6
Algo terrible se acerca…
Miro a mí alrededor pero
no consigo ver donde estoy. Enormes lenguas de fuego me lo impiden. Me muevo en
círculos intentando buscar la salida de este cerco de llamas, pero estoy
atrapada.
Sin embargo, las llamas
no me queman. Danzan sin para delante de mis ojos, distrayéndome. Las miro y
siento que los parpados comienzan a cerrarse. El cansancio comienza a apoderarse
de mí hasta que escucho algo que consigue despejarme.
Me doy la vuelta e
intento vislumbrar una figura a través del fuego. De pronto, escucho que
alguien me llama y me acerco a las llamas. Doy un respingo al ver que dos
personas atraviesan las lenguas sin que el calor abrase sus carnes. Me alejo de
ellos, asustada, pero me quedo paralizada al descubrir quienes son.
-Alice…-vuelen a decir
mientras se acercan a mí.
-Papá… mamá…-cientos de
lágrimas se desbordan por mis mejillas. Intento clamarme y coger aire, pero
antes de queme diera cuenta, me había abalanzado sobre ellos para
abrazarlos.-Os echo de menos… ¿Por qué tuvisteis que dejarnos?
-Cariño, nosotros nunca
os dejamos. Siempre estaremos con vosotros.-dice mi madre, acariciándome la cabeza.
-¡Pero eso no me
sirve!-grito casi enfadada.-No es lo mismo…-me llevo las manos a la cara y me
enjugo las lágrimas. No debo volver a llorar la muerte de mis padres. Si lo
hago, abriré una herida que ya había cicatrizado.- ¿Qué hacéis aquí?
-Hemos venido para avisarte.-masculla mi
padre, mirándome fijamente.
-¿Avisarme? ¿De qué?
-Cosas horribles van a
ocurrir. Se acerca algo terrible. Y no estaréis preparados…
-¿Qué cosas horribles? Me
estas asustando.-comienzo a separarme de ellos, intentando ingerir lo que me
acababa de decir.- ¿Y qué debo hacer?
¿Cuándo va a pasar?
-Cuando llegue el
momento, lo sabrás.-de pronto, se escucha un estruendo a través de las
flamas.-Ahora debemos marcharnos.
-Prométenos que
protegerás a tu hermano, Alice.-mi madre se acerca a mí, y me besa en la
mejilla. Yo asiento y la vuelvo a abrazar.-Hasta siempre, cariño.
Segundos más tarde,
desaparecen entre el fuego, dejándome sola. Las llamas comienzan a extinguirse
y una brisa congelada me recorre el cuerpo. Miro alrededor y descubro que el
fuego ha desparecido, mostrándome un paraje helado. Fuertes corrientes de aire
me sacuden, erizándome la piel. ¿Dónde estoy? No hay nada ni nadie a kilómetros
a la redonda. Avanzo como puedo sobre el hielo y la nieve, pero me quedo quieta
cuando llego a una enorme grieta que se abre bajo mis pies. Miro el fondo, pero
no consigo disipar nada, excepto una tenue luz azul intermitente que surge
entre las tinieblas.
Me alejo del resquicio,
andando hacia atrás, pero choco contra algo. Me doy la vuelta y descubro un
hombre con el cabello oscuro canoso y de rostro familiar. Lo observo con
detenimiento y descubro que en su cuello cuelga una cadena con forma de
orquídea. Entonces descubro quien es. Tullio.
-¿Qué haces tú
aquí?-gruño, alejándome de él.
-De donde yo vengo, la
gente suele saludarse antes de preguntar nada.-el viento le revuelve el
cabello, despeinándoselo.
-¿Qué es lo que quieres?
-Solo quiero que veas lo
mucho que te aprecio y hacerte una proposición.-yo no respondo y me acerco a
él, intrigada.-Quiero que te unas a nosotros.-sus palabras me golpean el pecho
con fuerza, provocando que pierda el equilibrio.
-Jamás me aliaré con un
asesino.-cierro los puños con tanta fuerza que me corto la palma de las manos.
-Yo no soy el único
asesino que hay aquí. ¿Verdad, Alice?-las sienes comienzan a temblarme y me
acuerdo de los agentes ardiendo entre las llamas. Llamas que yo provoqué.-Al
fin y al cabo, no somos tan diferentes…
Me levanto de la cama de
golpe, empapada de sudor. Todo había sido un sueño. Las sienes me arden y la
garganta me escuece. Creo que tengo fiebre.
