy un brinco hacia atrás cuando el me besa y le observo detenidamente. La verdad es que es muy atractivo. Además, su acento le hace ciertamente irresistible.  
    -¡Lilian!-la voz de una chica con acento francés se escucha tras él.- ¿Se puede saber qué hace ligando con ella?
    -Ella es la pesada de mi hermana mayor, Marion.-ella se pone al lado de Lilian y me sonríe fríamente. Él tendrá unos cinco años más que yo y ella parece tener casi treinta. Sin embargo, los dos son muy parecidos al igual que atractivos.
    -Tú debes de ser Alice, ¿no?-pronuncia mientras se alisa su cabello oscuro con los dedos. Yo asiento y abro la boca para hablar, pero alguien a mis espaldas me interrumpe.
    -¿Alice? ¿Eres tú?-yo me giro y abro la boca al descubrir quien había hablado. Jayden. Como un acto reflejo, me abalanzo a sus brazos y lo abrazo con todas mis fuerzas y, seguidamente, lo beso en los labios. Casi de inmediato, me aparto de él, avergonzada por haberlo besado tan bruscamente.
    -Menos mal que estás bien.-mascullo, intentando evadir lo que acababa de hacer.-Empezaba a preocuparme.
    -No te preocupes más. No hay nada que me pueda hacer daño.-se ríe mientras se acerca a mí.
    -¿Qué ocurrió después de que me marchara en la fiesta?-pregunto jugando con los dedos de mis manos.
    -Eva me ayudó a escapar. Llegamos a mi casa y mis padres y yo nos largamos con ella aquí.-Jayden se acerca a mí me roza suavemente la mejilla sana con los dedos.-Te he echado de menos.-mi corazón se acelera y yo necesito acercarme más a él. Pongo mis manos sobre su nuca e intento besarlo de nuevo, pero alguien nos interrumpe.
    -Por favor, marchaos a vuestras habitaciones. No queremos potar.-se burla Marion mientras se ríe. Jayden le lanza una furiosa mirada y me lleva al ascensor, y tras pulsar un botón, bajamos varias plataformas, hasta llegar a la octava. Jayden me coge de la mano y nos apoyamos en la barandilla. Durante varios minutos, nos miramos fijamente sin decir nada, pues sobran las palabras, hasta que Jayden comienza a hablar.
    -Me he enterado de que tus tíos…-pero se calla al ver mi expresión en mi cara. Sus palabras me habían hecho recordar y ahora me siento triste y cansada.-Quiero que sepas que yo siempre estaré contigo, pase lo pase…-yo asiento intentando sonreír.
    -Mañana continuamos hablando. Necesito descansar. Hoy ha sido un día muy largo.-me despido de él y me alejo pero este me agarra de la muñeca. Me atrae hacia él y, tras una leve pausa, roza sus labios con los míos. Este último beso es muy delicado, peo la sensación que noto dentro de mí es inmensa. Nos separamos lentamente y, al cabo de un par de segundos, Jayden se marcha.
   En esta habitación, toda esta lleno de pequeñas camas, que al parecer, no son muy cómodas. Miro a mi alrededor y descubro que las cosas que he traído de mí casa están sobre uno de los lechos. Aparto los sacos y la mochila de ella y, tras ponerme el pijama, me meto en la cama, tapándome con todas las mantas. Sin embargo, me cuesta quedarme dormida. No puedo dejar de pensar en mis tíos, en mis padres y en que todo esto me supera.
    Instantes después, Eva aparece y se tumba en la cama siguiente a la mía.
    -¿Cómo te encuentras?-me pregunta después de varios largos segundos de silencio. Yo asiento, intentando ocultarme bajo las mantas, y ella comprende que no quiero hablar del tema.-Mañana hablaré con Finn para que cambie de opinión sobre ti.-cuando me dice eso, recuerdo lo que Caz me había dicho momentos antes. Si quiero saber por qué hubo un incendio días atrás debo preguntárselo a él.
    -Eva, ¿qué puedo hacer para ganarme la confianza de Finn?-pregunto, asomándome a través del edredón.
    -Simplemente, se tú misma. Cuando llegue el momento, Finn sabrá que debe confiar en ti.

    Me despierto a madrugada, congelada. Todo el mundo duerme en sus camas, excepto yo. No sé porque me he despertado, pero es como si tuviera la sensación de que debía hacerlo. Me doy la vuelta y miro a Eva, que duerme con la boca abierta, produciendo un leve sonido. Después, observo a Luca, que yace en el lecho que hay enfrente del mío. Me levanto y me abrigo con una chaqueta roja que cogí de casa. Avanzo con cuidado entre los catres hasta que llego al ascensor. Me subo en él, y baja recorriendo la pared en forma de espiral hasta que llega a la planta baja. La oscuridad es casi absoluta y hace tanto frío que el vaho asoma por mis labios. Me dirijo hacia la puerta y salgo al exterior. Un fuerte torrente de aire me golpea, revolviéndome el cabello. Me agacho y cojo una piedra; marco la puerta con una diminuta equis y me alejo del Oxigenador. No se porque estoy andando o ha donde voy. Simplemente sigo mi instinto.
    Avanzo entre las tinieblas mirando por donde piso, pues en el suelo hay escarcha. Pero me quedo quieta al escuchar varias voces. Me escondo detrás de una máquina y me asomo, intentando vislumbrar quienes estaban hablando. El miedo se apodera de mí al ver que cientos de agentes armados hasta e cuello acaban de entrar en el bosque mecánico. Seguramente han seguido nuestro rastro. Corro hacia la puerta todo lo rápido que puedo hasta que entro. Sin embargo, doy un respingo al descubrir que alguien me esperaba en el interior.
    -¿Qué estabas haciendo fuera, Alice?-me pregunta Finn, clavándome sus grises ojos sobre los míos. Abro la boca para poder hablar, pero no me salen las palabras. El miedo y el cansancio se apoderan de mí. Finalmente, consigo hablar.
    -Ahí fuera hay cientos de agentes buscándonos. Y es cuestión de minutos de que nos encuentres…

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