<<No somos tan
diferentes…>> Esas palabras resuenan en mi cabeza a lo largo de la
mañana. Y lo peor de todo, es que tenía razón. Nosotros matamos a los agentes
la noche pasada. No. Yo los maté.
Después de desayunar,
subo con Marion a la plataforma de entrenamiento, y me enseña varias técnicas
de lucha. Sin embargo, yo no puedo quitarme de la cabeza lo que mis padres me
habían dicho en el sueño.
Aprendo rápido, y al cabo
de varias horas ya he aprendido a dar patadas y a defenderme. Cuando Marion se
marcha, yo me quedo practicando las patadas contra un enorme saco lleno de
arena. Necesito distraerme. Más tarde, cuando el sudor se desliza por todo mi
cuerpo y mis músculos se lamentan, me detengo. Cojo el elevador y bajo a la
plataforma inferior. Entro en el vestuario, el cual está completamente
desierto, y me meto en una de las duchas. Dejo que el agua recorra todos los
rincones de mi cuerpo, relajándome. Cierro los ojos e intento despejar la
mente, pero me es imposible. <<Cosas horribles van a ocurrir. Se acerca
algo terrible. Y no estaréis preparados…>> ¿Qué quería decir con eso? La
verdad es que estoy realmente asustada.
Salgo de la ducha y me
cubro con una toalla. Me visto con unos cómodos pantalones grises y una
chaqueta roja. Agarro la tela de felpa y me seco el cabello. Me dispongo a
salir cuando escucho que alguien esta llorando. Dejo la ropa sudada y la toalla
sobre un banquito y busco de donde procede el llanto. Atravieso los pequeños
cortos pasillos hasta que descubro quien está sollozando.
-¿Estás bien, Eva?-mi
presencia parece asustarla, y se enjuga las lágrimas todo lo rápido que puede.
-Sí… no pasa nada.-su voz
suena ronca y sus ojos están enrojecidos y húmedos.-Estoy bien…
-La gente no suele llorar
por nada.-me acero a ella y apoyo mi mano sobre su hombro.- ¿Qué te ocurre?-y
tras eso, rompe a llorar. La abrazo con fuerza y le beso en la cabeza,
intentando calmarla.
-Es por mi hermana, Sofía.
-No sabía que tenías una
hermana.-Eva se separa de mí y me aparta la mirada.
-No suelo hablar mucho de
ella. Cuando éramos pequeñas-Eva se aclara la voz y cierra los ojos con fuerza
para no llorar.-mi hermana y yo vivíamos en España con nuestros padres. Cuando
la influencia del poder del Gobierno llego a España, decidimos emigrar y
alejarnos de allí. Sin embargo, mientras nosotras y nuestros padres nos
disponíamos a marcharnos a Sud-América en barco, las tropas del Gobierno
atracaron el puerto. Cientos de personas murieron y, entre el gentío, nos
separamos de nuestros padres. Ella me agarró de la mano e intentamos llegar al
barco, que a pesar de todo, estaba a punto de zarpar. Pero fue en vano. Varios
agentes nos atraparon y nos arrastraron hasta un gran camión lleno de niños que
acababan de perder a sus padres. Sofía forcejeó con unos de ellos y consiguió
soltarse. Vino a por mí, y arremetió contra el agente que me tenía entre los
brazos. Me tiré al suelo y me escondí detrás de mi hermana. Hubo una explosión
que agitó el suelo. Los gritos de la gente ahogaban mis pensamientos. Mi
hermana se acercó a mí y me dijo al oído que escapara mientras ella los
entretenía. Yo la obedecí y conseguí llegar al barco. La última vez que la vi,
fue desde la borda y unos agentes la habían metido en el camión. Se la llevaron
de mi lado…
Intento calmarla cuando
se pone a llorar de nuevo, y la abrazo con fuerza para que pueda calmarse. De
pronto, escucho un molesto barullo fuera del vestuario.
Agarro a Eva de la mano y
salimos fuera. Todo el mundo se dirige a las habitaciones de forma desordenada
y hablando fuertemente. Bajamos a la planta baja y vemos a Finn, Jayden y al
resto reunidos alrededor de una mesa redonda. Finn debe haber hecho que todos
se fueran a las habitaciones.
-¿Qué está
ocurriendo?-pregunto mirando a Jayden.
-Solo es una
reunión.-contesta Finn, levantándose de la mesa.
-¿Una reunión? ¿Para qué?
¿Ha ocurrido algo?
-No, no te preocupes.
Está todo bien.-Finn se acerca unos pasos a mí.-Nos hemos reunido porque nos
marchamos de este lugar.
-¿Qué? ¿Por qué?-me
acerco a Eva y ella me coge la mano.
-Por qué debemos
reunirnos con los nuestros. Con los demás rebeldes.
-Pero, ¿adonde vamos a
ir?
-Iremos a una isla
cercana a aquí. Ahora que estás tú, debemos pensar en como atacar al Gobierno.
Y esta claro que nosotros solos no haremos nada.
-¿Y cuándo nos marchamos?
-Esta noche zarparemos de
aquí.
-¡Está noche!-mi grito
hace que las personas que están en las habitaciones se asomen a ver que ocurre.
-Por eso tenemos que
acostarnos pronto, para poder descansar. Marcharemos de madrugada y no se hable
más.-Finn se marcha en el elevador y sube a una de las habitaciones.
Todos suben para irse a
dormir, y al cabo de unos segundos, me quedo sola. La verdad, que nos marchemos
no me parece demasiado grave, pero la idea de alejarme de mi tierra me asusta.
Nunca he salido de Australia y no se nada acerca de los lugares que nos rodean.
Subo a las habitaciones y
me siento en mi cama, intentando imaginarme como serán mis próximos días.
-¿Qué pasa, Alice?-Luca
se sienta a mi lada y me mira fijamente, extrayéndome de mis pensamientos.
-Finn me ha dicho que
debemos marcharnos de Australia.-agarro la almohada y la pongo en mi regazo.
-¿Y cuándo nos vamos?-esa
pregunta me hace reflexionar. “Nos”
-Luca, tú no puedes
venir.
-¡¿Por qué no?!
-Sería demasiado
peligroso. Y no puedo permitir que te ocurra nada, Luca.
-¡Siempre estás igual! Ya
soy mayorcito para cuidar de mi mismo.
-Puedes gritar todo lo
que quieras, que no pienso dejarte que vengas conmigo.-me levanto del catre y
le miro fijamente a los ojos. Luca me imita y seguidamente se marcha sin
dirigirme la palabra. Yo me acueste en la cama, intentando calmarme y poder
conciliar el sueño. Estoy confusa y asustada, y eso hace que quedarme dormida
sea una tarea muy difícil. Y por si fuera poco, una horrible pesadilla me
despierta a mitad de la noche. Había soñado que Tullio capturaba a Luca y lo
torturaba hasta la muerte.
Me levanto de la cama y
me dirijo a Luca, que duerme entre mantas. Le miro fijamente y le quito un
mechón de pelo de la frente; le beso delicadamente en la sien para que no se
despierte. Me cojo una de las mantas y me tapo para resguardarme del frio.
Bajo con el ascensor a la
última planta y me dirijo a la puerta de entrada. Salgo fuero y dejo que al
frio aire me revuelva el cabello. Cientos de copos de nieve caen sobre el suelo
y sobre mi rostro. Miro la luna que se deja ver entre las nubes. ¿Qué será de
mí cuando me marche de Australia? Eso me recuerda el sueño que tuve ayer por la
noche. <<Se acercan cosa horribles. Y no estaréis preparados…>> Yo
no estoy preparada.
Una fina franja de luz
solar asoma a lo lejos, en el horizonte cuando Jayden me avisa para que
salgamos al exterior. Me visto con la chaqueta roja y me amarro a la espalda
con todo lo fundamental para el viaje. Nos despedimos de los presentes y Finn
pone al mando a un chico para que se encargue de la situación por si las cosas
se ponen feas. Caz se despide de una chica y le dice que es la nueva doctora, y
por lo que parece, a ella le gusta mucho esa idea. Doy vueltas por la
habitación, intentando buscar a mi hermano, pero no aparece. Quizás quiera ver
como me marcho.
Segundos más tarde,
salimos al exterior y bajamos la montaña. El suelo esta nevado y eso hace que
tropiece varias veces y me caiga al suelo. Llegamos a la orilla una minutos más
tarde, pues la playa está en la falda de la montaña. A pesar de que la luz es
casi inexistente, puedo ver una gran sombra flotando bajo las olas del mar.
Finn se aleja de nosotros
y desaparece entre las sombras. La oscuridad se apodera de mi visión y solo
puedo escuchar el sonido del oleaje. Segundos después, una fuerte luz me ciega
durante unos instantes.
Una especie de gran
lancha motora crece ante mis ojos, anclada en una puerto de hormigón,
balanceándose levemente bajo las olas. Sin embargo, aparto la vista del él y
presto atención al horizonte y a la delicada franja de luz que emerge sobre él,
y siento que una gran puerta se abre delante de mí, una puerta que dirige hacia
lo desconocido.
-Alice, debemos darnos
prisa.-la voz de Marion me extrae de mis pensamientos. Arrastro los pies sobre
la fría arena hasta que llego al puerto. Jayden me coge la mochila y me tiende
una mano para ayudarme a subir al barco. La acepto con una sonrisa pero la
suelto al escuchar una voz que proviene de la playa. ¿Luca?
-Hola Alice.-en cuanto me
acerco, descubro que no es mi hermano quien ha venido a despedirse de mí.
-¿Narel?-allí estaba, de
pie bajo la arena, vestida con un gran abrigo azul oscuro. Hacía días que no la
veía y ni siquiera me había acordado de ella. Sin pensármelo dos veces, me
abalanzo sobre ella y la abrazo con todas mis fuerzas. Esta me imita y me rodea
con sus brazos.
-Te voy a echar mucho de
menos. Te quiero mucho, Alice.-sus ojos se humedecen y las lágrimas resbalan
sobre sus mejillas.
-Y yo, Narel.-yo la
copio, y rompo a llorar, amarrada a ella.-Pase lo que pase, nosotras siempre
seremos amigas.-esta asiente en silencio, mas sobran las palabras.-Por cierto,
¿has visto a mi hermano?
-No lo he visto. Lo
siento.-me separo de ella, molesta. No me puedo creer que no haya venido a
despedirse. Pero no lo culpo. Probablemente yo también me habría enfadado.
Prefiero que me odie a que este muerto.
Me separo de Narel
lentamente, pero esta me agarra de nuevo y se acerca a mi oído.
-Ten mucho cuidado,
Alice. Debes saber distinguir entre las personas en las que puedes confiar y en
las que no. No lo olvides.-luego me suelta y yo, confusa por sus palabras me
dirijo al navío.
Subo a él y escucho como
el motor arranca bajo el agua.
-¿De quién es el
barco?-le pregunto a Eva, que se sienta a mí lado en uno de los bancos de la
proa.
-Era del señor Brown, el
profesor de matemáticas.-tras decir eso, Eva agacha la cabeza, evitando
mirarme.
-Un momento,
¿era?-entonces recuerdo lo que ocurrió el día de mi cumpleaños, cuando dos
agentes del Gobierno lo acompañaban armados hasta las orejas. Ahora lo entiendo
todo. La forma en la que hablaba era muy extraña, por no hablar de que se “había
olvidado” de mi acto de rebelión del día anterior. Él también formaba parte de
los rebeldes, y, seguramente, lo descubrieron.-Entonces, está… muerto…-Eva
asiente y, tras eso, ocurre algo que me pone la piel de gallina.
Todas las luces de la
ciudad se apagan de golpe, enterrando la playa en una oscuridad tenebrosa. Luego,
el sonido de una sirena de emergencia nos deja aturdidos. Ese sonido se repite
varias veces, pero a la quinta vez, se detiene. Y seguidamente, una enorme
columna de luz proveniente del pueblo, ilumina toda la zona y desvaneciendo las
sombras.
-¡Nos han descubierto!-la
voz de Finn se introduce en mi cabeza, pero es ahogado cuando el motor vuelve a
arrancar. La lancha comienza a moverse a gran velocidad, revolviendo el agua.- ¡Caz,
escóndete con Alice en la habitación de abajo! Esta me agarra de la mano y,
tras abrir una trampilla, entramos en la parte interior del barco. Es una
pequeña estancia de madera con varias camas y literas.
-No puedo quedarme aquí
sin hacer nada, Caz.-me suelto de ella, y aunque esta intenta volver a
agarrarme, yo la esquivo y subo a la quilla.
Me sujeto a la barandilla
para no caerme, pues se desplaza a gran velocidad. Miro a mi alrededor, pero no
veo más que el agua del océano Pacifico extendiéndose ante mis ojos. Miro hacia
la playa y hacia el monte Ebany, que se aleja de nosotros a gran velocidad. Sin
embargo, hay algo que me llama la atención. Varias sombras se dirigen hacia el
barco. Entrecierro los ojos para poder vislumbrar de que se trata.
Finalmente, me quedo sin
habla al ver que docenas de lanchas de la guardia se acercan a nosotros a gran
velocidad. Vuelvo a mirar, sin poder pronunciar palabra y descubro a uno de los
agentes apuntando con un rifle al cuerpo de Eva, que esta sentada en la popa, inconsciente
de lo que está ocurriendo.
Me acerco a ella todo lo
rápido que puedo, pero para cuando llego ya es demasiado tarde. La bala sale
disparada del arma y atraviesa el cuerpo de Eva.